EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL COVID19

No todos los días nos encontramos con oportunidades como la que hoy estamos experimentando. No todos los días fuimos conscientes de nuestras faltas, omisiones y errores como en el presente nos vemos obligados a corregir. Nunca antes la Humanidad se había visto envuelta en esta realidad aumentada colectiva de película clase Z. No todo el tiempo fuimos tan protagonistas y no tanto espectadores como lo estamos siendo ahora mismo. Hagamos buen uso de ello.

Definitivamente la realidad nos plantó cara para que tomemos las riendas de nuestras vidas a como dé lugar, haciendo acopio de una gran dosis de valentía y criterio de realidad, dejando atrás las rabietas propias de la adolescencia en la que estuvimos sumidos gran parte de nuestra historia. Porque la cuestión es que, créanlo o no, el ser humano es idiota. Sí, muy. No lo tomen a mal, ni me malinterpreten. TODOS somos idiotas. Oficialmente, al menos. ¿Cómo es esto? Aaaaaahhhhhhhh!!! el gran problegómeno que ampara esta desidia humana es, fue -y con mucha suerte dejará de ser- reliquia de un pasado otrora glorioso para quienes movían los hilos de la gran telaraña matricera. O dicho de un modo más coloquial, los hijos de puta que nos pusieron en esta horrible matrix de control.

Hemos estado bajo el yugo de una élite despiadada y demencial que nos ordeñó como a vacas lecheras -y no de las sagradas, precisamente- hasta límites insospechados.

De a poco están comenzando a despuntar pequeños chispazos de lo que parece un principio de justicia divina, al menos, en los EE.UU: detenciones de altos ejecutivos corruptos por allí, acusaciones "serísimas" a funcionarios en ejercicio y retirados por allá, ex mandatarios de gobiernos en jaque y bajo la lupa de la justicia militar acullá... la gran mayoría bajo cargos de corrupción fraudulenta y otros horrores que ya saldrán a la luz, si Dios quiere en breve, para todos.

Los idiotas hemos estado hipnotizados por siglos... bajo excesiva presión en las últimas décadas. Quienes quieran capitalizar su tiempo en algo útil pueden internarse en la reveladora lectura de Los protocolos de los Sabios de Sion (léase como sionismo al movimiento o secta arreligiosa. Nada que ver con los judíos, aunque en el texto así se autodenominen), ciencia ficción de la más pura estirpe para quienes no quieran asistir a los tiempos presentes o, en el mejor de los casos, una esclarecedora lectura que les abrirá las puertas a la más horripilante de las verdades: hemos sido engañados, sometidos, estupidizados, aniñados, infantilizados. Si no me creen, no tienen más que ver el show televisivo de Marcelo Tinelli y su caterva de inútiles moviendo las nalgas en televisión para entretenimiento de las masas. "Me voy a la cama con una sonrisa", me respondió una vez un adepto a las artes Tinellistas, asiduo televidente del "programa". Y como prueba baste un botón. Y eso es sólo la punta del iceberg.

Escucho a diario que no hay que tener miedo, que el miedo baja las defensas... que así es más factible que contraigas el "bicho". Yo me pregunto: de qué otro bicho nos habremos contagiado todo este tiempo entonces, porque miedo hubo siempre.

El miedo a no llegar a fin de mes, el miedo de salir a la calle y que nos asalten, el miedo a no caerle en gracia a nuestro jefe, miedo a no saber cómo hablarles a nuestros hijos para que nos respeten, miedo a la hora de declarar nuestros impuestos, miedo a poner la música muy fuerte o a que los ladridos de nuestro perro molesten al vecino de al lado, miedo...

Miedos. ¿Miedo a no ser suficiente? Elijan, porque hay para todos los disgustos. ¿Siendo así la cosa, cuál es este miedo nuevo al que nos enfrentamos ahora?

Habiendo oído hablar de la ecuación Problema-Reacción-Solución tan mentada entre los "conspiranoicos" de paso, nos perdemos en un mar de sustos, mentiras y videos. Desinformaciones aparte, la cosa es muy seria y por eso mismo me pondré a tono.
Resulta que de tan "nuevo" no terminamos de verle la pinta a este miedo. Si es para tanto o no, con qué etiqueta o packaging nos lo presentan esta vez. Si viene para quedarse o sólo está de paso... Lo único que me queda claro clarinete es que no sabemos qué hacer con él, si aceptarlo o devolverlo como vino. Y eso, mis queridos chichipíos (como decía el gran Tato Bores) sería un grandisísimo error, un desperdicio de recursos inexplorados, ricos en nutrientes para el alma.

