El miedo es la angustia que te invade cuando estás en presencia de un peligro.
Este peligro no tiene por qué ser real y tangible, sino que puede ser perfectamente imaginario. Cuando sientes que tu seguridad personal o la de aquellos que amas está en entredicho; cuando tu sentido de la supervivencia se ve amenazado, en tu cuerpo saltan todas las alarmas y se despliegan todos los síntomas que conocemos como miedo.
Necesitas más espacio alrededor.
Te repliegas, para evitar contacto externo.
No puedes parar de mover los dedos, la pierna... estás inquieto.
Tu respiración se vuelve más rápida y más superficial.
Sube tu pulso y tu tensión arterial.
Se te seca la boca y tienes las palmas de las manos sudorosas.
Tienes tics faciales.
Te quedas paralizado.
Te salen sarpullidos.
Aunque el miedo haya sido una de nuestras respuestas al peligro para asegurar la supervivencia, no tiene sentido estar dominado por él en tu vida cotidiana.
Cuando sentimos miedo, no pensamos con claridad: estamos concentrados en la huida de aquello que atenta con nuestra seguridad imaginaria. Preocupados por pensamientos que nos vaticinan un futuro desagradable para el que no estamos preparados.
Curiosamente, son precisamente el miedo y la preocupación los mayores muros a la hora de acceder nuestras capacidades naturales de resolución de problemas. No podemos encontrar soluciones viables, ¡estamos muy asustados!
En esos momentos, la solución más deseable es la huida: escapar de la situación y no estar metidos en ella. Pero, ¿qué ocurre cuando no puedes escapar de esa situación?
Es hora de cambiar el foco. Con la presencia del miedo, la claridad mental se resiste. Con la calma y la paz mental, unida a la atención al momento presente, el miedo se disuelve y se hace lo suficientemente fino como para poder traspasarlo y llegar al otro lado de la cortina.
Calma + Atención al Presente + Confianza + Respiración = Disolución del Miedo.
Concentrándote en la calma, serás mucho más capaz de elegir pensamientos positivos y modificar tu respiración para acompasar tu estado de ánimo.
¿Cómo puedes trascender tu miedo?
Sé consciente de tu miedo. Para algunos es más fácil que para otros. Hay personas que viven con los ataques de pánico como compañeros de vida. Otras tienen al miedo como una sensación ligeramente incómoda que viene a verlos de cuando en cuando. Sea cual sea el nivel de miedo que experimentes en tu vida diaria, sé consciente de su existencia. No lo niegues. Cualquier sentimiento negado y reprimido se hace mucho más grande y, lo que es peor, se disfraza y se queda atrapado en tu inconsciente.
Concéntrate en lo que puedes controlar. Es fácil sobreestimar la propia capacidad de solucionar las cosas. Toma responsabilidad por ti mismo: ¿qué puedo hacer yo para vivir esta situación con calma? ¿Qué cosas puedo controlar? ¿Qué otras no puedo tener entre manos? ¿Puedo delegar? ¿Estoy dando por hecho que tengo que ocuparme de esto? ¿Es realmente mi responsabilidad?
Confiar como mantra personal. Cuando ya has tomado entre tus manos los asuntos que puedes controlar, es momento de confiar. “¿Pero cómo puedo confiar si no sé si esto saldrá bien?” Es un salto fuera de tu zona de confort al espacio donde crecen los sueños y las oportunidades. Necesitas confiar y creer en ti mismo. Debes ser la persona que más confía en tus posibilidades de supervivencia y éxito.
Soltar las expectativas. El miedo a no conseguir nuestras metas y objetivos es un gran obstáculo que nos ponemos delante. También es la raíz del autosabotaje: si no confías en que puedes conseguir tus metas, si tienes miedo a que éstas no se materialicen, estás plantando semillas para que ocurra precisamente aquello que temes. Te animo a aferrarte a una sola expectativa, por muy contradictorio que sea este consejo: pase lo que pase, ocurra lo que ocurra, sabrás cómo gestionarlo para sacar el mejor resultado para ti.
Recibe Reiki: o regálate un autotratamiento si ya estás iniciado. En Reiki, sobre todo si ya tienes Reiki II, podrás trabajar tu cuerpo emocional y mental con el símbolo Sei-he-ki. Traza Sei-He-Ki en las palmas de tus manos y trata específicamente el área donde sueles tener acumulada toda la tensión que el miedo te produce. En mi caso, trato el área del estómago e intestinos y los chakras que rigen sobre ellos. Con los ojos cerrados, visualiza el miedo como una bola oscura que lanzas hacia la luz. Si acudes a terapia, cuéntale a tu terapeuta de Reiki tus síntomas actuales y sabrá cómo tratarte.
El miedo no desaparecerá, ¡eres humano! Pero sabrás vivir con él como una sensación que está bajo tu control y no como una guía que determina tu vida y tus posibilidades.
Sabrás transformar situaciones incómodas en experiencias sanadoras, a través de las cuales te conocerás aún más a ti mismo.
Cada vez que el miedo te invada, te invito a seguir este proceso: reconocimiento, aceptación, orden, confianza, liberación de expectativas y Reiki para sanar tu cuerpo mental y emocional.
Puedes hacerlo.