Yo perfectamente. Después de la presentación del proyecto fuimos mi familia y yo a celebrarlo, a comer una parrillada :)
Y no es para menos: el tribunal de evaluación me otorgó la Matrícula de Honor.
¡Sí, señor! Misión cumplida y, como se suele decir, con buena nota. ;)
Pero ahora llegaba el verdadero gran reto, el de todo recién licenciado.
Encontrar un buen trabajo
Pues bien, a pesar de ser tan buen estudiante, lo de conseguir “un buen trabajo” fue algo que no conseguí hasta los 36 años.
Si tú aún te encuentras en esa búsqueda, te invito a leer mi historia para que puedas finalmente conseguir ese trabajo que deseas.
El aspecto de un “buen trabajo”
Al acabar la carrera, huérfano de experiencias que me permitieran conocer con suficiencia el mundo laboral más allá de haber sido repartidor de Telepizza y dar clases particulares, la verdad es que no tenía muy claro qué habría de depararme un trabajo.
De hecho jamás había reflexionado demasiado de lo que significaba para mí un buen trabajo, así que supongo que hice lo que hace la mayoría de la gente: importar a mi mente lo que la sociedad considera que es un trabajo ideal.
Ese “buen trabajo” tenía este aspecto:
Trabajar en una oficina en un entorno ejecutivo.
Ganar un sueldo razonable, al menos en ese momento que lo importante era “meter la cabeza”.
Tener posibilidades de carrera, o de crecimiento profesional.
Como puedes observar, el desarrollo personal era una materia que, por entonces, me importaba un pimiento.
Tras un periodo de búsqueda, de marcharme a la Isla de Man a aprender inglés y de trabajar en una empresa familiar, me ofrecieron una beca en la multinacional Hewlett Packard en Madrid.
Así que me despedí de Don Manuel (el dueño de la empresa familiar que me dejó claro desde el primer día que él tenía un “Don”), hice las maletas y emprendí mi aventura madrileña.
Mis comienzos en el mundo laboral
Desde el primer día noté que aquella empresa era extraordinaria.
Mi puesto era de “controller”, o lo que es lo mismo, me asignaron para ayudar a un jefazo del departamento de consultoría a controlar el trabajo de su equipo, a través del desarrollo de una aplicación en Excel.
Si bien la labor que tenía que desempeñar no suponía una gran dificultad, sí me permitió aprender mucho y cumplía todas mis expectativas sobre lo que era “un buen trabajo”.
De hecho, no sólo las cumplía sino que sorprendentemente, las excedía: a los becarios nos pagaban el abono transporte, nos daban portátil de empresa y disfrutábamos de jornada reducida todos los viernes y en verano.
Si a esto le sumamos que el grupo de becarios se convirtieron en amigos extraordinarios, ¿a qué más podía aspirar yo con 23 años?
Por aquel entonces, pensaba que un trabajo no podía ser mejor y aunque no cambiaría nada de aquella experiencia, a esa pregunta hoy daría otra respuesta.
Rechazando el paraíso de un buen trabajo
Al finalizar la beca en 2003 me ofrecieron un puesto de consultor que suponía un sueldo de 24.000 euros anuales.
Para perplejidad de mi jefe y cabreo de mi padre, lo rechacé.
Seguro que te estás preguntando por qué lo hice.
Durante el año que estuve como becario había observado lo que significaba ser consultor, había visto la tensión y presión con la que trabajaban, el número de horas que pasaban frente al ordenador y lo que más huella me dejó: la tristeza en los ojos de algunos de ellos.
Definitivamente, a pesar de la apariencia de paraíso que suponían todos los beneficios que aportaba estar en una multinacional de aquella magnitud, entendí que aquellas personas no estaban satisfechos con lo que hacían, y eso me hacía intuir de forma clara que ese no era el “buen trabajo” al que yo siempre había aspirado.
El día que me dejé atrapar
Después de esa experiencia regresé a Málaga y estuve un año más trabajando como Técnico Comercial en una empresa modesta pero con mucho potencial.
He de decir que a pesar de disfrutar mucho, después de haber probado los manjares de una multinacional, el trabajo y el entorno me sabían a poco.
Así que tras un año volví a tener una oportunidad en Madrid y volví a irme a la capital, esta vez a trabajar como Jefe de obra de proyectos de señalización ferroviaria.
A todas luces este puesto suponía el reto que yo esperaba.
Recuerdo entonces que, a la segunda semana de estar en esta empresa, recibí una llamada mientras cenaba que me hizo tener que ir de inmediato a la obra, ya que una subcontrata había cortado accidentalmente unos cables y la incidencia había supuesto una afección importante en el tráfico.
Recuerdo perfectamente el disgusto que experimenté al tener que dejar lo que estaba haciendo e ir a trabajar en un horario que yo entendía que estaba destinado a mi tiempo libre. Entre otras cosas, porque no se vería compensado de manera alguna: ésas eran cosas asociadas y asumidas a ese puesto de trabajo.
Sin embargo, esta vez en lugar de respetar mis sentimientos y mis principios, me tragué mi integridad y respaldándome en un falso concepto de responsabilidad y en la idea de lo que implicaba ser un “buen profesional”, decidí dejarme atrapar.
Cómo acabé por creerme las mentiras del “buen trabajo”
A esas alturas ya había empezado a asumir que la realidad no iba a ser como yo la quería y que mi trabajo, a pesar de no ser tan bueno como yo esperaba, sí me permitía tener cierta autonomía y crecer profesionalmente, además de disfrutar de unos compañeros excepcionales.