En esta maravillosa aventura que es la humanidad, atravesamos por muchas etapas, unas más variopintas que otras, porque la vida tiene una de cal y una de arena, te dicen.

Aunque el hecho de que estemos cegados por la manipulación mental a escala masiva sea irrefutable, no lo es tanto el que la gran mayoría aún siga dormida, para desgracia de quienes estamos esperando la tan reputada masa crítica. Sin la cual, para mayor desgracia, no habrá despertar colectivo.

En fin... o estamos condenados a vivir en una edad media digitalizada, o movemos lo que haga falta hasta hacer temblar los cimientos de la civilización moderna, que ya nos va quedando antigua. Seamos coherentes: ¿realmente creen que se "descubrieron" los últimos avances en tech en las últimas dos décadas? ¿No les hace tilín en el oído que nos volviéramos tan inteligentes como especie así de golpe, nada más? Es más honesto reconocer que pudiera existir ciencia oculta hace por los menos 70 años, es decir, desde la Segunda Guerra Mundial. Por lo bajo nos van dando a cuentagotas migajas de lo que se viene produciendo a una escala muy selecta, mayormente para uso militar y de altísimo voltaje científico. Cosa de pocos.

Optimistamente hablando, esta cuarentena "voluntaria" puede acercarnos la gran oportunidad que este mundo estaba necesitando. Y con mundo quiero decir el planeta.

La Naturaleza está recobrando espacios como nunca antes, cambiando para siempre el paisaje humano. Si lo vemos como el mensaje de amor incondicional que aún tiene para nosotros, a pesar de todo y de todos... es que podemos seguir respirando aires de esperanza.

Volviendo a nosotros como especie, es hora de que nos sacudamos nuestras carencias, desabrochemos el chaleco de fuerza de nuestros sistemas de creencias, agotemos nuestras excusas vanas y empecemos a liberarnos en serio y en masa, comenzando por el mismísimo momento en que nos preguntamos ¿para qué está ocurriendo todo esto? Si yo sólo quiero vivir una vida normal y relajada... como la de una ameba. ¿Será que no viniste al mundo para eso, si no más bien para sacudir las viejas estructuras del sistema y poner todo patas arriba? Nos convocan tiempos de cambio, de traer el Cielo a la Tierra, de anclar por fin el Amor con mayúsculas, ese del que se llenaron la boca tantos teólogos sin ningún resultado provechoso para la humanidad.

Esto no va a terminar así no más, ni tampoco será un volver a lo anterior. Nada será como antes, eso se los puedo asegurar. Estamos tocando fondo como especie y podemos sentir la fragilidad de nuestras existencias. Rescatar los valores que nos hacen dignos de seguir pisando suelo firme, amorosos... será una prioridad de ahora en más. No basta con decidir que queremos hacer un cambio; hará falta mucho más que eso, no hay que engañarse. Lo decisivo es tarea casi imposible, pero imprescindible. Si fallamos no habrá escapatoria. Volverán las huestes impías a someternos de la peor manera; será brutal. Implantes de microchips a través de vacunas, monitoreo permanente de todos nuestros movimientos, escasez de recursos y planes alimentarios in eternum, esterilización de la especie, reducción poblacional, eugenesia programada, pero esta vez drástica.

¿De qué línea de tiempo quieren participar? ¿De la del retroceso evolutivo en el que los orcos del pantano vuelven a ganar terreno o de la de la emancipación del Hombre y su ascención a la Verdad?

Voto por la segunda opción; que nos encuentre a una gran mayoría en estado de alerta consciente para así ganar esta guerra declarada hace siglos en un tablero de juego macabro del que ya no tenemos memoria pero sí participación y en el que se juega algo más que el futuro del planeta. Es la vida contra la muerte, la verdad vs. la falsedad, la creación vs. la destrucción.

El Amor contra el odio.

Mariel Alabarcez

Terapeuta Universal

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