¿QUÉ ES LA IDENTIDAD SOCIAL?

Hasta la década de 1980 la Psicología Social explicaba los procesos psicosociales mediante enfoques individualistas, a partir de los rasgos únicos y característicos de cada persona (Identidad personal).

Pero entonces surgió con fuerza la idea de una identidad social, que llegaría a difuminar los límites entre la identidad personal y la social. Cada persona suele definirse tanto por sus rasgos personales como por su pertenencia a grupos sociales.

La Teoría de la Identidad Social (TIS) reúne los trabajos de dos psicólogos británicos: la teoría de la identidad social de Henry Tajfel (1919-1982) y la teoría de la auto-categorización del yo de John Turner (1947-2011).

La TIS es una de las teorías más influyentes dentro de la Psicología Social que ha contribuido a entender la dimensión social de la conducta humana. Intenta integrar las motivaciones y pensamientos de un individuo con el grupo o categoría social al que pertenece.

Las personas somos conscientes de nuestra pertenencia o no a algunas de las muchas categorías sociales de que está compuesto nuestro contexto social, y necesitamos saber cómo piensan y actúan los miembros de esos grupos para facilitar nuestra relación con ellos.

La pertenencia a grupos sociales nos motiva a adoptar sus valores éticos y sus normas, influyendo poderosamente en nuestra conducta y en nuestro concepto sobre nosotros mismos. Podemos desarrollar diferentes identidades sociales basadas en el mayor o menor grado de identificación hacia los diferentes grupos con los que interactuamos. Cada grupo condiciona en cierto grado nuestra forma de actuar y reflexionar en cada contexto particular.

El proceso de la identidad social, según la TIS, se compone de tres elementos: categorización, comparación e identificación.

Categorización

El ser humano tiende a clasificar el mundo en categorías para poder comprenderlo y asimilarlo mejor. Categorizamos a las demás personas en grupos sociales para diferenciarlas y etiquetarlas según su raza, nacionalidad, sexo, religión, cultura, profesión, etc.; y al hacerlo tomamos conciencia nosotros mismos de las categorías a las que pertenecemos y de las conductas que hemos integrado de ellas.

En la categorización del Yo aparecen, al menos, tres niveles:

El más elevado es la categorización del Yo como “ser humano” frente a las demás especies (categorización interespecies);

El intermedio son las categorizaciones intergrupales que determinan las similitudes y diferencias sociales entre las personas y define a un individuo como vinculado a un grupo y no a otros;

El subordinado se refiere a las categorizaciones personales del Yo, formadas mediante comparaciones interpersonales entre uno mismo y otros integrantes del propio grupo.
Cuando un nivel está operativo, los otros dos permanecen desactivados.

El mecanismo de categorización, según lo imaginó Tajfel (1978), es un proceso mental que, por un lado, intensifica las diferencias con otros grupos que no son el nuestro y, por otro lado, acentúa la similitud entre estímulos (creencias, actitudes, normas) que percibimos como pertenecientes a nuestra categoría o grupo social.

Tendemos a dividir nuestra realidad social en dos categorías diferentes: el endogrupo (nuestro grupo) y los demás exogrupos.

Si yo me categorizo (autocategorización) como “hombre” en una situación determinada, estaré acentuando mi sensación de proximidad con otros hombres y mi diferencia con las mujeres según mis creencias respecto a esa categoría, utilizando ciertas dimensiones de la comparación social para esa situación específica.

Comparación

Al igual que nos comparamos individualmente con los demás para comprobar semejanzas y diferencias, nuestra autoestima positiva se satisface, según la TIS, al ensalzar las diferencias entre nuestro grupo y otros exogrupos en las dimensiones más positivas que favorecen a nuestro grupo social. Nos sentimos comprendidos y respetados por el endogrupo cohesionado y especial.

Se establece una diferenciación intergrupal mediante el principio de acentuación: aumentar las diferencias entre grupos en las facetas en las que el endogrupo destaca positivamente. Así se genera una percepción de superioridad en la que los componentes del endogrupo adquieren una “distintividad” positiva en comparación con los exogrupos, generando así una identidad social positiva.

