Precisamente hoy que iba a escribir este artículo, me he encontrado a un amigo en mi caminata diaria. Yo iba y él venía, pero venía cabizbajo, y ante mi pregunta de si se había unido a los que solemos hacer ese tipo de ejercicio, él me ha aclarado que lo suyo era forzoso porque acababa de sufrir tres infartos.
No es que precisamente fuera hablar en este artículo sobre los exámenes que te hace la vida ante el ritmo, el abuso, el exceso y el estrés continuo, pero este encuentro y la conversación mantenida, ha venido ha recordarme lo importante que era no olvidarme del tema de la salud.
La vida nos hace exámenes y en lo concerniente a la salud, cuando nos pregunta cómo lo estamos haciendo, debemos reflexionar profundamente, porque en esa nueva oportunidad que se nos ofrece sería muy peligroso sacar un nuevo suspenso.
La vida nos hace continuos exámenes para detenernos y reflexionar sobre nuestras decisiones, nuestras acciones, nuestro trabajo, nuestro amor, nuestro orgullo, nuestros valores y en definitiva, sobre nuestro comportamiento ante las diferentes circunstancias de la vida y ante las personas con las que nos hemos cruzado en ese caminar diario.
Porque cuando la vida en las preguntas de su examen se refiera a nuestra pareja, a nuestros hijos, a nuestra familia, amigos, compañeros, empleados, vecinos, al panadero, al conductor del autobús o a nuestro paciente, nuestro alumno, nuestro cliente..., y nos pida una respuesta clara de cómo lo hicimos con cada uno de ellos, ¿nuestra nota media sería un sobresaliente, un aprobado o un suspenso?
Además, seguro que nos preguntará si hemos sido de los pasivos o de los activos, de los que siempre han estado esperando o de los que han salido a dar, si hemos estado en modo supervivencia o en modo crecimiento, o tal vez —si en nuestro caminar diario—, hemos construido puentes, tendido lazos y estrechado manos.
Habría que reflexionar y mucho, pero no solo cuando la vida nos hace el examen, sino cada noche y antes de dormir, para que ante la oportunidad de un nuevo día, saquemos ese sobresaliente o al menos ese notable que necesita nuestra acción o decisión.
Pero ante todo, cuando la vida nos haga el examen, debemos de hacernos la pregunta de si hemos perdido el tiempo, y si es así y sabiendo que el tiempo no se recupera, aprovechar al máximo los años, meses, días, horas o minutos que nos queden, para que nuestros nuevos actos nos lleven a alcanzar la mejor calificación.
El examen de la vida, seguramente nos obligue a repetir curso para dedicar mucho más empeño a esas asignaturas a las que no le hemos prestado la atención que necesitaban. ¡Ojalá nos de esa nueva oportunidad!
Nunca va a importar dónde hemos llegado, sino cómo hemos llegado. Porque el cómo es el que nos va a dar el acceso al aprobado, al sobresaliente o a la matrícula de honor.
No se va a tratar de cuánto tiempo vivimos, sino de cómo lo vivimos. ¿De qué nos sirve vivir mucho si nuestro caminar estaba falto de sentido? Nunca van a importar los años que vivamos, sino cómo los vivamos. Ése es el gran examen que la vida nos va hacer.
Hoy, en este momento, ahora, la vida nos está haciendo un examen brindándonos nuevas oportunidades para mejorar, para cambiar, para crecer y para recuperar la salud física, pero también para recuperar la salud en valores, esa que regala felicidad y alegría a los que se cruzan en nuestros caminos.
Esta vida fantástica y generosa nos hace exámenes para nuestra superación, para nuestro crecimiento personal y para recuperar el tiempo perdido, poniendo ante nuestros ojos nuevas oportunidades.
Muchas son las asignaturas por las que nos va a examinar, no sabiendo cuándo y si de verdad nos regalará una nueva oportunidad, pero hoy podemos empezar a reflexionar y mejorar antes de que ya no podamos repetir curso.
Muchas gracias por estar aquí y compartirlo.
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