El cocopertenece a la familia de las palmáceas. Aunque por su gran tamaño es considerado por muchos como fruta fresca, el coco en realidad es un fruto seco, el más grande que existe. Precisamente los cocos son la semilla de una drupa, el fruto de la Cocos nucifera, una palmera de 30 metros de altura.
El fruto, de forma redondeada, puede pesar 2-3 kg, tiene una cáscara fibrosa (de 20-30 cm) de color amarillento y otra capa intermedia marrón (hueso central), en cuyo interior se encuentra la semilla o pulpa (parte blanca comestible). El agua que alberga en su interior, el agua de coco, es un líquido azucarado que se encuentra en una cantidad aproximada de 300 ml.
Aunque no se sabe con exactitud, su origen se sitúa en las islas del Pacífico, pero en la actualidad se cultiva en todos los países tropicales del mundo. En Europa se empezaron a conocer en la Edad Media cuando empezaron a construirse las primeras rutas comerciales.
La composición del coco varía a medida que éste madura. Dependiendo del grado de maduración la composición cambia, lo que afecta a la parte que queremos conseguir del coco.
Si se comercializa como "fruta fresca" o se destina a la industria con fines de envasar agua, la cosecha se efectúa cuando el coco tiene entre 5 y 7 meses. En esta época, el contenido de azúcar y agua es muy elevado y el sabor es más intenso. Si se destina a la producción de coco rallado, deshidratado o para la extracción de aceite, la cosecha se realiza cuando los cocos caen al suelo o cuando alguno de los cocos de un racimo está seco.
Tras el agua, la grasa constituye el principal componente, rica en ácidos grasos saturados, aunque el consumo excesivo de alimentos ricos en grasas saturadas provoca un aumento de los niveles de colesterol en sangre, el coco en la mayoría de los países, se consume con poca frecuencia y en cantidades muy pequeñas, por lo que su consumo en fresco no plantea ningún inconveniente para la salud, es más, enriquece nuestra alimentación en sustancias nutritivas, sabores y aromas.
Su valor calórico es muy alto, debido a su gran aporte en grasas, mientras que el aporte de hidratos de carbono y proteínas es bajo.
No así ocurre con la fibra, un trozo de coco (80 gr) aporta casi un 20% del objetivo nutricional/día propuesto para la misma. Por tanto, el coco previene o mejora el estreñimiento, contribuye a reducir las tasas de colesterol en sangre a pesar de esas grasas saturadas que hemos mencionado y al buen control de la glucemia en la persona que tiene diabetes.
Así mismo, el coco es rico en minerales como el selenio el hierro, el magnesio, el fósforo y el potasio.
El magnesio se relaciona con el buen funcionamiento del intestino, nervios y músculos; forma parte de huesos y dientes, mejora la inmunidad y posee un suave efecto laxante. El fósforo, también interviene en la formación de huesos y dientes. El potasio es necesario para la transmisión y generación del impulso nervioso, para la actividad muscular normal e interviene en el equilibrio de agua dentro y fuera de la célula. Por el elevado aporte de potasio, se desaconseja el consumo de esta fruta a personas con insuficiencia renal (caso contrario en aquellas personas con diuréticos prescritos).
Destaca además su contenido en vitamina E, de acción antioxidante, en ácido fólico y en ciertas vitaminas hidrosolubles del grupo B.
El agua de coco, más abundante y rico en nutrientes cuanto más joven sea el coco, se considera una bebida isotónica natural, siendo muy apreciada en los países tropicales, donde se toma extrayéndolo directamente del fruto.
Y tras conocer un poco sobre este fruto seco, pasamos a la cocina a preparar un rico Bizcocho de manzana estilo Nutrición a las 6.
Ingredientes
§ 1 vaso de aceite de girasol (de primer prensado en frío)
§ 1 vaso de leche de arroz y coco
§ 2 vasos de azúcar de coco
§ 3 vasos de harina de arroz
§ 1 manzana pelada tipo Golden
§ 1 sobre de levadura
Preparación
En un bol, mezclamos la harina y la levadura y reservamos.
Batimos el aceite con la leche, el azúcar y la manzana y posteriormente lo añadimos al bol de la harina.
Precalentamos el horno a 180oC.
En un molde vertemos la mezcla, según el molde lo untamos previamente de mantequilla (mejor si es aceite), si es de los que las preparaciones tienden a pegarse.
Metemos el molde en el horno y lo dejamos 1 hora. Para saber si el bizcocho está bien hecho pinchamos con un palito de brocheta, si sale limpio es que ya está listo.
Ya solo queda dejarlo reposar y, cuando esté frio, emplatar. ¡Listo para degustar!
Con esto nos despedimos hasta la semana que viene. :)
Realizado por Jorge Ibarra Morato y Tamara Valencia Dueñas
Fuentes
Fundación Española de la Nutrición (FEN).