Pero si la comparación social resulta negativa, el individuo percibirá un estado de desazón que activará determinadas estrategias para contrarrestar esa inquietud, introduciendo diferentes comportamientos intergrupales para conseguir una identidad social positiva. Tajfel (1981) planteó dos estrategias principales:

Movilidad social: podría suceder cuando la persona cree que no hay barreras insuperables entre las categorías sociales, y trabaja para llegar a ser miembro de un grupo social de estatus superior.

Cambio social: ocurre cuando la persona cree que pasar de un estatus inferior a otro superior es insuperable para ella; entonces, junto con su endogrupo, intenta desarrollar estrategias nuevas que permitan reevaluar positivamente al grupo (p. ej. con el cambio del exogrupo de comparación, con nuevas dimensiones de comparación o con la redefinición de los valores de determinadas dimensiones).

Identificación

Las personas tendemos a relacionarnos con ciertos grupos sociales con los que nos sentimos identificados y así poder reafirmar nuestra autoestima. Nos identificamos con los logros positivos de nuestro grupo y eso se refleja en nuestro estado de ánimo positivo. Esta identificación social procede de la categorización y de la comparación, e influirá en nuestro comportamiento.

Cuando una situación en un contexto específico produce en nosotros una fuerte identificación con nuestra categoría social, surge el proceso de despersonalización: dejamos de sentirnos personas únicas y diferentes y nos comportamos según la imagen o idea que tenemos de las normas de conducta, actitudes y particularidades que tienen los miembros de esa categoría social; nos sentimos similares a los integrantes del grupo.

La despersonalización no significa la pérdida de nuestra identidad personal, sino el cambio de nivel desde la identidad personal a la social. Es el proceso de redefinición cognitiva de nuestro autoconcepto (nuestro Yo) por el que la conducta individual se transforma en conducta colectiva (regulada por las normas grupales) cuando compartimos objetivos comunes.

Por el contrario, cuando percibimos diferencias con otras personas se produciría el proceso de personalización: nos definimos como personas únicas y nos comportamos según nuestras creencias y características personales.

La conducta dentro del continuum “intergrupal-interpersonal”

Nuestro comportamiento social, según Tajfel (1978), varía dentro de un continuum que va desde el contexto intergrupal, en un extremo, al contexto interpersonal en el otro. Nuestra conducta está determinada por la relación que tenemos con ciertos grupos o categorías sociales (situación intergrupal), y también por las relaciones personales con los demás y por nuestras características psicológicas únicas (situación interpersonal).

La teoría de la Autocategorización (TAC) intenta explicar por qué una misma persona puede mantener conductas muy diferentes dependiendo de la relación entre el contexto social que experimenta y sus características psicológicas personales. Pretende encontrar los elementos que nos autodefinen.

Los estereotipos (imágenes o ideas aceptadas por la sociedad) serían entonces dependientes del contexto, y variarían en función de nuestra relación con los demás, el sistema de clasificación de categorías, cómo nos comparamos con los otros, además del grado de conocimiento que tengamos sobre nosotros mismos (nuestros valores, necesidades, creencias, expectativas y metas personales).

Según Turner (1994), la Psicología Social se basa en la existencia de procesos psicológicos individuales que determinan cómo funciona la sociedad y, al mismo tiempo, cómo los procesos sociales determinan las peculiaridades de la psicología humana. Nuestra mente está programada socialmente, y sólo con la interacción social emergerán las propiedades psicológicas que atesora el ser humano.

Nuestro autoconcepto, nuestra individualidad, es la suma de dos identidades entrelazadas: la identidad personal (sentimiento de lo que nos diferencia de otros) y la identidad social (sentimiento de lo que nos asemeja con otros). Buscamos una identidad propia comparándonos con nuestros semejantes, sintiendo que pertenecemos a un entorno social que respeta nuestras características particulares.

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Autor: Iñaki Kabato (colaborador de nuestro blog)

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