En pocas palabras, lo que han hecho ha sido reducir el GIF de un caballo galopando a unos 900 píxeles en diferentes tonos de gris, codificar cada uno de ellos en eslabones de ADN e insertarlos en el código genético de una bacteria. Finalmente, esperaron a que la célula bacteriana se reprodujera, extrajeron el ADN de uno de sus descendientes y lo secuenciaron. Al descodificarlo, sorprendentemente, podían volver a observar el mismo GIF, solo que con un 10% menos de calidad.
Ahora bien, nos podemos preguntar: ¿para qué puede servir, en este caso, insertar un GIF en el material genético de una bacteria? Probablemente este avance pueda permitirnos usar bacterias como pequeñas cámaras de vídeo, accediendo a información de lugares a los que no podríamos llegar de otra manera. Por lo tanto, esto puede servir no solo para codificar información que ya tenemos, sino para llegar a información desconocida hasta el momento. Incluso podrían reportarnos el instante en el que fue grabada dicha información. En definitiva, puede constituir un camino para comprender mejor el cuerpo humano.
Cabe destacar que, para introducir esa información del GIF en el cromosoma bacteriano y llegar a este avance, ha sido fundamental el uso de la técnica de edición genómica CRISPR/Cas, que deriva de un sistema inmune presente en las bacterias para defenderse de la invasión de virus o plásmidos. Este sistema consta de una proteína Cas9 y un ARN guía, el cual consta de tan solo 20 bases nitrogenadas y es barato y fácil de diseñar. El funcionamiento es el siguiente: cuando el complejo CRISPR formado por ambos componentes encuentra un punto de la doble hélice en el que coincide el ARN guía, se inserta entre las dos cadenas: la proteína Cas9 corta y, a continuación, la célula procede a su reparación mediante dos posibles vías. Una de ellas simplemente vuelve a unir las dos partes de nuevo, por lo que no es muy eficaz. La segunda vía, en cambio, es mucho más interesante, ya que se requiere un fragmento de ADN homólogo. Aquí es donde podemos intervenir, ya que es posible poner otro ADN de interés que tenga homología en ambos extremos aunque sea diferente en el medio. Además, lo especial de este sistema radica en que podemos cortar e insertar un fragmento justo en el punto que queramos. Por este motivo, este sistema resulta enormemente prometedor y puede ser una vía para nuevos avances.
El científico español Francisco J. M. Mojica, uno de los mayores partícipes del descubrimiento de este sistema al ser el primero en estudiar las secuencias CRISPR, habla así sobre su repercusión: "Con los sistemas CRISPR/Cas estamos inmersos en una revolución que amenaza con cambiarnos la vida, incluso más que Internet o el teléfono móvil, pero desde un punto de vista más saludable. Se prevé que estos sistemas puedan curar enfermedades hasta ahora intratables."
La única "pega" que se le puede poner a esta tecnología CRISPR son las consideraciones éticas que le rodean, ya que también podría ser utilizada para la edición de la línea germinal en humanos con un riesgo de consecuencias indeseadas que, en caso de suceder, se podrían transmitir a la descendencia. Por lo tanto, dado el desconocimiento al respecto hasta el momento, se advierte racionalizar su uso, pero la experiencia nos anima a verlo claramente como una potente herramienta para mejorar la calidad de vida más que como un riesgo.
Entre otras aplicaciones del sistema CRISPR/Cas que ya se están llevando a cabo, se encuentran: mosquitos modificados genéticamente para que no puedan transmitir la malaria, eliminación de genes dañinos en cerdos para poder trasplantar sus órganos a personas y control de los genes específicos de las bacterias que las hacen resistentes a antibióticos.
Sin embargo, se prevén muchas más utilidades. El tiempo nos dará la respuesta sobre el alcance de este prometedor sistema CRISPR/Cas. Veremos lo que nos depara el futuro. Por ahora, las posibilidades parecen ser inimaginables.