Así acabé mis días como trabajador por cuenta ajena siendo Country Manager y teniendo a mi cargo la parte electromecánica del proyecto ferroviario más importante de Turquía. Para que te hagas una idea de lo que significaba esto, nos sentábamos mensualmente para monitorizar el proyecto con el Ministro de Transportes turco y tenía a mi cargo la responsabilidad de 195 millones de €.
Pero el aspecto de ese “buen trabajo” no era más que un maquillaje de estatus y retribuciones tras el que se escondía una realidad que carcomía mi salud y me robaba la libertad.
Jamás había imaginado llegar tan alto en lo profesional, ni caer tan bajo en mis principios.
Me había olvidado por completo de mi persona, de mis intereses, de mis valores y me había convertido en un profesional de élite sólo por disfrutar de lo que la mayoría de la sociedad entiende que es “buen trabajo”.
Cómo conseguir un buen trabajo de verdad
A continuación, te he preparado una guía de dos pasos para puedas conseguir un buen trabajo auténtico. ;)
1. Define qué es para ti un buen trabajo
Esto significa ser decisor de antemano de lo que deseas, que es el único modo de que puedas construir una realidad cuando menos aproximada.
Si recuerdas mi historia, yo me limité a entender que un buen trabajo era lo que había definido la sociedad, y así acabé haciendo algo que poco tenía que ver con lo que yo quería.
Para hacerlo, responde honestamente y a estas preguntas
¿Qué no debe llevarte a hacer un buen trabajo?
Establece de forma clara e inequívoca cuáles son los límites que no estás dispuesto a rebasar por trabajar.
Este ejercicio parece simple, pero tenemos mucha tendencia a sabotearnos y a transgredir nuestros propios principios y eso no nos permitirá, en ningún caso, realizarnos como personas.
¿Qué características ha de tener para mí un buen trabajo?
Para ayudarte contestar esta pregunta, te proporcionaré a continuación varias dimensiones a considerar a la hora de diseñar un buen trabajo.
El tiempo. Un buen trabajo ha de ofrecerte la flexibilidad de tener tiempo para atender con suficiencia todas las cosas que son importantes en tu vida.
El dinero. Un buen trabajo ha de proporcionarte el salario mínimo que te permita vivir con un grado de confort suficiente. A veces, al ser esto lo que satisface nuestras necesidades básicas, se convierte equivocadamente en la dimensión primaria a la hora de definir un buen trabajo.
Salud. Si la actividad que realizas en tu trabajo repercute en tu salud de un modo negativo, éste no es el trabajo que te interesa.
Propósito. Un buen trabajo tiene que estar alineado con una visión de algo que te gustaría ver materializado. Esto puede ser una idea personal, como por ejemplo ser campeón de pin-pon, o una visión trascendental.
Autenticidad. Un buen trabajo debe permitirte ser tú mismo. Las estandarizaciones nos meten en cajas y nos roban creatividad. Si tienes que ir al trabajo “disfrazado” de chaqueta y corbata (entendiendo que sea algo que no te gusta), o si has de llevar a cabo tareas alejadas de tus valores personales, ese trabajo no es el tuyo.
Talento. Un buen trabajo ha de permitirte desarrollar tu máximo potencial como persona, haciendo algo que se te da bien, sobre lo que tienes conocimientos y experiencia (o el potencial de desarrollarlos) y que disfrutas haciendo. Sin realizar una actividad en la que desempeñes tu talento, no podrás realizarte como persona.
Si quieres descubrir tu TALENTO, pincha aquí
2. Diseña tu estrategia para alcanzarlo
Una vez que has diseñado tu trabajo ideal, ya tienes los parámetros para buscarlo o construirlo.
Quizás pienses que no puedes aspirar a algo así, pero no es cierto: todos podemos alcanzar un buen trabajo si nos lo proponemos.
Las claves son:
Explorar, cuantas más posibilidades mejor.
Diseñar una estrategia que te conduzca a alcanzarlo.
Estar dispuesto a pagar el precio que supone ir a por ello.
Quizás ese trabajo requiera de 2 años de estudio y prácticas, o contratar a un mentor que te ayude a preparar tu plan B que te lleve a avanzar seguro desde el lugar que te encuentras.
Lo importante es empezar a dar pasos y ya sabes que en este blog tienes recursos de sobra para hacerlo.
Te recuerdo que si tu problema es tu “incapacidad” para pasar a la acción, puedes unirte a los retos de Autorrealizarte para desde hoy empezar a pasar a la acción
Bueno, pues hasta aquí todo lo que tenía que contarte sobre cómo conseguir un buen trabajo.
Como ves, poco tiene que ver con ponerse a echar currículums y esperar a que alguien aprecie lo buen profesional que eres.
Debe ser un proceso creativo en el que tú eres el verdadero protagonista.
En mi caso descubrí que un buen trabajo para mí era aquel que me permitiera disponer de mi tiempo y no depender de un jefe.
Después de dos años y medio, lo he conseguido a través de esta plataforma en la que me lees, pero esto me ha llevado a pasar por todo el proceso que te he indicado anteriormente.
Ahora es tu turno.
¿Qué características han de tener para ti un buen trabajo y qué estás dispuesto a hacer para conseguirlo?
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