La exaltación de valores como la juventud, la belleza, la riqueza, la fama y la competitividad, que provocan que nos sintamos inferiores al compararnos con ideales o modelos inalcanzable
El elogio de la humildad, que nos hace confundir el reconocimiento de una labor bien hecha, con la vanidad o la presunción. pensar que superar a los otros nos lleva a quedarnos solos
El sentimiento de culpa. Atribuir a nuestras acciones la causa de todo lo malo sin sopesar la influencia de otros factores, de otras personas.¿Cómo dar un "empujoncito" a nuestra autoestima?
Conócete. Repasa tus puntos fuertes, lo que se te da bien, y hazlo a pesar de tu perfeccionismo, que sin duda te dirá que todo es insignificante.
Sé fiel a ti mismo. Define tu escala de valores, tus principios, y vive de acuerdo con ellos en lugar de traicionarte y seguir los de los demás.
No te critiques. Valora tus errores en su justa medida y piensa que de ellos siempre puede sacarse algo positivo: aprender.
Actúa. No te quedes parado lamentándote. Si hay algo en ti que no te gusta, cámbialo. Emplea la misma energía en decirte a ti mismo "no puedo" que en decir "sí, puedo"
Aléjate de las personas tóxicas. De todos aquellos que de forma más o menos directa te bombardean con mensajes negativos sobre tu propia capacidad, porque son ellos los que no valen la pena.
Trata de mirar al pasado sin rencor y enumera todas las cosas, por pequeñas que sean, que te han salido bien.
No hay que encontrar grandes éxitos, basta con observar el día a día, lo cotidiano.
Porque para recorrer una gran distancia no queda otra que dar muchos pequeños pasos.
Porque si te quieres vivirás mejor, así que, y haciendo uso de aquel conocido "slogan",
dale la vuelta al cartelito y escribe: "porque yo lo valgo".