Hablamos de descanso, no sólo de dormir. Porque una cosa no implica necesariamente la otra: podemos pasarnos horas durmiendo y no descansar; como también es perfectamente posible descansar sin tener que pasar por los brazos de Morfeo.
Nuestro cerebro necesita interrumpir ocasionalmente su actividad para retomarla con ánimo y energía. El agotamiento y el estrés excesivo al que le sometemos diariamente termina pasando factura a nuestra capacidad de concentración y, por lo tanto, de análisis y comprensión, factores imprescindibles para acometer con garantías cualquier actividad o propósito que tengamos en mente. Para darle ese respiro a nuestro cerebro bastaría con aprender a desconectar, poder dedicar unos 30 o 40 minutos al día a una actividad que suponga una reducción de la concentración y una compensación a corto plazo que resulte satisfactoria. Leer, pasear o hacer algo de ejercicio ligero pueden ser sencillas costumbres que den algo de respiro a nuestra cabeza, siempre que sepamos aparcar las preocupaciones y tareas pendientes de ella mientras las practicamos.
Porque, hablando ya de dormir propiamente dicho, ése es uno de los males más comunes de todo mortal: llevarse a la cama las inquietudes y usarlas de mala almohada. En la cama, esos problemas que se nos quedan pendientes se traducen tan sólo en obsesión, inquietud, ansia… malos consejeros para conciliar el sueño. No olvidemos que es durante la fase REM del sueño que restauramos las funciones cognitivas de nuestro organismo (procesos de aprendizaje, memoria y concentración). Así, es importante respetar las horas de sueño como lo que son: un paréntesis necesario física y mentalmente.
La acción de tumbarnos, por sí sola, no lleva implícita la de relajarnos, ni siquiera físicamente, pues muchas veces las inquietudes mentales se traducen en tensiones musculares y sin saberlo, estamos exponiendo a nuestro cuerpo a un sobre esfuerzo innecesario. Por eso es imprescindible irse a la cama con plena conciencia de lo que significa descansar y buscar las condiciones necesarias para que ese descanso sea provechoso.
Por otra parte, es cuando dormimos que nuestro cuerpo aprovecha para liberar la hormona del crecimiento y regenerar así las células, reforzar nuestro sistema inmunológico y diluir el estrés acumulado durante la jornada. Sin una buena puesta a punto de nuestro organismo, poco podremos exigirle al día siguiente, ni física ni mentalmente. La creencia posmoderna de que quien más produce es quien menos descansa debe enterrarse ya definitivamente.
De todas formas, si eres de los que les cuesta conciliar el sueño y las preocupaciones, existen plantas medicinales que te pueden ayudar como, valeriana, pasionaria, estragón, melisa, tila, hierba de San Juan, pasiflora, las puedes tomar en infusiones o como suplementos.