Definitivamente, lo más enriquecedor han sido las historias tantos héroes y heroínas sin capa que día a día dan lo mejor por su adulto o en su sitio de trabajo, que va desde una casa de asistencia, un hospital o incluso una clínica de rehabilitación.
Justo de ahí llega el siguiente testimonio, que combina varios elementos presentes en el cuidado de adultos mayores:
“Trabajo en una clínica de rehabilitación en la que está recuperándose un militar argentino, que está cumpliendo condena por crímenes de lesa humanidad durante la última dictadura. Ya con 92 años merecería lo peor. Pero bueno, sigue vivito y coleando y si bien se le atiende respetuosamente y con cuidado, jamás sentiría lástima por un ser horrible que ha torturado gente hasta morir”.
Cuidar a quien nunca cuidó de nadie
Claramente es comprensible este dilema. Después de todo, velar por la salud de alguien que lastimó a muchos otros pondría a un cuidador (y de hecho, a cualquiera) en una encrucijada. Es más, quizá hasta llegue a pensarse que descuidarlo en un momento así sería una manera de hacerle justicia al dolor causado a la humanidad.Tiene todo el sentido del mundo. O acaso, si el diablo envejeciera ¿lo cuidarías en su etapa terminal?, ¿velarías porque Hitler se tomara su pastilla contra la diarrea?, ¿le acercarías el cómodo a Francisco Franco?
Hay razones para coincidir con quien escribió el testimonio y no vamos a cuestionarlas. Sin embargo, y también hay que decirlo, hay otro punto importante que no estamos tomando en cuenta: la labor del cuidador, la cual es muy independiente del pasado de un paciente.
“El rencor es un veneno que tú te tomas esperando que el otro sea el que se muera”.
Por ejemplo, dedicarte de lleno a tu labor de cuidador sin importar quién es el paciente NO es aprobar una ofensa hecha por esa persona o justificarla. No es ignorar el daño como si nunca hubiera pasado.
Pero por otro lado, eso no obliga bajo ninguna circunstancia a relacionarse afectivamente con la persona cometió tal daño (o sentir lástima, como señala el testimonio). Somos cuidadores y nuestra labor es cuidar. Punto.
Pero, ¿y el daño que hicieron?
Mucho ojo: Si alguien cometió un daño con alevosía y debe pagar por ello, el orden divino se encargará (o quizá ya lo esté haciendo y no lo sabemos). Averiguarlo no nos corresponde.Ahora, si creemos que debemos enterarnos de las penas que está pagando nuestro victimario, entonces no estamos enfocándonos en nuestra labor de cuidadores. Estamos vengándonos y esa tampoco es la idea, por mucho que esté en tus manos.
Recuerda: tu labor de cuidador JAMÁS tiene que ver con la otra persona. Cuidar es un acto de amor al prójimo. Y el aprendizaje te lo llevas tú.
“Nunca vaciles en tender la mano; nunca titubees en aceptar la mano que otro te tiende”.
El cuidado recibido no exime a nadie de la factura pendiente
Como hemos visto, la muerte no exime a las personas del daño que hayan hecho Y aunque así sea, a ti no te toca impartir esa justicia. Va de nuevo: a ti no te toca impartir esa justicia.Eso sería desvirtuar la profesión y estamos seguros de que nadie quiere eso. En definitiva, todas las personas merecen cuidado y respeto, pero la vejez no hace a alguien acreedor del perdón divino aunque a veces lo pareciera.
“Sólo quien sabe cuidar lo ajeno puede poseer lo propio”.
Siempre he creído en la frase: “Te mereces todo lo que hiciste a otros Tú sabrás si eso te da miedo o felicidad”. Y un cuidador no es un impartidor de la justicia. Su labor es cuidar y poner el máximo de su profesionalismo en las personas. No tiene por qué cobrar facturas ajenas.
Tu labor como cuidador es otra cosa. Te preparaste para velar por la calidad de vida de un adulto mayor, no para juzgar su pasado ni sus acciones. Y ahí es donde tú ganas.
El artículo aparece primero en Vida De Cuidador.