Más de 350.000 personas en España padecen anorexia o bulimia. Es decir, alrededor del 6% de la población joven sufre trastornos relacionados con la alimentación. En ocasiones, la bulimia se confunde con la anorexia ya que, en muchos casos, ambas patologías suelen ir unidas.
Al rechazo de la comida por miedo a engordar se le une una voracidad inusual, provocándose después de un gran sentimiento de culpa, vómitos o ingesta de diuréticos. Diversos informes demuestran que cada año de enfermedad eleva un 1% la probabilidad de muerte en los enfermos, aunque la mortalidad es menor que en el caso de la anorexia, no superando el 1%-2% de todos los afectados.
La bulimia consiste en la distorsión de la imagen corporal de la misma persona que termina por someterse a atracones frecuentes de comida, seguidos por episodios de culpabilidad que provocan vómitos o la ingesta de medicamentos adelgazantes. Es decir, comen vorazmente y después ayunan, realizan ejercicio excesivo para compensar o vomitan, pero siempre recayendo en los episodios de ingestas compulsivas. Durante las crisis, los enfermos experimentan una sensación de pérdida de control de sus actos.
Obsesión por el control
La bulimia, al igual que la anorexia, es un trastorno mental. En la mayor parte de los casos, alrededor de un 70%, intervienen agentes biológicos, pero no son los únicos. Las presiones psicosociales determinan en gran medida la aparición de la enfermedad. Los abusos emocionales, sexuales, físicos, la depresión o la obsesión por tenerlo todo controlado son los factores más relacionados con la bulimia, aunque no en todos los pacientes se dan los mismos ni con la misma intensidad. Lo que sí es común es el intento de control sobre el peso y la comida. Además, frecuentemente existen antecedentes familiares, especialmente maternos, de obesidad, que influyen en la manifestación de la bulimia.
Las dietas están también muy relacionadas con esta enfermedad; de hecho, hacer un régimen riguroso aumenta 18 veces la posibilidad de sufrir anorexia o bulimia. Según Jusep Toro, psiquiatra del hospital Clínico de Barcelona, "hoy podemos decir que es el principal factor de riesgo de estas enfermedades". Los signos que se manifiestan principalmente son la ansiedad o compulsión para comer, vómitos, abuso de medicamentos diuréticos, seguimiento de dietas diversas, deshidratación, alteraciones menstruales, aumento y bajadas de peso bruscas y aumento de caries dentales, como consecuencia de la mala alimentación.
Las mujeres jóvenes, las más afectadas
Los bulímicos se caracterízan por encontrarse generalmente dentro del margen de peso considerado normal, tener síntomas depresivos, de ansiedad y, en aproximadamente un tercio de los enfermos, se encuentra dependencia y abuso de sustancias como el alcohol y los estimulantes.Principalmente se trata de un mal que afecta a mujeres, aunque también hay una pequeña proporción de varones, y puede aparecer en cualquier edad, a pesar de que se ha demostrado que se da con más frecuencia en adultos y en la franja de edad de los 15 a los 35 años. La proporción de afectadas con respecto al porcentaje de bulímicos es de 10 a 1 y la edad media de aparición es de 20 años.
Frecuentemente, la bulimia aparece tras una anorexia nerviosa o como consecuencia de haber hecho regímenes de adelgazamiento. Al contrario de lo que se cree, esta patología es más frecuente que la anorexia nerviosa, concretamente cuatro veces mayor. Estudios sobre la población juvenil femenina afirman que entre 3 y 10 chicas de cada 100 la padecen. Se trata de personas con relaciones inestables, variando con frecuencia de amigos o pareja y un 50-90% sufren trastornos de personalidad. Las mujeres afectadas por esta enfermedad suelen practicar gimnasia rítmica o danza y los varones, boxeo, lucha o halterofilia.
La psicología, el tratamiento fundamental
Al ser un trastorno que afecta tanto física como psíquicamente, el tratamiento es complejo. La psicoterapia individual, de grupo o familiar, la orientación nutricional y un buen plan alimenticio supervisado por un terapeuta, son las bases fundamentales para controlar la enfermedad. Cuando aparecen síntomas de recaída, el paciente debe contactar siempre con el médico o psiquiatra responsable de su seguimiento.
El tratamiento psicológico debe reducir la distorsión de la imagen corporal, la insatisfacción y la ansiedad. Es importante que el enfermo lleve una vida normal aunque tenga un control médico, y sienta confianza en el entorno familiar y en su terapeuta para poder fortalecer la personalidad, la autoestima y la autoimagen.
En el plano físico, la pauta a seguir se encamina a suprimir los atracones, los periodos de ayunas y la toma de laxantes o diuréticos, además de corregir los desequilibrios biológicos y reducir el peso. Para ello se tiene que contar con la voluntariedad del paciente en llevar a cabo el tratamiento, la disciplina en las dietas impuestas y en las hospitalizaciones que sean necesarias y el control de peso en los objetivos proyectados.
Pero lo fundamental en este tipo de alteraciones es la prevención. Frente al deseo de adelgazar es necesaria educación escolar y en los medios de comunicación, destinada a lo que se considera como grupos de riesgo. Otro factor importante es concienciar a la población de que estas enfermedades constituyen un problema importante de salud pública e incidir sobre la población adolescente.