La primera vez que la leí y la asumí, pude comprender que muchas veces, nos etiquetamos en base a las emociones que experimentamos día a día.
Te confieso que la ira es una emoción que ha rondado mi biografía. Y en mi juventud llegué a creerme que yo era una cascarrabias.
Ahora entiendo que no.
No es que no me enoje, no es que sea ya candidata a monje…
Simplemente comprendí que el enojo era una emoción que necesitaba expresar de otras formas más sanas y que también tiene una función importante.
Comprendí que aunque me enojara, esos momentos no me definían como persona.
Y lo más importante, el no etiquetarme me permite estar dispuesta a hacer algo diferente, no casarme con la idea de que así soy y no puedo cambiar. Y cuando esto entró en mi sistema, ¡bum!, es cuando menos me enojo y trato de hacer cosas más constructivas.
Entonces te invito a que reflexiones al respecto y sobre todo, no te etiquetes, recuerda, no eres tus emociones, ellas son parte de ti y tu naturaleza pero no tu esencia.
No te olvides de compartir. Namasté.