Intolerancia a la lactosa: ¿un hecho del siglo XXI?


Intolerancia a la lactosa


En los últimos años ha aumentado el número de personas con intolerancia a la lactosa, sobretodo en edades tempranas, y cada vez es más frecuente que alguien de nuestro entorno sufra este trastorno.

Algunas personas pueden pensar que es algo “de moda”, que antes no se oía, pero los datos muestran que ya en época de Hipócrates, en el año 400 A.C. se describen una serie de síntomas intestinales en algunas personas después de consumir lácteos como leche y queso. Sin embargo, es a mitad del siglo XX cuando aparecen los primeros casos médicos documentados de intolerancia a la lactosa.

A lo largo de la historia, se ha establecido una clara relación causa-efecto con el hábito de tomar leche, de manera que las poblaciones “ganaderas” que se han alimentado de leche animal a lo largo de las generaciones, presentan menos intolerancia a la lactosa que las poblaciones que tradicionalmente no consumían.

Qué es la lactosa?

La lactosa es el llamado azúcar de la leche. Está presente en todas las leches de los mamíferos y que también puede encontrarse en muchos alimentos preparados.

La leche humana es la que contiene más lactosa, unos 7g/100ml, seguida de la leche de vaca y oveja con unos 5mg/100ml y la de cabra con 4,4mg/100ml.

Para digerir la lactosa se requiere de la presencia de lactasa en el intestino. Es una enzima que desdobla la lactosa en sus dos azúcares simples glucosa y galactosa, para que sean absorvidos. Si los niveles de lactasa son bajos o ésta no realiza bien su labor, se produce una incapacidad para digerir la lactosa, conocida como intolerancia a la lactosa.

A escala mundial, la mayoría de la población adulta tiene déficit de lactasa, excepto la población del norte y centro de Europa.

Síntomas de la intolerancia a la lactosa

El nivel de lactasa intestinal es variable, y junto con la cantidad de lactosa y el tipo de lácteo ingerido, la motilidad intestinal, la macrobiota particular del individuo o el consumo de lactosa sola o de forma simultánea con otros alimentos, va a determinar la variabilidad de los síntomas y su intensidad. Los más característicos son aquellos relacionados con los trastornos gastrointestinales como dolor y distensión abdominal, flatulencia, náuseas y vómitos, alteraciones del tránsito intestinal. En algunos individuos pueden aparecer síntomas a nivel sistémico, aunque no es lo más habitual.

Tipos de intolerancia a la lactosa



Deficiencia primaria de lactasa

Se produce una pérdida progresiva de la producción de la lactasa, y por tanto una pérdida gradual de la capacidad de digerir la lactosa. Suele darse a lo largo de la vida en ciertos grupos étnicos y tiene una causa genética. Está correlacionada con la aparición de determinados polimorfismos (variaciones en la secuencia de ADN) en la región reguladora del gen de la lactasa (MCM6), que están asociados a la persistencia de la actividad lactasa. La hipolactasia de tipo adulto es el tipo de hipolactasia más frecuente y aparece a los pocos años del nacimiento, desarrollándose de forma progresiva.

Es difícil conocer la prevalencia real de la enfermedad debido a la inespecificidad de los síntomas, pero se estima que hasta un 40% de los españoles puede sufrir intolerancia a la lactosa, según la Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD).



Deficiencia secundaria de lactasa

La disminución de la producción de la lactasa es secundaria, ya que está provocada por cualquier causa o enteropatía. Una vez la persona está curada y cuando la mucosa intestinal se ha regenerado, desaparece la intolerancia a la lactosa.



Deficiencia congénita de lactasa 

Esta es una forma rara de intolerancia, dónde el paciente presenta síntomas ya en la primera exposición a la leche materna. Esta provocada por un defecto genético a causa de una mutación autosómica recesiva del gen LCT que codifica la lactasa lo que provoca una enzima de actividad nula o mínima. Se han detectado muy pocos casos en el mundo, la mayoría de ellos curiosamente en Finlandia. Es imprescindible prescribir una dieta sin lactosa al lactante para evitar lesiones y complicaciones graves en su mucosa

Porqué es importante diagnosticarla a tiempo?

La detección temprana de la intolerancia a la lactosa puede prevenir problemas de salud. La lactasa es una de las enzimas intestinales más delicadas y vulnerables. Si se sigue con la ingesta de lactosa, se agrandará la lesión en la mucosa intestinal y se producirá un círculo vicioso: lesión de la mucosa/malabsorción de lactosa que será cada vez más difícil de solucionar. En los niños, puede ocasionar retraso del crecimiento.

