Vivimos en un mundo en el que actualmente prima el fijarse en nuestro físico, en nuestras posesiones materiales, el culto al cuerpo. Pasan los años e intentamos tener una mejor posición social, un mejor auto, una mejor casa,etc,etc.Pero a menudo poco o nada hacemos por evolucionar,en comprendernos mejor, en pulirnos para sacar lo mejor de nosotros mismos y ser año tras año mejor personas, en resumen, en buscar todo nuestro potencial.
Por eso dicen los sabios yoguis que “hemos evolucionado miles de años en lo que se refiere a nuestra tecnología y razonamientos, pero no hemos avanzado ni un milímetro en lo que concierne a nuestro conocimiento interior”.
Y es algo, que por poco tiempo que le dedicaramos, podría hacer cambiar nuestra vida totalmente.
Cuantas veces estamos repitiendo los mismos errores una y otra vez y no nos damos cuenta, dando vueltas en círculos.
Hoy tratamos un tema que es mucho más importante de lo que parece… de la memoria celular.
Al cambiar nuestra forma de pensar, podemos cambiar nuestro mundo.
Las antiguas ciencias de la salud ya sabían que la alegría, la tristeza, la melancolía, podían variar nuestra salud hasta enfermar, pero que también ciertos alimentos influían en nuestro estado de ánimo.
Según el ayurveda “tenemos una digestión física, pero también tenemos una digestión mental”.
Desde hace unos años se ha avanzado mucho en todo lo relacionado al genoma.
Y cuando se descubrió el “ADN”, se pensó que lo más lógico es que si este se encontraba en el interior del “núcleo celular”, dentro de este “núcleo” estaría el “cerebro celular”.
Pero hablando del cerebro: ¿es el quien decide o quien ejecuta?
En principio podríamos decir que el cerebro es el que decide lo que los otros órganos han de ejecutar.
Bien, volviendo al “cerebro celular” sabemos que este no se encuentra en el núcleo de la celula, aunque contenga en su interior el ADN. El ADN lo único que hace es ejecutar una serie de órdenes.
Y es que hay algo mas que estaba escondido. Alrededor del “citoplasma” (lugar donde se encuentra la central energética de la célula llamada mitocondria) existe la llamada “membrana celular”.
Esta es importantísima para la celula, ya que de esta podríamos quitar el núcleo y no moriría, aunque dejaría de sintetizar nuevas proteínas, no se reproduciría, y terminaría muriendo pasados muchos días.
Pero si lo que le quitáramos fuera la membrana de la celula, esta moriría de inmediato.
Quiero decir con esto que hoy en día está cada vez más claro que el verdadero “centro” de la célula no está en su nucleo, sino en su membrana.
La membrana es la que está en contacto con todas las sustancias que viajan por la sangre, en contacto con los alimentos que hemos digerido o en contacto con las “moléculas de la emoción”.
Esta membrana, debido a sus múltiples receptores o puertas de entrada se hace tremendamente sensible a todo lo que circula por el medio químico en el que vive.
Hay moléculas que, bien actuando directamente a través de la membrana o teniendo una acción sobre el nucleo, pueden hacer que ciertos genes se expresen o que no lo hagan.
Este dato importantísimo nos está diciendo que existe la posibilidad de que una persona, dependiendo de su estado emocional puede favorecer la expresión de unos genes y no la de otros.
Esto nos dice claramente que además de cuidar nuestra salud, tomar medicinas cuando enfermamos, alimentarnos correctamente, NOSOTROS también tenemos algo que decir a la hora de evitar una enfermedad o combatirla cuando ya es una realidad.
Por eso, las personas con una actitud mental positiva suelen mejorar antes cuando caen convalecientes.
Ahora vamos a intentar cambiar nuestra forma de pensar convencional para poder comprender lo que vamos a explicar a continuación:
Cuando una persona se ha acostumbrado a vivir en una personalidad determinada, sin darse cuenta vive reducida en una especie de caja, de prisión, de habitación particular.
Este sitio llamado “zona de confort” nos hace sentirnos seguros pero es extremadamente limitante.
Dentro de esa zona, nos hemos acostumbrado a pensar a nuestra manera, a sentir a nuestra manera y a tener en nuestra sangre una química determinada gracias a unas emociones que solo son el reflejo de una manera ya establecida de pensar y de sentir.
Todos conocemos a esa persona que a la mínima reacciona con ira, y parece que está sentada encima de un barril de pólvora y con un mechero en la mano. O a esa persona que siempre experimenta un alto sentimiento de culpa cada vez que ocurre algo terrible. O ¿Por qué no? a esa persona que siempre esta decaída y que piensa que nunca va a lograr nada en la vida, que no sirve para nada.
Pues hay que saber que muchas de estas emociones no son más que patrones automáticos de respuesta, automatismos reforzados a lo largo de los años.
