Pues bien, esta opción es posible gracias a un elemento que se revela como absolutamente indispensable. Se trata de la camilla, cuya altura ideal puede variar en función de la talla de la persona que ha de manejarla.
Por otro lado, cuanto más ancha sea la camilla, más cómodo se encontrará el paciente. Afortunadamente, en el mercado existen camillas de todo tipo, pero resulta fundamental saber la diferencia entre dos tipos básicos: las camillas eléctricas y las camillas hidráulicas.
Camilla eléctrica Vs. Camilla hidráulica
Las camillas eléctricas constituyen un tipo de camilla muy variable, ya que se adaptan automáticamente a las necesidades que presenta cada tratamiento. Su principal ventaja es que disponen de un mando de mano o de pie, que permiten subir o bajar la camilla tan solo apretando un botón.
Existen modelos de camillas eléctricas que traen incorporado el sistema periférico. Se trata de un mecanismo de elevación que radica en la presencia de un dispositivo ubicado a ras de suelo, y alrededor de toda la camilla. De este modo, se puede accionar con un leve desplazamiento lateral de pie, con independencia de la posición en la que se esté.
De la camilla eléctrica cabe destacar que dispone de distintos sensores y motores, lo que hace especialmente necesario realizar un mantenimiento de la totalidad de sus sistemas. Dichos instrumentos precisan alimentación eléctrica para su funcionamiento.
Las camillas hidráulicas o regulables de forma manual se adaptan especialmente bien, ya que la transición entre alturas es de lo más ligera. Para aumentar su altura tan solo hay que accionar una palanca varias veces con el pie, hasta conseguir dar con la medida exacta.
Sin embargo, para bajar la camilla es necesario levantar la palanca con el pie. Hay que tener en cuenta que como estas camillas no necesitan alimentación eléctrica, pueden utilizarse en cualquier sitio y no necesitan un gran mantenimiento.
¿Qué altura debe tener una camilla para dar masajes?
Es fundamental que las camillas para masajes sean regulables, ya que esto facilita el trabajo al masajista. Un rango perfecto sería entre 50 y 95 centímetros. Ante todo, debe tratarse de una camilla especialmente cómoda, aspecto en el cual la altura adquiere una importancia vital. El cabezal debe ser regulable también, de modo que se pueda colocar al paciente con el tronco más o menos elevado, según lo que exija el masaje que se le deba realizar.
Para comprobar si en efecto la altura de la camilla se ajusta al cuerpo, tan solo hay que situarse de pie frente a ella, con los brazos extendidos y rectos a lo largo del cuerpo. Si se apoyan los puños en la camilla sin doblar el brazo, la altura es perfecta para realizar el trabajo.