Un nuevo enfoque en medicina y alimentación.
Yo estudié en el colegio que los alimentos se componían de proteínas, grasas, hidratos de carbono, vitaminas y minerales. Se consideraba que comer sano era distribuir diversos alimentos según una pirámide de proporciones. Todavía hoy, en mi entorno, creemos que comemos sano por no tomar hamburguesas o bollería a menudo.
Los estudios poblacionales muestran que la incidencia de ciertas enfermedades muy comunes en la sociedad occidental como Cáncer, Depresión, Osteoporosis, Alzheimer, enfermedades cardiovasculares, Crohn, etc, tienen una incidencia inferior en el medio rural frente al urbano, y aún menor en el mundo oriental. Se puede pensar que estas diferencias se deben a una genética diferente, pero se demuestra que las poblaciones de emigrantes orientales en países occidentales tienden a adquirir la misma tasa de enfermedad que sus vecinos occidentales. ¡La herencia no explica la mayoría de nuestras enfermedades! Es decir, la genética no sólo se hereda, sino que también se ve afectada por las condiciones ambientales, a lo largo de nuestra vida nuestros genes cambian en función de cómo vivimos, es lo que estudia la rama de la genética llamada epigenética.
Se ha estudiado en las autopsias que todos los cadáveres tienen microtumores malignos, incluso los de poblaciones orientales que no acaban desarrollando canceres. Desde una etapa inicial en la que una célula se transforma en maligna, en la que se daña su ADN por factores como virus, químicos, radicaciones, etc hasta que se desarrolla un cáncer visible pueden pasar décadas. Hay factores que hacen que esos microtumores no lleguen a desarrollarse. Entre los factores capaces de modificar nuestros genes, la alimentación juega un papel predominante.
El desequilibrio de la angiogénesis
Así, ya en 1971, Judah Folkman (Universidad de Harvard), impresionado y fascinado por la enorme cantidad de vasos sanguíneos que observaba en las biopsias de tumores, formuló la hipótesis de que los tumores cancerígenos necesitaban generar vasos sanguíneos para alimentarse (oxígeno y nutrientes) y poder desarrollarse, lo que dio lugar a una carrera desenfrenada hacia la identificación de medicamentos capaces de interferir en el desarrollo de los tumores bloqueando la formación de nuevos vasos. No fue hasta 2004, ¡33 años después! cuando se aprobó el primer medicamento antiangiogénico, el bevacizumab. Hay que tener en cuenta que los vasos sanguíneos de los tumores son muy diferentes a los de los tejidos normales que no son atacados por las moléculas antiangiogénicas. Por tanto, antes se pensaba que para luchar contra el cáncer había que destruir las células malignas utilizando las dosis más elevadas posibles de medicamentos (quimioterapias muy agresivas), pero con que quedara un pequeño número de células sin destruir se hacían más resistentes al tratamiento y podían seguir desarrollándose al poder generar nuevos vasos para tener acceso al oxígeno y nutrientes. Sin embargo, las investigaciones recientes ponen de manifiesto que el desarrollo de los tumores es el resultado de un desequilibrio entre unas moléculas que estimulan la formación de nuevos vasos sanguíneos y otras que impiden su formación. En ausencia de nuevos vasos sanguíneos, los tumores son incapaces de crecer más de 1 mm^3, un tamaño insuficiente para causar daños irreparables en los tejidos. Incluso los tumores líquidos como la leucemia, requieren una vascularización de la médula ósea, y por tanto son susceptibles de ser atacados por estos tratamientos. La importancia de inhibir la angiogénesis se pone de manifiesto en las personas con Trisomía 21 (síndrome de Down), las cuales casi nunca desarrollan un cáncer, debido a la protección que les aporta el elevado porcentaje de inhibidores de la angiogénesis (endostatina) que produce la presencia del cromosoma 21 adicional.
Algunos de los alimentos que comemos constituyen fuentes privilegiadas de compuestos antiangiogénicos, que tomados diariamente, consiguen bloquear la progresión de los tumores actuando de forma metronómica (por analogía al metrónomo de un músico que sigue una cadencia regular), es decir, atacando continuamente los nuevos vasos sanguíneos tumorales e impidiendo su crecimiento. Como las fases de iniciación, promoción y progresión de un cáncer pueden durar muchos años hasta que el tumor es detectable, es muy importante aportar diariamente sustancias que lo mantengan bajo control, lo cual se puede conseguir con la ingesta diaria de ciertos alimentos, los MEDICALIMENTOS.
Pero, ¡si yo como sano!. Alimentación que nos inflama.
