Desde que a finales de los años 80 se registraran en San Francisco casos de gente afectada por alguna clase de extraña neumanía y con los niveles de defensas muy mermados, no se ha dejado de investigar en lo que después se descubrió que era una nueva enfermedad, el sida (Síndrome de la Inmunodeficiencia Adquirida). Rápidamente se halló que el causante era el entonces llamado Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH), un agente desconocido que ya habitaba en el organismo de algunos primates en el África tropical, con la diferencia de que en ellos no causa la muerte.
El sida ataca al sistema inmunitario de las personas destruyendo los linfocitos encargados de controlar todo tipo de infecciones y el desarrollo de tumores. En un paciente con el VIH activo, va perdiendo defensas paulatinamente hasta ser afectado por cualquier infección que en condiones normales sería inofensiva. El proceso de destrucción de las defensas es irrefrenable, por lo que, hasta que no se consiga una cura definitiva, el único remedio es prolongar lo máximo posible su estado latente en el organismo.
Formas de transmisión
Como cualquier virus, es necesario un contagio para que el VIH llegue a nuestro organismo. El VIH se encuentra en la sangre, saliva y el semen o secreciones vaginales de quien lo porte, pero la concentración debe ser muy alta para que realmente haya contagio y una persona resulte infectada, por lo que el mito de la infección por un beso queda descartado. Solo cuando el virus entra en nuestro torrente sanguíneo quedamos infectados (como la hepatitis B).
El contagio vía sexual, en relaciones heterosexuales u homosexuales, son la principal causa de contagio de el sida en todo el mundo. La mayor concentración del VIH se encuentra en el semen y en las secreciones vaginales, lo que unido a la posibilidad de haber cualquier herida – diminutas e invisibles a simple vista – hace que el preservativo sea el mecanismo de prevención más seguro.
En los países desarrollados también es frecuente el contagio directo sangre-sangre. Cuando era imposible detectar el virus en la sangre, las donaciones y transfusiones podían ser un modo de contagio, pero ahora ya no revisten ningún peligro. Sin embargo, la vía sanguínea sigue existiendo para drogodependientes que comparten jeringuillas.
Por el contrario, en los países subdesarrollados con gran parte de la población afectada por el sida (África subsahariana y sureste asiático), el contagio vertical es el otro modo de infección más común, o lo que es lo mismo, de madre a hijo. Puede ser durante el embarazo si falla el filtro de la placenta, o por el contacto con la sangre en el momento del parto, o en la lactancia.
Diferencia entre portar y desarrollar la enfermedad
Aunque el final es desgraciadamente el mismo, la lentitud con la que se desarrolla el mecanismo de actuación del VIH hace que se distinga entre pacientes seropositivos y pacientes con sida, es decir, aquellos en los que se han desatado las infecciones y los demás problemas inmunitarios relacionados con el virús.
Cuando el virus entra en el organismo, se distribuye por todo el torrente sanguíneo y automáticamente se desarrollan unos anticuerpos específicos para combatirlo, aunque sin suerte. Es en este punto en el que se encuentran los pacientes seropositivos, ya que tienen los anticuerpos pero el virus todavía no ha atacado a las defensas. Pueden pasar incluso años sin que, teniendo los anticuerpos, se tengan síntomas de la enfermedad.
Con el tiempo, todos los pacientes seropositivos, si no reciben tratamiento, acaban padeciendo los síntomas de la infección, que terminan con la muerte. En estos casos en los que se dice que el paciente tiene sida, es decir, ha acabado el estado latente del VIH y las defensas han empezado a disminuir.
Un futuro esperanzador
Todas las miradas enfocan a la ciencia como la salvación prometida que algún día traerá la cura. Han sido muchos los avances que han permitido la mejora de la calidad de vida de los afectados y que han conseguido reducir enormemente tanto la incidencia como la mortalidad de la enfermedad. Sobre todo gracias a que cada vez más población subdesarrollada – los más afectados son los subsaharianos – puede acceder a un tratamiento, las muertes por Sida en los últimos seis años se han reducido un 18%.
Entre los grandes avances se encuentra el que atañe a la concepción de descendencia por parte de hombres con VIH. El lavado seminal permite obtener espermatozoides móviles capaces de ser utilizados en una fecundación in vitro sin riesgo de contagio ni para la mujer ni para el feto. Así pues queda abierto un camino alternativo a la adopción para las personas afectadas por el virus del VIH, con hepatitis u otras enfermedades víricas.
La investigación científica no para, y uno de los últimos hallazgos ha sido la molécula que recubre el virus del VIH y que le sirven para ocultarse y penetrar en otras células y destruir el sistema inmunitario de quien lo porta. La buena noticia es que se ha descubierto que eliminando esas moléculas el virus ya no puede propagarse por el organismo, con lo que se reduce notablemente su mortalidad.
El futuro de la lucha contra el Sida está centrado en conseguir una vacuna que acabe con el virus, su contagio y su propagación por el organismo. Poco a poco y con grandes esfuerzos científicos se están dando pasos hacia delante, pero mientras tanto la principal arma es la prevención. Aunque actualmente sea posible controlar la enfermedad durante mucho más tiempo y se pueda llevar una vida relativamente normal, no existe una cura definitiva, por lo que todo lo que sea tomar precauciones contribuirá a ganar la batalla.
Fuentes: facilisimo.com y Elmundo.es