Sobrellevar la adolescencia de tus hijos, a veces, no resulta cosa fácil de hacer. Ya que, la adolescencia es una de las etapas más importantes y bonitas en la vida de una persona. Se trata de un recorrido de muchos años, en los que nuestro cuerpo, nuestra mente y también nuestra vida emocional van a experimentar un sinfín de cambios que nos marcarán de por vida.
Mucha gente tiende a relacionar esta época con la famosa ‘edad del pavo’ pero, los años adolescentes constituyen mucho más que una actitud vehemente, algo rebelde e incomprensible desde el punto de vista adulto.
El cuerpo recibe la orden de cambiar
Biológicamente, las personas pasamos por varias etapas que no sólo quedan recogidas en nuestra mente sino en nuestro cuerpo, a base de transformaciones que nos indican que nos hacemos adultos. Estos cambios reciben una orden para producirse desde la glándula de la hipófisis.
La hipófisis es la productora de hormonas que se va a encargar de ordenar al cuerpo del niño o niña de que ya es hora de dar el paso a la vida adulta. A esta evolución de la infancia a la madurez se le llama adolescencia.
Cambios físicos en él
El desarreglo hormonal en el varón desemboca en una serie de cambios en su cuerpo que se van a ir haciendo visibles a medida que pasan los meses y años. La aparición de espinillas, el desarrollo de la nuez situada en el cuello, el crecimiento de su órgano sexual o la voz, que se vuelve más fuerte y ronca, son algunos de los más importantes.
Quizá sea en el terreno sexual donde más evidentes sean los cambios en el niño y es que, es en esta época cuando el adolescente ’redescubre’ que es un ser sexual y comienza a tener un interés repentino e inusitado anteriormente por todo acerca de su propia sexualidad y de cómo utilizarla.
Cambios físicos en ella
Para las chicas, esta época no es menos relevante. Seguramente ellas cuenten con una circunstancia biológica que no es comparable con ninguna que pueda tener el varón: la menstruación.
Se puede decir que la primera regla, que llega en torno a los doce años, es la prueba final de que la niña ha dejado la infancia atrás para convertirse, al menos biológicamente, en una mujer.
Los pechos le crecerán notablemente, se ensancharán sus caderas y muslos, y su voz será más fina que la que tenía cuando era una niña. Las espinillas también son frecuentes en el desarrollo de las chicas pues, se trata del mismo proceso natural que el de los chicos. Tanto en un sexo como en otro por lo general, tienden a desaparecer con los años.
La nueva identidad
No es que los niños al llegar a la adolescencia cambien radicalmente y pierdan su esencia y personalidad por completo, sencillamente se trata de un punto y aparte en sus vidas que te costará un poco entender como madre o padre, pero que, si lo piensas fríamente, absolutamente todos hemos pasado por ese trance.
Los psicólogos coinciden en que es entre la tardía pubertad (once, doce años) y los diecisiete o dieciocho años, cuando los jóvenes se ven sometidos a mayor número de presiones y factores externos. Han dejado de ser aquellos niños dependientes para enfrentarse a un mundo en el que por primera vez tienen que tomar decisiones, por menores que sean.
Los amigos, por la familia
La familia, como se suele decir popularmente ‘siempre va a estar ahí’ por lo que en la adolescencia es normal observar conductas de apego desmedido de los jóvenes hacia todo menos hacia sus padres y hermanos. Es una época para explorar todo aquello que no conocen. Es decir, todo eso que no es su propia familia.
Esta actitud es frecuente y muy normal ya que, al entrar en contacto con su propio universo, los adolescentes necesitan darle toda la atención posible a esos nuevos factores que han entrado en juego en su vida. Las quedadas con los amigos, las conversaciones de índole íntimo con sus allegados, las actividades extraescolares, son algunos de los ámbitos donde los jóvenes centrarán casi toda su dedicación.
Viaje al interior de uno mismo
Los adolescentes no sólo muestran interés por estar en contacto con su grupo de amigos. Es igualmente común en esta etapa verles ensimismados, pasando horas solos en su habitación, conectados a internet o sencillamente leyendo un libro. La soledad es compañera de la adolescencia.
Muchos expertos traducen este interés por estar solos como un viaje inconsciente hacia su interior, para estar con ellos mismos y experimentar cómo es esa época nueva que les va a tocar vivir. Las discusiones, pataletas y pequeños actos de rebeldía, suelen ir parejos a este comportamiento individualista, pues en ocasiones los padres no entienden esa necesidad que tienen de estar solos.
¿Cómo actuar con ellos?
La empatía o capacidad de ponerse en el lugar de otra persona, es una condición muy importante para comprender a un hijo adolescente. Cada vez que pienses que te desanimas, que ‘no puedes más con él’ y que ‘ya no sabes a qué herramientas recurrir’ sencillamente piensa que tú también fuiste adolescente.
Es cierto que los jóvenes de hace veinte años no son como los de ahora y que, con toda seguridad, los factores que llamamos externos ya no son los típicos. (colegio, amigos, pareja, actividades fuera de casa) Ahora tenemos que darle primacía a otros focos de atención donde el adolescente centrará su energía e ilusión. ( viajes, internet, videojuegos…)
‘Tener mano’ con ellos
Aunque al final, la educación de los hijos siempre depende de nuestros propios valores y creencias, que les traspasamos casi sin darnos cuenta, hay que tener en cuenta algunos consejos que los expertos nos indican para tener ‘manejo’ a la hora de relacionarnos con los adolescentes.
Aceptar que se trata de una época difícil eminentemente para ellos debe ser el primer paso. Además, el cambiar ‘hablar por gritar’ y ‘dialogar por discutir’, van a ser dos ejes importantes para poder llevarnos bien con ellos.
Padres, no amigos
No debemos confundir el que nos vean como personas accesibles y flexibles con la idea de ser ‘amigos de los padres’ pues, aparte de que no funciona, es contradictorio que un adolescente vea en su figura materna o paterna a un amigo más.
Ni por edad, ni por nexo o interés en común, los padres pueden ser amigos de sus hijos. El matiz de autoridad, que no superioridad, no debe perderse; a los jóvenes, aunque ya no sean unos niños, les conviene tener una referencia paterna o materna, pues es signo de protección además de un ejemplo vital para ellos, aunque no lo quieran reconocer.
Ver el lado positivo
Cada una de nuestras etapas vitales constituye un trazo más en el cuadro que finalmente será nuestra vida. La adolescencia es importante a todos los niveles, biológico, emocional y físico, y debemos entenderla como un bonito tránsito a la madurez donde experimentamos por primera vez un sinfín de cosas que con los años, nos parecerán hasta rutinarias.La positividad, la paciencia y el diálogo van a ser tus armas como madre o padre durante este viaje que realizarán tus hijos en solitario, pero sin perderte de vista.