El síndrome metábolico tiene una estrecha relación con el ritmo circadiano por lo que mantener una buena higiene del sueño es fundamental para tener el mejor estado de salud posible.
El metabolismo es un conjunto de reacciones bioquímicas que se producen en el interior de las células del cuerpo para garantizar el adecuado funcionamiento de todo el organismo.
Todo lo que comemos es procesado por el sistema metabólico que se encarga de transformar la energía que contienen los alimentos (vitaminas, macro y micro nutrientes, minerales, grasa, proteínas, carbohidratos), en el combustible que necesitamos a diario.
Dormir adecuadamente es importante porque le permite al cuerpo descansar y reemplazar lo consumido durante el día, como los nutrientes de las células y los neurotransmisores gastados.
El sueño es un espacio para la reparación del organismo, pues en esta fase baja la temperatura corporal dejando que el corazón descanse, se recomponen los músculos, se limpia el cerebro y se liberan hormonas que aseguran nuestro bienestar al día siguiente.
Si no dormimos bien, las horas necesarias y con la calidad de rigor, nada de este proceso ocurre como debe ser y la función metabólica se altera, dando paso a trastornos como el síndrome metabólico.
El metabolismo trabaja mientras dormimos
En las fases 3 y 4 del sueño, es decir, el más profundo, el cuerpo libera la hormona de crecimiento, que es fundamental en la regeneración muscular y especialmente necesaria en los niños.
Se segrega igualmente una hormona llamada interleucina que favorece la producción de anticuerpos necesarios para fortalecer el sistema inmunológico.
El sistema circulatorio se ve favorecido, ya que mientras dormidos disminuye la presión arterial, el corazón no necesita tanto esfuerzo para bombear sangre al resto del organismo. El sueño disminuye el gasto de energía ayudando al metabolismo a reponerse más fácilmente.
Ganamos salud visual porque se regenera la película lagrimal que protege la córnea, especialmente en estos tiempos modernos cuando estamos expuestos largas horas a las pantallas de led.
La disincronía del ritmo circadiano, es decir dormir fuera de los horarios habituales, afecta adversamente el metabolismo de la glucosa, por lo que cumplir las horas de sueño con calidad regula la sensibilidad a la insulina y disminuye los marcadores de resistencia a la misma.
Síndrome metabólico en vigilia
Si bien este trastorno obedece principalmente a una predisposición genética, así como a inadecuados hábitos alimentarios y de actividad física, los trastornos del sueño se han vuelto un disparador importante del síndrome metabólico o síndrome de Reaven como también se le conoce.
El síndrome metabólico se define como un conjunto de alteraciones metabólicas que se manifiestan con obesidad visceral, alteración del metabolismo de la glucosa, dislipidemia (aumento del colesterol de las LDL y bajas concentraciones de colesterol de las HDL) e hipertensión arterial.
Todas estas alteraciones son factores de riesgo para el desarrollo de enfermedades cardiovasculares y diabetes tipo 2.
Parte de los criterios para el diagnóstico de síndrome metabólico según las recomendaciones de las guías de ALAD 2010 son:
Obesidad abdominal: las personas que tienen un perímetro de cintura mayor o igual a 94 cm en varones y 88 cm en mujeres.
Triglicéridos altos: mayores a 150 mg/dL.
Hiperinsulinemia: Elevación de glucosa en sangre en ayunas nivel igual o superior a 150 mg./dl.
Presión arterial alta de 130/85 mm.Hg. (milímetros de mercurio) o superior.
Diversos estudios evidencian que pocas horas de sueño, alteración de su calidad y patrones irregulares de sueño-vigilia están asociados con la alteración metabólica.
Cabe destacar que no sólo nos referimos al insomnio, pues quienes sufren de trastornos respiratorios que perturban su buen dormir, también son pacientes de riesgo respecto al síndrome metabólico.
Asimismo la desincronización circadiana, muy común en personas que trabajan en turnos rotativos es un factor de riesgo.
Una dieta baja en carbohidratos, grasas y azúcar puede favorecer el sueño, pues esta alteración del ritmo circadiano también se relaciona con más apetito durante las horas que no estamos durmiendo y el consumo de alimentos de rápido procesamiento y bajo contenido nutricional.