Volviendo a las células, imaginémonos que estas están sometidas a un aluvión constante de hormonas relacionadas con la ira, culpa o con el sentimiento “NO PUEDO”.
La membrana de la célula va a necesitar desarrollar un mayor número de receptores, de puertas de entrada. Si se observa, es como si la célula se acomodara a este entorno químico y de esa manera se convirtiera en una nueva célula con sentimientos de ira, culpa o miedo.
Todo esto va a tener una repercusión en la manera en que va a funcionar esta celula, en los genes que se van a expresar y en los que no.
Esta produciéndose un automatismo, y estos no son sencillos de detener, porque tienen preferencia en el cerebro y también en las células. (La mente es una criatura de hábito).
Afortunadamente para nosotros, y aquí viene lo realmente interesante, la membrana de las células es plástica y maleable como también son los circuitos del cerebro.
Si ven que el medio químico donde viven ha cambiado, responderán con cambios en su función.
Esto podría demostrar los cambios físicos y sanaciones que se ven en muchas personas después de cambiar ciertos esquemas de pensamiento, debido todo a esa transformación en la respuesta celular.
Llegados a este punto podemos entender lo importante que es el cambiar nuestra forma de ver las cosas, de salir de nuestras limitaciones, de abrir nuestra mente y sobre todo de creer que es posible, que podemos, que tenemos potencial y que todo esto puede también influir en nuestra salud y vitalidad.
Cuando nuestras células han sido durante un tiempo estimuladas con ciertas moléculas de emoción, llegan a necesitar de alguna manera que estas sigan estando presentes en su medio ambiente.
Si el lector se ha dado cuenta, estamos hablando de una forma de adicción.
De esta forma se cierra un círculo vicioso, en el que inicialmente un esquema de pensamiento genero unos sentimientos que dieron lugar a un vertido en sangre de ciertas moléculas, las cuales actuaron sobre las células, produciendo cambios en su membrana.
Como consecuencia, la célula se ha acostumbrado a estos cambios y exige cada cierto tiempo al cerebro que libere el mismo tipo de sustancias.
Esto puede explicar porque cuando se realizan ciertos cambios en nutrición, en la forma de respirar, cuando se hace ejercicio o en la misma meditación, estos pueden afectar a la manera en que las personas, sentimos, pensamos o percibimos.
Hay personas, y de de esto sabe mucho el “ayurveda”, que cambiando su forma de alimentarse, pueden mejorar su estado depresivo. También la práctica continuada del ejercicio ha demostrado que incrementa la felicidad, y que los sentimientos de ira o de angustia mejoran.
Ahora se comprende por que cuando queremos cambiar uno de esos patrones automáticos de respuesta, nos es tan difícil y notamos tanta resistencia.
Para terminar diremos que habiendo leído esto, tenemos que darnos cuenta de que somos dueños absolutos de nuestros pensamientos y que de la forma en que pensemos influirá en nosotros física y anímicamente hasta el punto de enquistarnos en una determinada personalidad, con unos hábitos de conducta, y una repercusión y unas limitaciones que nos traerá unas consecuencias positivas o negativas.
La psicología moderna nos dice que el timón lo tenemos nosotros y de nosotros depende que nos enfoquemos en lo positivo y tengamos una vida plena y feliz o de lo contrario que nos enfoquemos en lo negativo y seamos “literalmente” unos desgraciados.
Por eso es importantísimo rodearnos de gigantes, que nos auparan hacia arriba y no de enanos, que intentaran hundirnos en la miseria como están ellos. De leer libros positivos, que nos ayuden a elevarnos anímicamente, y sobre todo que pasemos a la acción, para poco a poco eliminar los antiguos patrones establecidos en nuestra mente y que nos están frenando y así plantar la semilla de los nuevos patrones, frescos, y que van a convertirnos en la persona que siempre merecimos ser y que siempre había estado aquí.
¿Quién soy yo?
Yo soy las cien mil millones de neuronas que trabajan cada día en armonía.
Yo soy todo ese inmenso potencial, esa maravilla, energía, sabiduría, inteligencia, fuerza y optimismo.
Mis neuronas contienen casi todos los recuerdos, conocimientos y capacidades de mi vida.
Una fina capa de células de un milímetro de grosor son las responsables de que tenga calor en un día de verano, de hacer los cálculos matematicos,de encontrar sentido a lo que leemos, de huir ante un peligro, de sentir amor por el prójimo o lo que nos rodea.
Pienso que valemos mucho y que nos merecemos lo mejor, la buena noticia es que está en nuestras manos el cambiar y que con esfuerzo y dedicación es posible.
De ti depende….
Me despido con una frase muy acorde al artículo de hoy:
“El hombre que puede cambiar sus pensamientos puede cambiar su destino”.
S. Crane .
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