La grasa intramuscular, energía de reserva

Entre las zonas del cuerpo humano más conocidas donde se acumula la grasa está la que se encuentra alrededor de los órganos, es decir, la grasa visceral. Mientras que la grasa periférica se aloja especialmente en las extremidades. No obstante, existe un término poco familiar: los triglicéridos intramusculares. En palabras más sencillas es aquella grasa intramuscular, que se utiliza como energía de reserva.

Suelen ser depósitos muy pequeños y solo en personas que sufren altos grados de obesidad se puede apreciar un mayor almacén de grasa en músculo, algo que puede contribuir a hacer al cuerpo resistente a la insulina lo cual puede llevar a una diabetes.

¿Cómo la grasa intramuscular se convierte en energía?

El organismo, tan sabio, reserva este tipo de grasa entre los músculos, una cantidad que suele ser inferior al resto. Entonces, cuando se realiza ejercicio físico, estos ácidos grasos empiezan a movilizarse hacia el músculo, atraviesa la membrana celular y finalmente llega a la mitocondria, y es aquí dónde se produce la conocida “quema de grasas”, un proceso a través del cual se transforman esas gotitas de grasa en energía.

Por ello es importante conocer tu composición corporal, que no significa únicamente saber los números que indica la báscula.

Es aconsejable que solicites a los profesionales de tu club de entrenamiento un informe detallado que, entre otras cosas, te ofrecerá datos acerca de la cantidad de grasa, líquido y masa muscular que acumulas en tu organismo.

¿Cómo incrementar las reservas de grasa intramuscular?

Cabe destacar que la cantidad de calorías que se almacenará como grasa intramuscular y que después servirá de energía, variará según la rutina de ejercicios realizada. Es por ello que un entrenamiento adecuado será el que haga posible que estos ácidos grasos se conviertan en combustible.

La alimentación, por otro lado, es un factor también determinante en la presencia de grasa intramuscular. Las modificaciones en la dieta pueden influir en las reservas de estos triglicéridos, los cuales, incrementarían con el consumo de grasas saludables, halladas en alimentos como el aguacate, el aceite de oliva, los pescados azules, las nueces, semillas y frutos secos.

Como ves, el hecho de tener “grasa” no siempre lleva connotaciones negativas, de hecho, existen unos porcentajes mínimos que debemos tener para que todas las funciones orgánicas de nuestro cuerpo se lleven a cabo, eso sí, debemos mantener ese porcentaje bajo control para no excedernos ni estar por debajo.

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