Los efectos del mal dormir sobre el gasto de energía del organismo parecen depender principalmente de la intensidad de la pérdida de sueño, por lo que es necesario procurar tener sueño de calidad al menos de 4 a 5 veces a la semana.
Existe suficiente evidencia que indica que la falta de sueño afecta la homeostasis de la energía de todo el organismo al alterar el metabolismo de la glucosa y el control del consumo alimentario.
Dormir adecuadamente y mejorar nuestros hábitos es vital dado que el síndrome metabólico y cada uno de sus componentes se asocian con aumento del riesgo de muerte prematura.
La carencia de sueño como blanco para la prevención y el tratamiento del síndrome metabólico
Sobre la base de los datos anteriores, la falta de sueño parece ser un blanco promisorio para la prevención y probablemente el tratamiento del síndrome metabólico y sus componentes. Por ejemplo, el tratamiento de la apnea obstructiva del sueño, que con frecuencia lleva a una importante fragmentación del sueño, tratada con presión positiva continua de las vías respiratorias mejora notablemente características metabólicas, como la homoeostasis de la glucosa, la dislipidemia, la hipertensión y la obesidad. Se debe tener en cuenta, sin embargo, que la apnea no sólo genera mala calidad del sueño, sino también hipoxia, que de por sí se asocia con características metabólicas adversas y, a su vez, mejora con presión positiva continua de las vías respiratorias.
Mucho más común que las perturbaciones del sueño mencionadas es la restricción voluntaria asociada con las actividades de esparcimiento actuales, como el empleo de dispositivos electrónicos para juegos, las compras online, las redes sociales o la televisión.
En estos casos, programas de educación del sueño y tratamientos cognitivos conductuales centrados en mejor higiene del sueño podrían representar enfoques promisorios para inducir cambios de conducta. Hay varios estudios en marcha sobre la eficacia de estas intervenciones, que podrían tener amplias repercusiones sobre la salud pública.
Sin embargo, la prevención total de estados de falta de sueño o desincronía circadiana en las sociedades globalizadas parece poco posible. Sería en cambio posible, con el creciente conocimiento sobre las consecuencias fisiológicas y conductuales de estos estados de falta de sueño, crear horarios de trabajo optimizados (eg, para trabajadores en turnos rotativos) que tengan menor efecto sobre la salud metabólica.
Mejorar las condiciones ambientales- evitar el ruido y la luz y ajustar los sincronizadores externos a los tiempos del sueño- también podría ser eficaz para aumentar la calidad del sueño y por ende su función reparadora. Un estudio refuerza este concepto, ya que muestra que la exposición nocturna a la luz mayor de 3 lux, en relación con intensidades menores, se asocia con características metabólicas adversas, como obesidad y dislipidemia.
La manipulación sistemática de la calidad del sueño (eg, aumentar el sueño de ondas lentas), que es de especial importancia para mantener la homeostasis, podría ser otro enfoque para contrarrestar el sueño insuficiente. Aparte de las intervenciones farmacológicas, un instrumento reciente de estimulación auditiva de circuito cerrado podría ser el más prometedor. Esta tecnología no invasiva aumenta no sólo el ritmo de oscilación lenta del sueño de ondas lentas, sino también su eficacia funcional con respecto a la formación de la memoria.
Conclusión
En resumen, estudios de observación proporcionan fuerte evidencia de un vínculo entre carencia de sueño y características metabólicas adversas. Cada vez más experimentos sugieren una asociación causa-efecto y también señalan mecanismos fisiopatológicos subyacentes al efecto supuestamente deteriorante de la falta de sueño sobre la salud metabólica.
Estos datos abren nuevas estrategias para intervenciones dirigidas a la epidemia actual de síndrome metabólico y enfermedades relacionadas. Estudios a futuro mostrarán si las intervenciones para aumentar las horas y la calidad del sueño pueden prevenir o quizás revertir características metabólicas adversas. Mientras tanto, se puede recomendar a los profesionales sanitarios, sobre la base de la evidencia actual, que motiven a sus pacientes para que duerman lo suficiente en el momento adecuado del día.