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¡Hola amigos!
Había desaparecido unos días pero ya estoy de vuelta :). Al revisar los correos me he encontrado uno de Ana Rovira que dice:
Hola Míriam,
¡Amo tus blogs y todo lo que nos compartes! Realmente me has inspirado (soy amante del azúcar desde hace mucho tiempo) para reflexionar sobre mis hábitos alimenticios en general, y particularmente mi ingesta de azúcar. Tengo curiosidad por saber cómo lidiar con el aspecto social de cambiar la dieta. ¿Por qué siempre debo justificar que como alimentos sanos y que prefiero no comer azúcar? Desde que dejé de comer azúcar, encuentro que constantemente tengo que defender esta opción obviamente saludable. Es extraño, pero antes, cuando comía demasiada azúcar, nadie comentaba lo que comía. Pero ahora que estoy haciendo un esfuerzo para eliminar el azúcar, parece que tengo que defender ese esfuerzo constantemente frente a amigos, familiares y colegas. Por favor, ayúdame, ¿cómo puedo lograr que las personas respeten mis decisiones sin tener que defenderlas todo el tiempo?
Saludos cordiales, de Ana Rovira
Respondiendo a Ana…
Hola Ana!
Primero de todo agradecerte tu correo electrónico. Es un problema muy común y por eso he decidido publicarlo. La verdad es que es algo que llama mucho la atención no solo por la cantidad de veces que debemos incluso dar explicaciones por elegir productos más saludables en vez de los habituales, si no porque incluso a veces te tratan de “aguafiestas” por no haber comido según qué comidas en fiestas que sólo sirven comida basura, por decirlo de algún modo.
Nada de discutir, no vale la pena y no es necesario
Lo más aconsejable es no entrar en ardientes discusiones con tus amigos. Aún a día de hoy hay muchas personas que desconocen lo que es la alimentación que nos imponen los supermercados y anuncios de la televisión (y que por general no son lo que deberíamos comer) y los alimentos saluables que nuestro cuerpo necesita, que no por ser saludables dejan de ser buenos al paladar.
Es más una cuestión de costumbres y de conocimiento así que no vale la pena entrar en peleas. Simplemente comes lo que te gusta ( y lo que tu cuerpo realmente necesita) y con eso ya nadie puede reprocharte nada. Si quienes te ponen en tela de juicio son personas que puedan llegar a entender las cosas puedes explicarles que es mejor comer ese tipo de alimentos porque nos aportan beneficios y no nos perjudican, y que has decidido seguir una dieta saludable y por el momento estás muy satisfecha de tu elección (si lo estás, claro, que me imagino que sí). La mayoría de la sociedad actual está enfocada a los malos hábitos y esto es algo que podemos cambiar si queremos. Pero son cambios que cuesta un poco hacer y que es algo generalizado, ya no sólo por la mentalidad actual de la gente (que por suerte está cambiando cada día hacia una mejor elección de hábitos saludables), sino por lo que podemos encontrar cuando vamos a comprar comida.
Por ejemplo, actualmente comemos aproximadamente cuatro veces más azúcar de lo recomienda la OMS. Y si te fijas en la mayoría de alimentos que hay en los supermercados todos tienen azúcares añadidos o son aliementos procesados. Hoy en día, la obesidad y la diabetes tipo 2 se encuentran entre las enfermedades públicas más importantes, y los alimentos no saludables son los culpables de ambos. Son enfermedades que se crean a partir de los malos hábitos alimenticios y éstos a partir de lo que nos venden cuando vamos a comprar comida y de las costumbres alimenticias de la cultura en la que vivimos.
Efectos de las malas costumbres ( y de la todopoderosa economía) de nuestra cultura
Se estima que alrededor de 422 millones de personas en todo el mundo tienen diabetes tipo 2 y casi el 40% de la población adulta tiene sobrepeso u obesidad, lo que es alarmante, ya que el resultado es un mayor riesgo de contraer otras enfermedades como enfermedad cardiovascular, algunas formas de cáncer, demencia y síndrome de ovario poliquístico (SOP). Sólo con estos datos ya es más que suficiente para poner el freno y decir, “aquí pasa algo y lo bueno es que puedo ponerle freno”. Simplemente hay que reflexionar, concienciarse y cambiar el estilo de vida, entre ello, los hábitos alimenticios.
Sin prisas pero sin pausa
Pero eso sí, otro error común es eliminar casi todo de la dieta para empezar con alimentos sanos. No se debe hacer así, tiene que ser un proceso gradual y recordar siempre que existen alternativas saludables parecidas a lo que estamos habituados. Es decir, reducir al máximo el consumo de azúcar o incluso eliminar los azúcares añadidos de la dieta no implica tener que dejar de alimentos deliciosos y saludables a la vez. Un ejemplo claro son los pasteles o dulces tradicionales en los que no se les añade azúcar, eso es algo que muchas veces no tenemos presente, podemos comer mucho más de lo que imaginamos eligiendo la alternativa sana.
Buenos, la próxima vez que os pregunten porqué coméis lo que coméis ya podéis darles respuestas sin tener que dar muchas vueltas al asunto. Otra opción es ofrecerles un poco de vuestra comida a ver qué tal… aunque la mayoría de veces no lo aceptan porque la gente necesita procesar la información y pensar antes de “probar” o cambiar cosas de su vida.