Sin embargo, nuestros hábitos alimenticios, supuestamente basados en la dieta mediterránea, han cambiado respecto a lo que comían nuestros abuelos y son muy diferentes a la gastronomía oriental. Algo tan cotidiano como el pan que comemos ya no se realiza con masa madre como se comía antaño, pocos comemos más de tres raciones de pescado azul a la semana, algo primordial en la dieta mediterránea; las legumbres ya no son consumidas a diario como se hacía en platos tradicionales de cuchara como el caldo gallego, la olleta alicantina, los cocidos, la fabada, los potajes, etc. El consumo de verduras, frutas, granos y semillas se ha reducido y la ingesta de azúcar, harinas refinadas y fritos se ha disparado, ¡hasta la salsa de tomate lleva azúcar!; comemos carne, leche y huevos de animales alimentados de pienso, y por supuesto nuestros antepasados no comían snacks, precocinados, edulcorantes ni refrescos. Estos cambios, aparentemente sin importancia, tienen gran repercusión en nuestro organismo, ya que elevan el índice glucémico (actúan como si comiéramos azúcar), lo que hace que nuestro cuerpo genere sustancias para asimilarlos que son muy tóxicas y produciendo efectos inflamatorios a nivel celular. Se sabe que muchas enfermedades necesitan para desarrollarse de un proceso inflamatorio (cáncer, depresión, enfermedades cardiovasculares, Crohn, intestino inflamable, etc). El exceso de sustancias químicas inflamatorias bloquea el proceso natural de apoptosis o muerte celular, favoreciendo el crecimiento de los tumores malignos. Además, los procesos inflamatorios merman nuestro sistema inmunológico (actúan sobre las células NK y otros glóbulos blancos que son los encargados de atacar a los tumores). Y curiosamente una alimentación que eleve el índice glucémico es pro-inflamatoria.
Y entonces, ¿qué como?.
A la vez que aumentamos el consumo de alimentos poco saludables, hemos dejado de incluir en nuestra alimentación productos que nos aportaban cientos de sustancias beneficiosas. Los avances en la comprensión de cómo actúan ciertos elementos bioquímicos contenidos en los alimentos permite conocer qué alimentos son especialmente beneficiosos, los medicalimentos, que actúan como dianas farmacológicas en procesos como: inhibición de enzimas inflamatorias (COX-2), antiestrógenos, sistema inmunitario, el ciclo del carbono y la homocisteína, inhibición de la invasión tumoral y de la metástasis, inhibición de factores de crecimiento, inhibición de la agregación de plaquetas, alteración del citoesqueleto de las células cancerosas, inhibición de factores de transcripción, etc.
Los medicalimentos nos ayudan a tener mejor estado de ánimo, mayor resistencia al estrés, mayor rendimiento cognitivo, prevenir depresiones, demencias, cánceres, enfermedades cardiovasculares, Alzheimer, etc. En definitiva, ser conscientes de lo que comemos para incluir medicalimentos en nuestra dieta nos permite aumentar la probabilidad de vivir más tiempo y con mejor salud, disfrutando de la vida con una mayor calidad.
Se pueden consultar los cuantiosos estudios científicos, publicados en los más prestigiosos medios, realizados por entidades de renombre mundial. Sin embargo, desarrollar un medicamento puede costar 500 Millones de Euros, y unos 20 años de desarrollo con pruebas de laboratorio, diferentes fases de test en animales y humanos…. Para acabar comercializando una sustancia aislada de un alimento, ¿es rentable para la industria farmacéutica?
Lo que está probado es el beneficio de consumir diariamente miles de sustancias que se incluyen en los alimentos saludables, en dosis apropiadas, fruto de miles de años de evolución de la humanidad, que interactúan entre ellas dentro de una dieta sana.
No es mi intención vivir en una burbuja, aislado del mundo, pero conocer lo que es perjudicial y lo que me favorece, me permite compensar efectos, y lo que procuro es reducir mi exposición a ciertos contaminantes (cosméticos sin parabenos ni ftalatos, como ya comunican algunas marcas de gran consumo), reducir el consumo de azúcar, fritos, harinas blancas y comida precocinada; y sobre todo incluyo en mi dieta alimentos que sé son especialmente beneficiosos para mi salud, como el té verde Sencha, el chocolate negro con cacao puro 100%, el pescado azul como las sardinas, el aceite de oliva virgen extra, la soja fermentada en kome miso, los cereales integrales como la quinoa o la espelta, las algas nori, legumbres condimentadas en hummus, etc. Estos alimentos, que se pueden considerar superalimentos o medicalimentos por sus extraordinarias propiedades beneficiosas para la salud, los encuentro en www.medicalimentos.com, tienda gourmet con una selección de los mejores medicalimentos con la máxima calidad, y en donde se explica lo que aportan a nuestro organismo, para ¡VIVIR!.