Agradecer no es mostrar educación
Desde niños se nos acostumbra a dar las gracias. Esta manera de comportarnos, como tantas otras, es una muestra de que hemos sido educados. La educación nos hace personas dignas de vivir en la sociedad en la que hemos nacido. Sin embargo, cuando damos las gracias, en la mayoría de los casos no somos conscientes de ningún tipo de agradecimiento.
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Una persona que realmente se siente agradecida no necesita demostrárselo a nadie. El agradecimiento es un sentimiento interno que nos hace sentir verdadera plenitud.
La queja está de moda
Seguro que te has dado cuenta de lo importante que es quejarse para muchas personas. Si te encuentras a alguien por la calle es muy posible que un gran vómito de quejas llueva sobre tu persona en cuanto comienza la conversación. Son pocas las ocasiones en las que te encuentras a alguien que comparta contigo todas las cosas por las que podría sentirse agradecido. De hecho, si al comenzar un encuentro uno de los dos interlocutores comienza la charla sin poner por delante unas cuantas quejas, es posible que la otra persona pierda interés muy rápidamente. Las quejas nos llevan, en la mayoría de los casos, a emitir juicios y a enfrentar opiniones. Además de esto, muy a menudo, nos hacen creer que tenemos control sobre lo incontrolable. En definitiva, por muy de moda que esté quejarse es mucho más rentable y práctico ir cambiando este hábito por el del agradecimiento.
El agradecimiento real
Una persona que se siente verdaderamente agradecida es poco probable que se dedique a dar las gracias a diestro y siniestro. Sin embargo, es muy fácil darse cuenta de que lo está porque desprende plenitud y no se queja a menudo.
El verdadero agradecimiento proviene de una profunda consciencia de todo lo que nos es dado. Cuando somos capaces de reconocer y de tener verdadera consciencia de nuestra vida y de lo que nos acompaña el agradecimiento surge de manera espontánea.
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Este tipo de agradecimiento llena nuestra vida de júbilo y nos aleja de los “deberías” o “deberían” que tanto caracterizan a nuestra sociedad. Todo es como debe de ser en cada momento y así lo sentimos. Nada falta, nada sobra, y por eso nos sentimos plenos. Esto es agradecimiento.
¿Cómo conectar con el agradecimiento?
Realmente, conectar con el agradecimiento antes descrito no es una asignatura fácil en el momento en que vivimos. La continua necesidad de llegar a algún sitio diferente al que nos encontramos no es el mejor escenario. Una vida vivida a toda velocidad no cuenta con el tiempo necesario para acceder a ese agradecimiento.
Para podernos sentir agradecidos de verdad, y no vivir absortos en encontrar la próxima novedad, es necesario ralentizar nuestro ritmo. Nos tenemos que forzar a vivir más despacio para poder apreciar todo lo que ya tenemos y no somos capaces de ver.
No necesitamos perder lo que tenemos para agradecerlo
Una de las características humanas más absurdas es la de valorar las cosas cuando ya no las tenemos. ¡Cuánta gente vive lamentando aquello que ya no tiene! ¡Y cuánta gente no le da importancia a lo que tiene cuando lo tiene! Lamentablemente, los seres humanos funcionamos de esta manera.
Si utilizáramos nuestra inteligencia en menesteres menos racionales, podríamos ponerla al servicio del aprecio por lo que tenemos. Cuando somos capaces de vivir observando y apreciando aquello que tenemos, la vida se convierte en un paraíso. Viviendo de esta forma, no necesitamos que llegue ese futuro que nos promete la felicidad. La felicidad está aquí y ahora si sabemos verla y apreciarla.
Momentos para conectar con el agradecimiento
Como ya hemos dicho, para conectar con el agradecimiento es necesario contar con momentos de tranquilidad. Necesitamos propiciar esos momentos en los que no tenemos que hacer nada. Podemos reservar ciertas horas del día para no ser productivos y dedicarnos al arte de no hacer nada.
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Por ejemplo, salir a dar un paseo sin necesidad de tener que ir a un lugar determinado, puede ser una estupenda ocasión para conectar con el agradecimiento. Pocas veces somos conscientes de cosas tan vitales e imprescindibles como tener unas piernas con las que poder caminar. Este hecho, si fuéramos capaces de observarlo y darle la importancia de que realmente tiene, podría convertir nuestro paseo en un auténtico placer. Si a esto le añadimos la capacidad de respirar, nuestra vista, nuestros oídos, nuestra capacidad de sentir, etc, podemos hacer una lista interminable y, quizá, acabar de rodillas agradeciendo.
Agradece cada día
Una de las mejores prácticas que puedes hacer es, cada día, escribir varias cosas por las que te sientas agradecido. Puedes comprar un cuaderno para este fin. Cada noche, al finalizar la jornada escribe todo aquello por lo que puedas sentirte agradecido. Quizá la lista al principio sea corta, pero según el hábito se vaya instalando en ti, te aseguro que la lista se irá haciendo mucho más larga. Este simple hábito conseguirá que tu mente se acostumbre a situarse, de manera automática, en aquellas cosas que tiene y olvide las que no tienes.
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Además de esto, intenta encontrar motivos de agradecimiento tanto para aquello que creas positivo como lo que llamamos negativo. Estarás de acuerdo conmigo que, mirando para atrás, hay acontecimientos que, en su día consideramos negativos, que en este momento y con el paso de tiempo, son cosas por las que sentirnos tremendamente agradecidos. Por eso, acostumbra a agradecer todo aquello que acontezca en tu vida.
Olvida tus expectativas de cómo y cuándo deberían de ser las cosas y practica el agradecimiento en cualquier situación. ¡Tu vida mejorará enormemente!
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