¿Alguna vez te preguntaste cómo sería ver el mundo con los ojos de un niño?
Bueno, seguramente no te lo preguntabas cuando eras pequeño, ya que dabas por hecho que el mundo era maravilloso a tus ojos. Así ven los niños pequeños el mundo: con ojos grandes y asombrados, todo cuanto les rodea, con intensidad y muy presentes en cada acto que realizan. Comer se vuelve una necesidad tanto como un placer; satisfacer cualquier deseo es su única premisa. Y lo logran, casi siempre. Lamentablemente es un mundo extraño en el que lo más simple se puede volver inalcanzable para muchos; no hace falta que entremos en detalles, verdad?
Imaginemos por un momento que somos niños otra vez.
Imaginemos que nuestro entorno se vuelve nuevo, diferente de hace un momento.
Imaginemos que descubrimos cada cosa, cada sonido, cada olor, sabor, textura... todo como si fuera la primera vez. Ahora mismo estoy sintiendo las teclas de mi teclado con mayor atención. Qué es lo que percibo? la textura suave de la superficie de cada tecla, su temperatura (más alta de lo óptimo según el técnico de mi computadora), el calor que emana del aparato negro e inerte que sólo responde a mis directivas sin capacidad propia para evitar cualquier margen de error de mi parte. Es así, una simple máquina.
Pero nosotros no somos como una máquina. Los humanos tenemos esa extraña y ambigua cualidad para automatizarlo todo y cocrear al mismo tiempo. Como para no volverse loco! es que este mundo moderno nos lleva de las narices como quiere (y dictamina) y casi casi, sin darnos cuenta (quizás?) terminamos nuestros días y porvenir en manos de una ocupación que no nos satisface, una pareja que no amamos ni nos ama, una vida vacía de contenidos hechos para nosotros.
Es tiempo de hacer un alto, una llamada a la reflexión y poner las cosas en su orden natural.
Y cómo se hace eso?
Muy fácil: te propongo que encuentres un lugar tranquilo en tu casa, oficina o espacio que tengas a mano en este momento; ahora mismo, sí. YA! Que cierres los ojos y te dejes llevar al primer recuerdo de tu infancia en el que te veas haciendo algo que te gustara mucho mucho mucho hacer, con lo que te sintieras vos mismo, feliz y sabiendo que estabas en el lugar y momento perfectos.
A mí, por ejemplo, me encantaba jugar con los Rastis (o Mis Ladrillos en otros países); armar rompecabezas, pintar; dibujar; cantar y tocar una guitarra de juguete que sonaba bastante mal; tocar una cítara de verdad verdadera, con pentagramas y todo; modelar con Plastilina; usar cerámica para diseñar las cosas más amorfas que se puedan imaginar, pero que para mí eran dinosaurios, perros, canguros y demás bichos; practicar expresión corporal; andar en bicicleta en el Parque Las Heras (nací, me crié y vivo en Buenos Aires, la ciudad más ecléctica y bella por naturaleza); patinar; correr sin parar con mi perra cócker spaniel; treparme a los árboles; disfrazarme con vestidos de la infancia de mi madre de cuando bailaba flamenco; jugar con muñecas, cómo no, y hacerlas tomar el té o darles clase de qué se yo qué cosas...; observar largas horas a las hormigas acarreando hojitas hasta su hormiguero; orugas, mariposas y todo bicho que camine, repte o vuele me llamaban la atención. En fin, todas las cosas simples pero fascinantes que a los niños les atraía por lo menos en mi época... cumplo 50, asi que... calculen cómo cambió todo. Lo último que entró en mi vida de niña, fue la tele. Para qué! me aburría de sólo mirarla, ya que con los pobres cuatro canales de aire que había y encima en blanco y negro... seguía prefiriendo hacer mis cosas favoritas en mi cuarto o al aire libre.
