Se dice que somos lo que comemos y es cierto, pero donde más se puede notar es en los dientes y encías, especialmente en tiempo de vacaciones, en los que nuestra vida suele llevar cierto descoloque nutricional, tanto en las comidas como en las bebidas y postres y se presentan algunas molestias dentales que nunca deseamos ni esperamos y mucho menos queremos que rompa nuestro ritmo y agenda.
Si nos paramos un poco a pensar sobre nuestra alimentación, comprobaremos que en un porcentaje elevado abusamos de los azucares o alimentos ricos en azucares (pan, bebidas carbonatadas, helados, azucares, granizadas, gaseosas de color oscuro, zumos cítricos, frutos secos dulces como ciruelas pasas, pasas, higos, orejones de albaricoque…). No se trata de controlar la línea en periodos vacacionales, por supuesto que no. Uno de los grandes placeres de la vida es la comida y sobre todo si la hacemos en grata compañía y en un lugar cuyo ambiente y entorno nos lo haga recordar durante mucho tiempo, pero cuidando la “caja de perlas” que la vida nos ha regalado. Nuestros dientes.
Recuerdo unas vacaciones en Italia, que un dolor de muela me hizo desistir de una salida con amigas y opté por quedarme en el hotel. ¡QUE DOLOR DE MUELAS! Me pregunté que podía haberlo causado, porque cuido bien “mi comedor” y lo pongo en las mejores manos siempre. Tras pensar y repensar llegue a la conclusión que la maravillosa copa de helado capuchino que había tomado en la preciosa terraza del hotel a la hora de la merienda, me hizo sentir una especie de calambre instantáneo en la boca, que desapareció de inmediato, pero que había sido molesto y repentino. Un bocado más grande de lo debido hizo que el dulce y delicioso postre me diera un aviso. Me dije que con un enjuague bucal y un poco de calor con toallitas de agua caliente mejorarían el frio que había causado el dolor de muelas que estaba sufriendo.
Cuando había pasado una hora y el dolor se hizo más latente pensé que no era ni la hora, ni el día, ni el lugar para buscar un dentista de urgencia y recordé que mi madre en todos mis viajes tenía la costumbre de ponerme en el “necessaire” o bolsa de aseo, una cajita a modo de botiquín con los remedios más al uso ante los imprevistos. Y puedo garantizar que mi situación es este momento era de lo más esperado. Pero la auténtica realidad, que allí estaba yo en la bella Italia con una agenda maravillosa por delante y un dolor de muelas que me estaba comiendo la moral. Y no lo digo por exagerar, sino porque cualquier persona que haya pasado por una situación similar sabe que pagarías lo que te pidiesen por un calmante rápido y eficaz.
Mi madre no me falló. Encontré gelocatil para molestias dentales, un analgésico conocido y eficaz (paracetamol) desde hace más de 40 años, que en casa consideramos el medicamento ideal en sus formatos de comprimidos, granulado y solución oral, para aliviar el dolor de muelas, de cabeza y otros síntomas como el resfriado en sus fase inicial. Sabía que en unos minutos empezaría el efecto calmante y como máximo en media hora estaría como nueva, incluso más relajada, porque este “incidente” me había alterado negativamente un poco, con lo que al no seguir sufriendo la intensa molestia, mi ánimo estaría en “modo positivo”.
Llamé a España, para decirle a mi madre que la quería y la echaba de menos y darle las gracias porque “su botiquín de emergencia” había sido providencial y como siempre era mi ángel de la guarda.