Fuente: Integra Salud Talavera
Expresión Saludable por el Día Mundial del Alzheimer.
Enviado por: Rosalie Orens (Rov)
- Le gusta hacer nudos- Fue lo primero que me dijo su hijo después de presentarme.
Me señaló a su padre, me dio algunas indicaciones, besó su frente y se marchó de la habitación del hospital.
Me coloqué al lado de la cama de Julián. Era un hombre muy mayor, tendría cerca de 90 años, sino más. Parecía que estaba un poco ido pero con algunos momentos de lucidez. Me despertaba mucha ternura.
Le cogí la mano para saludarle. Desprendía mucha calidez. Me besó la mano y yo la suya. No sabía muy bien por qué. Pero me sentí bien.
Acomodé la silla que estaba a su lado y me desabrigué. Hacía mucho calor en la habitación.
Julián tenía la manta enredada en la barrera de la cama. Intenté varias veces sacarla de allí, pero él estiraba y estiraba y no me la dejaba. Tenía mucha fuerza y yo no quería batallar con él. Sabía que en algún descuido suyo conseguiría desenredarla y abrigarle con ella.
No pasó mucho tiempo hasta que apagaron la luz de la habitación y, yo, la que estaba arriba de su cama. Quedamos casi a oscuras. La luz del pasillo era muy potente. En la cama contigua a la de Julián, otro señor muy mayor también estaba siendo acompañado. La cuidadora era muy amable y venía a ver a mi viejito de vez en cuando.
Intentamos dormir. Julián aún estaba medio sentado, la enfermera y el celador aún no habían pasado a cambiarle el pañal ni a bajarle su cama. Estaba incómodo. Se iba hacia un lado o hacia otro de la barrera y estiraba de la manta. Parecía que la acariciaba, la abrazaba... Mis sospechas se esclarecieron cuando empezó a darle besitos. Creo que estaba teniendo reminiscencias. Era muy tierno.
Pasado un rato, me percaté que no tenía cogida su manta, empecé a desenredarla. Cuando me creía victoriosa, Julián estiró de ella.
- Abuelo- le dije acariciándole la mano- tengo que coger su manta para taparle, sino va a pasar frío- No era muy convincente el argumento pues todavía hacía calor, pero me habían advertido que las noches eran frescas. Cosa que más tarde pude comprobar. No quería que se enredara más para no tener que despertarlo en el momento crucial del sueño reparador.
A pesar de todo, funcionó. Julián soltó la manta y pude ponerla en orden. Le tapé, pensando que estando así, quieto, tendría más frío que yo. Pero él no quería, así que después de un rato, cedí. Más tarde se la puse y la aceptó de buen grado.
Me senté a su lado. Tenía una sabanita del hospital para cubrirme y una mantita que había traído de casa. La sabanita tenía un nudo en una de las puntas. Sonreí, cerré los ojos y dormí.
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