Si no has leído el anterior artículo, deberías hacerlo para entender por qué me precipité al vacío arrastrando conmigo todo lo que más quería.
Cuando uno se ha caído por un barranco y se ha pegado un «tortazo» en el que se ha partido los brazos y las piernas, está tan dolorido que no tiene ganas ni de mirar para arriba. ¿Para qué, si estoy muerto? Pero, a pesar del dolor, de ese dolor que no se va a pasar en un abrir y cerrar de ojos, hay que mirar hacia arriba, hay que intentar descubrir la luz, la posible salida a la vida, porque no se puede renunciar a vivir.
En la vida hay caminos que te desvían de tu ruta, para dirigirte hacia nuevas metas que te están esperando.
La verdad es que el «tortazo» fue impresionante y aunque no llegamos a «partirnos la cabeza», en apenas unos segundos, mi mujer, mis cuatro hijos y yo, nos dimos cuenta que nos encontrábamos en un pozo muy profundo, con una interminable pared frente a nosotros que subía hasta el cielo como una gran amenaza que imposibilitaba nuestra salida.
Os podéis poner en situación observando la imagen.
Nuestros gritos y lamentos nadie los oía y tampoco se podía esperar que alguien se asomase y descubriera nuestra existencia en la profundidad del abismo.
Doloridos, asustados y viendo la dificultad de escalar esa gran pared, descubrimos que el único recurso con el que podíamos contar, éramos nosotros mismos y nuestro coraje para enfrentarnos con la realidad.
Es aquí cuando empezaron multitud de lecciones:
Cuando no te quedan recursos externos, descubres que tus propios recursos internos tienen un poder sin límites. Ahí te das cuentas de los grandes dones y capacidades de que disponemos.
Cuando has construido un gran equipo con tu familia, tus fuerzas siempre serán multiplicadas. ¿Sabes lo que es sentirse arropado, amparado y rodeado de cariño cuando por dentro estás destrozado?
Valorar lo que has perdido te hace sentir y avergonzarte de la despreocupación que has mantenido ante tantas personas que no tienen recursos. Aunque algunas veces te hayas puesto en la piel de los que sufren, solo puedes llegar a percibir lo que sienten y padecen cuando te toca a ti.
Cuando crees que no tienes nada, te das cuenta de TODO lo que tienes. Te das cuenta de aquello que es lo más importante en la vida: tu mujer, tus hijos, tu familia, tus amigos y por supuesto tú mismo con tus dones y capacidades. Con todo ello puedes ganar cualquier batalla.
Los hijos no son tontos y se enteran de todo, pero está en ti demostrarles que tus brazos siempre van estar abrazándoles y protegiéndolos. Ver que tus hijos tienen una absoluta confianza en ti, es el mayor orgullo y fuerza que pueden sentir unos padres para vencer cualquier obstáculo.
Si quieres salir del abismo, tú eres el que tendrás que escalar. Nadie va a venir a salvarte, porque entre otras cosas, «darte el pez no va a facilitar el encontrar una caña y aprender a utilizarla».
La verdadera confianza en ti mismo y el coraje que mostraste para emprender un camino, es la que debe sobresalir para encontrar la salida. No sé quién dijo, que «el fracaso es esa gran pregunta que te hace la vida: ¿Cuánto deseas lo que deseas?» ¿Lo deseas tanto como para soportar un gran «tortazo»? ¿Lo deseas tanto como para arriesgarte a perderlo todo? ¿Lo deseas tanto como para hacer sufrir a quién más quieres?
¡Cuidado! Nadie se enfrentaría a nada si supiera que alguien querido iba a sufrir, pero la fuerza y la confianza tiene que ser tanta, como para lanzarse con el máximo optimismo hacia el éxito.
Los fracasos son una oportunidad inmejorable para aprender. Los fracasos te ponen en tu sitio y ante un gran examen —con verdaderos problemas a resolver—, para ver si estas preparado para lograr los sueños que pretendes.
La vida no te pregunta si quieres ser fuerte, la vida te obliga a serlo. No sirve de nada responder afirmativamente que uno es fuerte, porque la gran montaña de la vida te gritará: «¡me habrás mostrado tu fortaleza cuando hayas llegado a la cima!»
Si piensas en los problemas que tienes, sólo encontrarás más problemas. Piensa en soluciones y encontrarás soluciones. No puedes pensar en todo lo que te duele sino en todo aquello que no te duele y te permitirá salir del abismo. No puedes pensar en todo lo que has perdido, sino en todo lo que te queda para ver de nuevo la luz.
Decía Bruce Lee: «si crees que algo es imposible, tú lo harás imposible». Por eso debes pensar que todo es posible, para que sea posible. Creer que puedes conseguirlo, te ayuda a conseguirlo.
Por más consejos que te den, hay lecciones que sólo aprenderás a base de caídas y golpes. Solo se aprende a andar cuando te has caído infinidad de veces y aunque sufras las magulladuras, solo así es como aprendes a correr.
Todos los cambios vienen acompañados de una fuerte sacudida. No es el fin del mundo, es el inicio de uno nuevo. Te das cuenta de que tu vida no ha terminado, tu vida empieza de nuevo brillando con más fuerza y con más conocimientos.
Si estás atravesando un mal momento, simplemente sigue adelante. La única forma de descubrir lo que te espera, es no detenerte.
Decía el filósofo británico H. G. Wells: «Si ayer te caíste, levántate hoy». Y es que ya no debes pensar en que te has caído, sino en que te has de levantar. Desde el suelo nunca tendrás el suficiente campo de visión para elegir tu nuevo camino.
El destino mezcla las cartas y nosotros las jugamos. Con esta frase del filósofo Arthur Schopenhauer recuerda los diferentes caminos que te pone vida y que solo tú decides cuál seguir. Y a pesar de las posibles equivocaciones, la vida es un gran aprendizaje que te enseña a decidir.
Si hoy no luchas, mañana no llores. Dejarás de llorar, cuando empiezas a luchar. Posponer algo para que se resuelva solo, es dejar todo como está sin que lo resuelva nadie.
Si caes y te levantas, no caíste. Solo tomaste impulso dice Alejandro Jodorowsky. Es coger fuerzas y llenarse de energía para continuar tu camino.
Como puedes ver, la vida siempre te da la lección que necesitas aprender, no la que te gustaría recibir.
Pero ante la gran cantidad de lecciones que la vida quiso que aprendiera, la mayor lección aprendida y sentida dentro de mi corazón, fue la lección de fe y de amor que me dio mi mujer y que transmitió también a nuestros hijos.
La vida ante todo, es una gran lección de amor. No lo olvides.
Y, cuando tengas un sueño, ¡lucha por él! No te preocupes de los obstáculos que encontrarás en el camino, porque son los que harán que tu sueño se haga realidad.
*Descubre la magia que hay en cada cosa, en este fantástico artículo de Mercé Roura.
*También este vídeo de Elsa Punset sobre el éxito o el fracaso puede aclararte ideas.
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