Nos convencemos a nosotros mismos de que la vida será mejor después de terminar la carrera, después de conseguir trabajo, después de casarnos, después de tener un hijo, después de tener un coche, y entonces después de tener un mejor coche...
Luego nos sentimos frustrados porque nuestro coche no es lo suficientemente potente, o nuestros hijos no son lo suficientemente grandes, y pensamos que seremos más felices cuando tengamos más “caballería” en el motor de nuestro vehículo y más dichosos cuando crezcan nuestros hijos y dejen de ser niños, después nos desesperamos porque son adolescentes, difíciles de tratar. Pensamos: seremos más felices cuando salgan de esa etapa.
Luego decidimos que nuestra vida será completa cuando a nuestro esposo/a le vaya mejor, cuando tengamos una casa con jardín, cuando nos podamos ir de vacaciones al lugar deseado, cuando consigamos el ascenso, cuando nos retiremos.
La verdad es que, ¡no hay mejor momento para ser feliz que ahora mismo!
Si no es ahora, ¿cuándo? La vida siempre estará llena de luegos, de retos.
Es mejor admitirlo y decidir disfrutar ahora de todas formas.
No hay un luego, ni un camino para la felicidad, la felicidad es el camino y es el AHORA.
Atesora cada momento que vives, y atesóralo más porque lo compartiste con alguien especial; tan especial que lo llevas en tu corazón y recuerda que el tiempo no espera por nadie.
Así que deja de esperar hasta que termines la Universidad, hasta que te enamores, hasta que encuentres trabajo, hasta que te cases, hasta que tengas hijos, hasta que se vayan de casa, hasta que te divorcies, hasta que pierdas esos diez kilos, hasta que el viernes por la noche o hasta el domingo por la mañana, hasta la primavera, el verano, el otoño o el invierno, para decidir que no hay mejor momento que justamente ÉSTE para ser feliz.
La felicidad es un trayecto, no un destino.
Trabaja como si no necesitaras dinero, ama como si nunca te hubieran herido, y baila... como si nadie te estuviera viendo.