20 ideas básicas sobre disciplina positiva


El niño se porta mal cuando se siente mal.

Debemos prepararlo para el futuro en lugar de hacerle pagar por el pasado.

El castigo puede generar culpa o rencor, lo que se traduce en “No lo hago bien, desisto” o “Se van a enterar”.

Reflexiona: ¿Les castigas para descargar tu ira o para prepararlo para hacerlo mejor a la próxima?

Las acciones siempre deben acompañar a las palabras para ser consecuentes.

La acción pesa más que las charlas, sermones y recordatorios. Elimínalos.

No preguntes, ordena aquella rutina que ya habéis establecido. En lugar de “¿Quieres abrocharte el cinturón?”, di “Ahora, a abrocharse los cinturones”.

No hay necesidad de convertir todo en un debate entre el adulto y el niño. Hay cosas que son así y debatir sólo generará una lucha de poder. La naturaleza de la relación entre padre-hijo es asimétrica, no simétrica. Tú eres el líder.

Mírale a los ojos cuando le recuerdes qué debe hacer en lugar de hacerlo con la tele encendida y desde la otra habitación.

Ahórrate las repeticiones, tu mensaje perderá el valor que tiene y tú mismo será quién te desautorizarás.

Escucha sus emociones sin juzgarlas, todas son legítimas. Lo único desadaptativo es la manera en que las expresa. Enséñale cómo hacerlo.

Aplicar disciplina positiva empieza con el autocontrol de los padres. Sin esto, no será posible.

Plantea expectativas razonables. Pretender cambiar la dinámica familiar en una semana es muy complejo. Piensa cuál es tu prioridad ahora.

En lugar de la atención negativa que estás brindando a tu hijo, abre un nuevo camino para ofrecerle la atención positiva que reclama y que no sabe cómo obtener: hacer un pastel, merendar una tarde a la semana solos, jugar con ellos….

Deja escoger a tu hijo entre dos alternativas razonables: “¿Qué mano prefieres para cruzar la calle, la derecha o la izquierda? Tú decides”. Le dará una sensación de poder adhiriéndose a las pautas establecidas por ti.

Ofrécele responsabilidades, pero no olvides de los privilegios. Hacerse mayor implica las dos cosas.

Después de llegar a la calma, recuerda las dos preguntas mágicas:
-“¿Qué ha pasado?”

-“¿Cómo lo podemos hacer mejor a la próxima?”

Deja que viva las consecuencias naturales de sus actos. Es la mejor forma de aprender.

Resiste la tentación de hacer cosas por tu hijo, sólo conseguirás reforzar aquello que pretendes evitar. Hacer las cosas por él o repasar constantemente todo lo que hace tiene un mensaje implícito: “No confío en que tú sólo eres capaz”.

Motivar no es lo mismo que elogiar. Cambia “Me siento muy orgulloso de ti” por un “Seguro que te sientes muy orgulloso de ti mismo”. Así dejará de creer que sólo lo hace bien cuando los demás se lo digan y le enseñarás a creer en sí mismo.
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