C. D. Friedrich – El caminante sobre el mar de nubes
En este artículo me gustaría centrarme en los motivos para no decidir suicidarnos. No voy a entrar en el debate de la eutanasia ni en el poder de determinación de las circunstancias externas sobre nuestra vida que nos pueden llevar a ello.
Mi intención es dar argumentos para tener en cuenta cuando pasemos por una situación que nos haga pensar en el suicidio o para los profesionales que traten esta problemática.
Futuro no escrito
Independientemente de que creamos o no en una predestinación, no sabemos cuál es la dirección que nuestra vida va a tomar. Podremos tener intuiciones, creencias o sensaciones, pero el futuro no le conocemos.
Ante esta falta de seguridad, siempre podremos pensar que nuestra vida puede dar un giro de ciento-ochenta grados y volver a sentirnos con ilusión.
Circunstancias cambiantes
Aunque podamos estar pasando por circunstancias negativas o dolorosas, en el día de mañana estas mismas pueden variar, haciendo que nosotros también cambiemos emocionalmente.
Hoy podemos estar tristes porque nos han echado del trabajo, pero dentro de un año podemos haber obtenido un empleo seguro y enriquecedor.
Impacto familiar
Más que pensar en cómo afectaría a la familia de manera general, si detallamos las implicaciones tomamos una nueva perspectiva. Así, por ejemplo, podemos preguntarnos: ¿cómo se sentiría mi hijo cuando le pregunten cómo murió su padre? o ¿cómo afectaría a la vida de mi hija si yo me suicidara?
Al detallar tomamos más contacto con la realidad y por tanto con las consecuencias de nuestro acto.
Cambio de gafas
Aunque nuestras circunstancias sean problemáticas, siempre está en nosotros el elegir ver estas circunstancias de una manera u otra. Es el famoso vaso medio vacío o medio lleno.
Si tomamos contacto con nuestras gafas mentales, podemos trabajar las lentes e ir modificando nuestra visión. El fin de una mala relación puede ser también el despido de un vampiro energético de nuestra vida.
Falta de demostración
Un argumento irrefutable es la imposibilidad de demostrar que algo va a suceder al cien por cien, fuera de un contexto científico. La incertidumbre siempre nos puede sorprender.
Todos tenemos en mente casos de enfermos diagnosticados que se han recuperado. Este hecho nos hace pensar en la impredecibilidad del futuro.
La muerte no es descanso
En nuestro día a día, después de una jornada ajetreada, nos disponemos a descansar. Este comportamiento junto a la sensación de ausencia de cansancio del día siguiente, nos hacen apreciar y disfrutar el descanso.
En cambio, cuando pensamos en la muerte como un descanso, tenemos que tener en cuenta dos cosas: por un lado, que no vamos a despertar y por otro, que no vamos a ser conscientes de este descanso. Por tanto, no deberíamos hablar de la muerte como descanso propiamente dicho.
Admito que son pocos puntos, por lo que os invito a dejar vuestros argumentos.
Carlos Postigo