En el pasado, los médicos por lo general recomendaban a los pacientes con enfermedades crónicas, descansar y evitar esfuerzos físicos. Estas recomendaciones eran empíricas: la mayoría de enfermedades crónicas vienen asociadas con cambios funcionales que resultan en reducción de capacidad física, fatiga, o taquicardia.
Pero con el paso del tiempo, la ciencia ha cambiado radicalmente sobre el ejercicio como recomendación a los pacientes con enfermedades crónicas. Allá por 1960, la inclusión de actividad física en los programas de rehabilitación para los pacientes que habían tenido un infarto de miocardio, marcó un antes y después y se abrieron nuevas perspectivas en el uso del ejercicio en el tratamiento de enfermedades crónicas. Es un hecho establecido que el descanso excesivo y la falta de actividad física resultan perjudiciales para las personas con enfermedades crónicas.
Por otra parte, numerosos estudios han demostrado que el ejercicio es un medio eficaz para contrarrestar algunos efectos negativos de estas enfermedades sobre el rendimiento físico. Como resultado de esta evidencia, el ejercicio se considera realmente un componente esencial en el tratamiento de diversas enfermedades, incluyendo trastornos periféricos vasculares, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, enfermedad isquémica de miocardio e insuficiencia cardíaca. Por otra parte, el valor añadido del ejercicio para la rehabilitación ha sido ampliamente reconocido; de hecho muchas instituciones ofrecen programas de ejercicio para los receptores de trasplantes y para los pacientes que han tenido un infarto de miocardio o con insuficiencia renal crónica. No obstante, hasta hace muy poco tiempo, no se sabía nada sobre la viabilidad y los efectos del ejercicio para pacientes de cáncer durante y después del tratamiento.
El papel del ejercicio en los programas de rehabilitación oncológica hasta ahora se habían limitado principalmente a abordar los tratamientos físicos de las discapacidades específicas causadas, por ejemplo, por la amputación o la cirugía. No obstante, la actitud médica respecto a los ejercicios para pacientes con cáncer están cambiando rápidamente. Las últimas actuaciones se han centrado en la atención de los efectos del rendimiento físico de las personas con cáncer. Los últimos estudios han demostrado que la actividad física puede mejorar tanto la calidad de vida como el estado de ánimo.
La actividad física regular aumenta el estado funcional de los personas con cáncer de mama tratados con quimioterapia convencional y en pacientes que le han trasplantado la medula ósea. También se ha demostrado que reduce la ansiedad psicológica y la fatiga en los pacientes tratados con radioterapia. Finalmente, la evidencia preliminar sugiere que el ejercicio físico mejora la función inmunológica, por lo tanto la actividad física podría tener un papel potencial como terapia complementaria para los pacientes con cáncer durante y después del tratamiento.
Es importante recabar información sobre los efectos y la viabilidad de los programas de ejercicio para diferentes pacientes con enfermedades oncológicas. De hecho, el cáncer es un denominador común para más de 100 enfermedades neoplásicas, cada una con diferente etiología, curso y pronóstico.
Finalmente la investigación sobre los efectos del ejercicio en la prevención y rehabilitación del cáncer y el impacto de la actividad física sobre la función inmune se encuentra todavía en sus inicios. Creemos que será una de las áreas más activas de la investigación en medicina deportiva en la próxima década. Sin duda es el momento de afrontar el reto y luchar por nuestra salud.
Redactado por: Ashisports – Zapatillas Online
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