Seamos sinceros, ¿cuántas veces hemos acudido al botiquín por un dolor de cabeza, unos calambres o por una racha de insomnio, sin plantearnos ni siquiera un instante sus causas?Si te estás (mal)acostumbrando a medicarte por estos síntomas, quizá deberías empezar a plantearte en serio tus niveles de magnesio.
Sí, el magnesio es un elemento químico muy poco conocido pero de suma importancia para nuestro organismo: la mayor concentración la encontramos en los huesos; es vital para la liberación de energía; participa de la estructura del ADN; ayuda en el mantenimiento de huesos, dientes y corazón; favorece la formación de proteínas; interviene en la transmisión y contracción de los nervios; tiene relación directa con la formación de colágeno, tan necesario para evitar dolencias como la artrosis o la osteoporosis…
Por eso es muy probable que un bajo nivel de magnesio en nuestro organismo esté detrás de males tan comunes como dolor de cabeza, fatiga generalizada, tanto física como mental, insomnio, taquicardia, estrés, tensiones musculares, calambres y tics nerviosos, etc.
A pesar de su importancia, la deficiencia de este nutriente está muy generalizada .Una alimentación pobre está detrás de muchos de los casos de déficit de magnesio, pero no podemos olvidar otras causas como el alcoholismo, la diarrea, la cafeína, la menopausia, la medicación con diuréticos o una prolongada alimentación por vía intravenosa. También las embarazadas o aquellos que realicen esfuerzos físicos se encuentran expuestos a sufrir carencia de magnesio.
Es importante tener en cuenta que, si sufrimos deficiencia de magnesio, es muy peligroso tomar calcio, pues éste abandona el hueso y suplanta la función de aquel, penetrando en tejidos y células, endureciéndolas al mismo tiempo que se reblandece el hueso, lo que se traduce en un proceso acelerado de degeneración.
Aunque conviene saber que los niveles óptimos para un adulto están sobre los 270 mg/día (mujeres) y los 300 mg/día (hombres), su detección en unos análisis es sumamente complicada, por lo que es mejor no obsesionarnos y centrarnos, como siempre, en una buena y equilibrada nutrición que incluya fuentes de magnesio: algas y vegetales de hoja verde, granos, semillas (calabaza, girasol, sésamo), frutos secos, aguacates o cacao desgrasado sin azúcar (sin duda, el rey del magnesio).
Sin embargo, algunos estudios revelan que nuestras tierras y, por lo tanto, los productos que de ella salen, son cada vez más pobres en magnesio,de ahí que sea cada vez más necesario acudir a los suplementos para paliar esta deficiencia natural. Éstos se presentan en distintas formas, aunque unos son de más fácil absorción que otros:el cloruro de magnesio, por ejemplo, es de fácil absorción e incide en el funcionamiento de los riñones; el aspartato de magnesio, al llevar ácido aspártico, un aminoácido común en los alimentos ricos en proteínas, facilita también la absorción del magnesio; el citrato de magnesio, que proviene de la sal de magnesio del ácido cítrico, tiene una concentración relativamente baja, pero de fácil absorción, aunque produce un efecto laxante suave; por último, el lactato de magnesio, una forma moderadamente concentrada de magnesio que se usa con más frecuencia para tratar problemas digestivos,no debe tomarlo nadie que sufra de afecciones renales.
Debido a la incidencia en nuestro metabolismo, estos suplementos están principalmente indicados para atletas y deportistas, pues ayudan a mejorar el proceso de recuperación después de un entrenamiento muscular intenso a la vez que previenen daños en músculos y articulaciones.
Son también muy aconsejables los baños regulares de sales de Epsom, un sulfato de magnesio que, al igual que el aceite de magnesio, se absorbe a través de la piel.
El magnesio, en definitiva, es uno de los elementos esenciales para el buen funcionamiento de nuestro organismo y, sin embargo, es un gran desconocido. Su insuficiencia es la causa de muchas de las molestias y achaques diarios, y en él deberíamos pensar antes de acercarnos impulsivamente al botiquín.