El cerebro, encerrado en una oscura bóveda craneal, necesita del cuerpo para acceder a su entorno y experimentarlo; son nuestros sentidos (la vista, el oído, el olfato, el tacto) los que se relacionan con el medio ambiente permitiendo al cerebro funcionar y crear su mente, su universo particular. Pensamos con el cuerpo.
Hay evidencias neurofisiológicas de que ciertas áreas sensorio-motoras en el cerebro se activan mediante el lenguaje interno. El médico estadounidense Edmund Jacobson (1888-1983) fue el creador de la “relajación muscular progresiva” basándose en la idea de que la tensión muscular es producto de pensamientos de angustia o incertidumbre, y afirmaba que aprender a relajarse muscularmente reduce o bloquea esa ansiedad mental.
Los atletas suelen simular mentalmente acciones corporales (como antes del salto de altura o de longitud) mediante un lenguaje interno (vamos, el último paso flexionado y potente hacia arriba). Jacobson comprobó, utilizando un electromiógrafo, que solo con pensar en un movimiento determinado aumentaba el voltaje (incrementando así la tensión y la carga energética) en los grupos musculares encargados de dicho movimiento.
Mente y cuerpo son dos aspectos de un mismo proceso orgánico o corporal, donde el cuerpo estructura los contenidos mentales y éstos, a su vez, determinan ciertas características de la acción corporal.
Las teorías corpóreas, en general, proponen que el sistema neural, usado habitualmente para percibir y actuar sobre nuestro entorno, es el mismo que usamos para comprender el lenguaje. Nuestros contenidos mentales, conceptos e ideas, determinan nuestra experiencia corporal, puesto que el lenguaje se basa, principalmente, en representaciones corpóreas; y a su vez la experiencia corporal moldea nuestra mente.
Durante la adquisición del lenguaje, los verbos de acción y las acciones consecuentes se han ido asociando repetidas veces con la práctica, creándose conexiones entre las áreas cerebrales que procesan el lenguaje y las áreas motoras correspondientes a su significado. Así se va estableciendo la mente corporeizada, donde todos los conceptos mentales se van encarnando gradualmente.
Cada tendencia mental busca una adecuada expresión corporal. La mente humana es corpórea, no puede trascender el cuerpo del que surge; el cerebro es un músculo más de nuestro cuerpo, aunque con mecanismos neuronales que nos permiten distinguir y elegir entre varias opciones de acción.
La estructura de nuestro razonamiento surge a partir de la relación con nuestra corporalidad, con nuestra forma de percibir el mundo al movernos físicamente en él. Hay una relación jerárquica entre las estructuras sensoriales que procesan información dirigida hacia un objetivo inmediato, y las estructuras motoras que se orientan a la acción para lograr ese objetivo.
Para esta teoría es poco práctico diferenciar entre un cuerpo que solo se dedica a recibir y enviar información al cerebro para que procese los datos, convirtiéndose mientras tanto en un elemento pasivo esperando recibir órdenes, y un cerebro que después de mandar sus órdenes al resto del cuerpo para que actúe en consecuencia, pase a ser un agente pasivo mientras espera nuevas informaciones.
Según la embodied cognition existe una cualidad dialéctica y dinámica entre diversos componentes del cuerpo (incluido el cerebro) y las funciones de razonar, recordar, tomar decisiones, etc. La integración entre pensamiento y percepción es lo que crea el sistema mental o conceptual y el que da sentido a la experiencia. Lo psíquico es consecuencia directa de lo biológico, hay una simultaneidad psicosomática.
La indivisible unidad mente-cuerpo es lo que define al ser humano.
Autor: Iñaki Kabato (colaborador de nuestro blog)
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