Dada la gran influencia de esta civilización y su cultura en nuestra actual sociedad, siempre me he sentido interesada en saber cómo alcanzarla en el sentido en que los antiguos griegos la utilizaban. Llegar a la mejor manera de hacer las cosas y, por ende, de SER y ESTAR en la vida.
Hemos de saber que excelencia y perfección no son lo mismo. La primera es alcanzable, la segunda no. Básicamente, se debe a nuestra condición humana, porque lo imperfecto es consustancial a ello. Somos frutos del caos de Universo y lo reflejamos en nuestra esencia más profunda.
Tenemos ejemplos de excelencia en la vida de muchas personas a las que admiramos por ello y a las que nos gusta modelar. ¿Qué tienen en común? Determinación, acción, perseverancia o tesón y un compromiso auténtico y genuino para alcanzar sus metas.
Pongo un ejemplo muy conocido: Nelson Mandela. Podría haber tirado “su toalla”. Le habían puesto en las condiciones más apropiadas para rendirse. Pero decidió con determinación no hacerlo. Incluso durante su larga estancia en prisión siguió actuando a favor de sus ideales. Lo hizo con perseverancia, con constancia. Es lógico pensar que tuvo momentos (no pocos) de desfallecimiento y tristeza, aunque no consintió que éstos minaran su resistencia y anularan su compromiso de seguir luchando. Los frutos de esta actitud son ya conocidos por todos, llegó a ser Presidente, el primero de su raza en asumir esa responsabilidad en un país azotado por las diferencias de color, clase y condición. Tarea harto difícil y complicada que supo llevar a cabo con su habitual ejercicio de la excelencia. Llegó a acuerdos desde algunas importantes renuncias, negoció con gran habilidad con sus adversarios políticos, terminó estimulando a una nación inmensa con renovada ilusión de que un cambio a mejor era posible y realizable. Su carisma no podía ser solo la consecuencia de sus genes. Es evidente que trabajó mucho y bien para conseguir lo que se propuso desde que era un joven abogado dedicado a defender a los olvidados de los suburbios de Johannesburgo. Hoy, tiene un lugar privilegiado en la Historia en un “Olimpo” que muy pocos alcanzan. Y sin duda, su contribución a la humanidad es algo indiscutible.
Para los que estamos llamados a otro tipo de paso por la Vida, su ejemplo es todo un referente. No seremos Presidentes ni tan siquiera tendremos una breve reseña en las hemerotecas. Lo que sí seremos siempre será importantes e únicos en nuestro entorno. La manera de “personalizar” nuestro camino vital bien podría estar marcada por la excelencia que imprimamos a todas nuestras actividades, desde las profesionales, sociales y colectivas a las más íntimas y privadas.
Porque y aquí llega la buena noticia para todos es que la excelencia es, en realidad, un hábito (como ya sabía Aristóteles hace siglos). Consiste en desarrollarla desde que nacemos. Al no ser un don específico, TODOS podemos llegar a ella a través de un trabajo de crecimiento en el que imprimiremos este “sello” de calidad a nuestras acciones. Empezaremos por enfocar bien lo que deseamos, dotarlo de significado y emoción, transformarlo en una decisión con la acción inherente. Con la mejor CALIDAD.
Desde construir enormes edificios o aeronaves a hacer una cesta artesanal, la excelencia es factible, está a nuestro alcance.
Poniendo todos nuestros sentidos, nuestras mejores emociones y aplicando a nuestras decisiones la acción más cualitativa que se pueda, ya estamos consiguiendo la ARETÉ que tanto veneraban los clásicos de antaño.
No renuncies a ser MEJOR cada día, en cada actividad, en lo pequeño y lo grande.
La excelencia es en realidad, la hija mayor del amor incondicional, la mejor obra del compromiso y el fruto final de un hábito que nos lleva a una vida de gran calidad, con estándares altos, bienestar y crecimiento.
Formar parte del maravilloso club de “Excelentes sin fronteras” está tu alcance, porque tienes todo para poder desarrollar tus mejores aptitudes y junto al esfuerzo y trabajo diarios, hacer de ello tu sello de distinción, lo que los anglosajones llaman “A touch of distinction”.
En la próxima tarea que ejecutes hoy, busca ese elemento que la lleve más allá de lo usual, busca distinguirte a través de lo bien pensado y mejor hecho.
AGAPÉ ARETÉ = ¡AMEMOS LA EXCELENCIA!
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