Ustedes dirán: y qué tiene que ver todo ésto con la vocación? pues... TODO!!! lo que traemos en nuestra almita al nacer, es nuestra vocación, es nuestra misión o proyecto de vida. A veces el llamado es tan fuerte que el niño o niña no tienen lugar a dudas sobre lo que quieren desarrollar de grandes. Como por ejemplo mis hermanos (me van a matar, pero es que no puedo dejar de mencionarlos como mis mejores ejemplos). Mi hermano tuvo fascinación desde bebé por todo lo eléctrico, que luego devino en lo electrónico y más tarde en luz y sonido. Y se dedicaba a desarmar cuanto chisme encontraba en nuestra casa para saber cómo era que funcionaba la cosa. Es un exitoso técnico electrónico y especialista en programación de sonido y ambientación. Mi hermana menor tuvo muy claro desde el vamos que no le atraían las muñecas: ella quería animales de peluche. No se les ocurriera darle un peluche para jugar que no tuviera orejas y rabo! Hoy es una brillante bióloga doctorada en comportamiento animal.
En cambio yo... hice un laaaaargo camino de búsqueda y autoconocimiento hasta dar con mi actual dedicación, que es la escucha terapéutica, la fisioterapia integral y el couching (como se le llama hoy, pero para mí no es otra cosa que la empatía en su máximo potencial)
Sí, de niña daba brincos por el aire y tenía una hiperactividad física y emocional como para abastecer una central hidroeléctrica. Hoy me siento y escucho. JA! pero aunque no lo parezca, todo ese desarrollo que se manifestó en mi infancia tuvo que ver con mi aquí y ahora. Puedo ser muy metódica y disciplinada y a la vez desestructurada y creativa. Mi gran curiosidad y aceptación de todo lo que abarcaba con mis sentidos infantiles hoy se convirtieron en un don para la empatía. Todo sirve a la hora del autoconocimiento personal. Rememorar los olores de la niñez: la comida casera, los cambios de estación, del portafolios escolar de cuero, de los cuadernos y lápices, de las plastilinas de colores, las témperas del jardín de infantes!!! esas con las que nos permitían enchastrarnos los dedos y dejar nuestra huella imborrable en el papel de dibujo (y en el delantal...). Pero los límites no se hicieron esperar. Poco después ya no se nos permitiría rellenar una figura fuera de la línea, ni pintar el cielo de color verde... ni salirse del renglón al escribir, ni...
Y así, de golpe, nos hicimos adultos obedientes. Y amargados.
A no desesperar!!! nunca es tarde para Ser!!! sólo hay que dar un pasito cortito a la vez en los cambios, uno a uno, día a día, trayendo a la memoria a ese niño interior que se quedó en el rincón de los castigos y nadie le avisó que podía salir a jugar otra vez. Pon en práctica pequeños cambios que te saquen de la automatización de tu mente. No pasa nada. Es como dicen los técnicos en computadoras: vé probando, total no se rompe... bueno, lo mismo ocurre con nuestros hábitos. Un día puedes tomar una ruta diferente para ir al trabajo, o incorporar una caminata en el horario del almuerzo, o poner el despertador quince minutos antes por las mañanas y ver el amanecer... desayunar sentado mientras disfrutas de tus niños jugar con sus mascotas, pasar más tiempo con tu familia y dejar de lado el celular o la tablet o el internet, cambiar el lado de la cama en el que duermes, ducharte por la mañana en lugar de la noche o viceversa... lo que quieras!!! sólo propónte un cambio y cúmplelo. No cedas a la tentación de volver al estado anterior, si no tu mente te dirá: "aaaahhhhh, al final yo tenía razón. Déjame llevar a mí el control de tu vida", mientras se refriega las manitos de satisfacción. No se lo permitas!!! Tú no eres tu mente. Tú eres una esencia que habita un cuerpo que posee una mente pensante. Y ESA ESENCIA VINO CONTIGO AL NACER. De eso se trata ser feliz. De ser uno mismo.
Cierra los ojos, como dijimos, y recuerda qué es lo que más te gustaba hacer. Y HAZLO!!!
Abrazo del Corazón. Mariel Alabarcez
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Saludos cordiales,
Mariel Alabarcez - Terapeuta Zen Shiatsu -
CABA. Argentina