A lo largo de nuestra vida pasamos por experiencias dolorosas, estas experiencias como pueden ser: la traición, humillación, desconfianza, injusticia, abandono, perdida de un ser querido etc. Todas estas situaciones forman nuestras heridas … Heridas emocionales o del corazón lo mismo da.
El hecho es que esas heridas existen y debemos aprender a curarlas, por dolorosas que sean, y curarlas rápidamente si no queremos que se hagan cicatrices tan grandes, que a la larga formaran parte de nuestro carácter y lo único que haremos será amargarnos y amargar a quien esté a nuestro alrededor, pues no dejaremos de revivir el dolor que nos causo la herida.
Para empezar a curar la herida lo primero que hemos de hacer es aceptarla, pues lo quieras tu o no, forma parte de ti.
Una vez aceptado el hecho de que existe, podremos enfrentarnos a ella, mirarla de tu a tu, sin miedos, en ese preciso momento nos daremos cuenta de que no es tan terrible como en un principio pensábamos, y aunque duela veremos la forma de resolver la situación.
Ahora apelemos a nuestra actitud y a nuestra fuerza de voluntad, y procuremos sobreponernos a esa situación, duele -nadie lo duda- pero nadie a nuestro alrededor tienen la culpa, y no vamos a estar castigando a personas que nos quieren por el hecho de que nosotros nos sentamos dolidos. Pero lo principal es que aceptemos que tampoco tenemos la culpa, y tampoco es de recibo que nos castiguemos.
No somos mejores o peores solo porque algo nos haga daño. Haberte construido tu coraza de protección es un acto heroico, un acto de amor propio que tiene mucho mérito pero que ya ha cumplido su función.
Es decir, te protegió de los ambientes que te dañaron pero, una vez que la herida está abierta y la puedes ver es momento de pensar en sanarla. Aceptar nuestras heridas resulta muy beneficioso entre otras cosas porque nos ayudará a no querer cambiarnos a nosotros mismos.
Cuanto más grande sea la herida causada, más ganas y deseo de hacer daño a quien nos lo hizo tendremos, es humano. Nos daremos el lujo de enfadarnos solo con esa persona. Enfadémosnos con ella, saquemos el dolor que llevamos dentro, y en el proceso nos perdonáremos a nosotros mismos. De lo contrario corremos el riesgo de volcar todo ese dolor y rencor en nuestra contra, y la herida escocerá siempre.
Tampoco quieras librarte de esa herida de un día para otro, date todo el tiempo que necesites, es un proceso largo y doloroso.
Párate a pensar los pasos que seguirás de ahora en adelante, no atajes cogiendo el camino más corto y fácil, pues entonces la herida curara en falso y siempre te dará problemas. El esfuerzo merecerá la pena.
De todo este proceso -Aunque nos cueste creerlo- aprenderemos:
A tener paciencia
No criticarnos
Querernos más a nosotros mismos
A perdonarnos
Valorarnos como nos merecemos.
Ahora es el momento de mirar cara a cara a la persona causante del problema y dejarle marchar, sin rencor, sin dolor, empezaremos a verlo como un recuerdo y el tiempo te dirá en que sitio del baúl guardamos ese recuerdo.
Ya estamos preparados, se trata de emprender nuestro viaje en solitario y tomando nuestras propias decisiones sin que nada ni nadie las condicione, pero sobre todo tendremos el cuidado suficiente, para evitar que la misma persona nos vuelva a herir.
Recuerda que nadie puede criticar nuestro viaje, sobre todo si no se ha calzado nuestros zapatos.
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Un saludo
Mari Carmen.
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