Sin embargo, cada vez es más habitual encontrar a personas que se autodiagnostican intolerancia a la lactosa, lo que en ocasiones conlleva eliminar los lácteos de la dieta de un modo inecesario, y sin una supervisión por parte del profesional, pudiendo acarrear consecuencias negativas para la salud.

¿Cómo saber si puedes ser intolerante a la lactosa?

Pruebas de intolerancia a la lactosa

El análisis genético, permite diagnosticar una predisposición a la no persistencia de lactasa; es decir, una predisposición a desarrollar intolerancia a la lactosa, por la pérdida progresiva de lactasa en el intestino.

El test genético analiza dos polimorfismos en la región reguladora del gen de la lactasa intestinal (MCM6) que determina la actividad de la enzima lactasa. Este método consiste en extraer y amplificar el ADN de una muestra de saliva del paciente para detectar la presencia de los genotipos CC del polimorfismo C/T 13910 y el genotipo GG del polimorfismo G/A 22018. Las personas portadoras de estos genotipos (resultado positivo), podrán prevenir los síntomas antes  de que aparezcan (será necesario informar al médico para la adaptación de la dieta), y si la prueba da un resultado negativo, es decir que el individuo no presenta el alelo de riesgo, no se desarrollará la intolerancia.

Cuando aparece la sintomatología, y el resultado genético es positivo, existen varias pruebas diagnósticas.  El test de hidrógeno aspirado, es el más conocido, y consiste en medir los niveles de hidrógeno en el aliento, en  periodos sucesivos tras la sobrecarga oral de lactosa. Si la lactosa no es digerida debidamente por la lactasa, pasa al intestino grueso siendo utilizada como fuente de alimento por las bacterias fermentadoras que generan hidrógeno como producto de desecho.  El hidrógeno es absorbido por el caudal de la sangre y se elimina en la respiración y es lo que se recoge en el test.

Otro método es el test sanguíneo de tolerancia de lactosa. Consiste en valorar los niveles basales y sucesivos de glucemia, tras la administración oral de lactosa. Si la lactasa no actúa debidamente, la lactosa no se hidroliza a sus formas sencillas (glucosa y galactosa), por lo que no se produce un incremento de los niveles de glucemia.  Se puede afirmar que existe intolerancia a la lactosa si la glucemia (nivel de glucosa en sangre) después de la toma de la lactosa no sube más de 14,4mg/dl (0,8mmol/l) respecto al valor basal (inicial).

Adaptación de la dieta sin lactosa

Cuando una persona se realiza el test genético y es positivo, pero no presenta sintomatología, se recomienda seguir una dieta equilibrada, con una moderación en la ingesta de lactosa, sin la necesidad de eliminarla por completo de la dieta. Así mismo, es muy recomendable cuidar la flora intestinal con la suplementación de un probiótico ya que se ha visto el importante papel que juega la microbiota en la prevención o desarrollo de la intolerancia a los azúcares.

Si aparece algún tipo e sintomatología, es necesario realizar una prueba diagnóstica que lo confirme. Ante la presencia de intolerancia a la lactosa, es necesario realizar las adaptaciones necesarias para garantizar una dieta sin lactosa.

Para ello, será necesario eliminar de la dieta los alimentos con lactosa como los lácteos y derivados y los productos que los contengan en sus ingredientes, como sopas comerciales, salsas, platos precocinados, productos de panadería y bollería, fiambres y embutidos, postres y batidos… Es importante conocer que existen aditivos que son derivados de la lactosa, por lo que se recomienda conocer y saber interpretar correctamente el etiquetado de los alimentos. Así mismo, algunos medicamentos contienen lactosa. Puede pedir asesoramiento a su dietista-nutricionista de confianza.

Los alimentos frescos de origen vegetal son alimentos libres de lactosa, ya que como hemos explicado, la lactosa es el azúcar de la leche de los mamíferos. Las bebidas vegetales de soja, avena, arroz, almendra… son una alternativa segura y saludable para las personas que no toleran la leche de vaca. Además, suelen estar enriquecidas en calcio y vitamina D. Los frutos secos, las semillas de sésamo o los vegetales de hoja verde, o el pescado azul son fuente de calcio, vitamina D y K, que contribuyen a cubrir las necesidades diarias.

En los últimos años, ha habido un aumento de la oferta de productos lácteos sin lactosa. Estos productos difieren de los originales únicamente en la presencia/ausencia de lactosa; el resto de nutrientes se mantiene intacto. Son una alternativa de utilidad únicamente que personas con intolerancia a la lactosa, aunque no son productos indispensables, ya que como hemos mencionado, existen alternativas vegetales y otros alimentos que nos aportan los nutrientes de la leche.

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