Evaluar el aumento de la temperatura es importante. Esto es lo que hay que hacer y lo que se debe evitar.
A menudo pensamos en la fiebre como algo negativo, sin embargo, es un mecanismo de defensa del cuerpo, y dentro de ciertos límites puede ser útil. Veamos cuándo y cómo luchar contra ella.
La fiebre es un aumento de la temperatura corporal por encima de los límites considerados normales, que son 37,5 ° C para la axila y a 38 ° C para la lectura rectal.
Para saber si hay fiebre o no debemos mirar la temperatura corporal. No será lo mismo para un niño que para un adulto. Los niños tienen fiebre cuando su temperatura está en o por encima de estos niveles:
100.4° F (38° C) medida en las nalgas (rectal)
99.5° F(37.5° C) medida en la boca (oral)
99° F (37.2° C) medida bajo el brazo (axilar)
Un adulto probablemente tiene fiebre cuando la temperatura está por encima de 99 – 99.5° F (37.2 – 37.5° C), según la hora del día.
Este incremento de temperatura representa un mecanismo de defensa del organismo, que puede ralentizar o bloquear la multiplicación de algunos microorganismos (bacterias, virus) sensibles a la temperatura. He aquí su importancia.
Ahora bien, la fiebre puede tener varios orígenes y lo que debemos hacer es intentar saber el porqué ha aparecido. Para debemos tener en cuenta todo lo que se ha hecho en días anteriores a su aparición (posible contacto con otras personas enfermas, la exposición al frío, haber pasado estrés, etc.). Esto será una herramienta útil para que nuestro médico identifique cualquier causa posible.
Algunas enfermedades como infecciones bacterianas del tracto respiratorio (faringitis, amigdalitis) determinan niveles altos, mientras que las infecciones virales (gripe, con ciertas excepciones como ocurrió recientemente con la gripe porcina) que tienden a estar asociadas con fiebre de valores más bajos.
Por supuesto, y aunque pueda parecer obvio y trivial, hay que recordar que se debe utilizar un termómetro fiable (en los niños se recomienda un instrumento digital para utilizar bajo la axila).
Luego se debe utilizar siempre el mismo aparato de medición y se tiene que conocer la temperatura en condiciones normales de la persona en cuestión, teniendo en cuenta que cada uno tiene un valor diferente y que con los años la temperatura del cuerpo tiende a disminuir fisiológicamente.
También hay que tener presente que hay situaciones que pueden causar un pequeño y transitorio aumento de la temperatura, como cuando salen los dientes, después de haber puesto una vacuna, después de hacer ejercicio vigoroso…
El patrón de la fiebre suele ser bastante típico. Al principio aparecen escalofríos y sensación de frío y malestar: este es el momento en el que el cuerpo trata de aumentar la producción de calor y por eso notamos una fuerte sensación de frío.
Cuando alcanza su máximo valor, la temperatura del cuerpo tiende a asentarse y permanecer elevada durante un intervalo de tiempo variable, que luego se irá reduciendo. Esta tercera y última etapa se denomina la “desaparición de la fiebre” y se caracteriza por una sensación de calor corporal excesiva. Sudamos y tendemos a destaparnos por el calor que tenemos. Es por eso que en este momento, sobre todo si se trata de un niño, llevar mucha ropa o taparse mucho no es recomendable, por mucho que nuestras abuelas nos abrigaran y nos hicieran mantenernos en la cama con miles de mantas encima, hay que reposar pero sin taparse en exceso.
Mitos y errores que deben evitarse
Existen una serie de costumbres que no son correctas y que debemos evitar en la medida de lo posible:
Fiebre alta es sinónimo de meningitis (inflamación de las meninges). No es así. La meningitis debe sólo ser diagnosticada por el médico. Nada de auto-medicarnos contra meningitis cuando tenemos fiebre sin que el médico lo indique.
La temperatura se baja con agua fría. En asoluto, esto es perjudicial. Se deben tomar baños de agua templada, ni fría ni caliente, sino empeora la situación.
La fiebre siempre debe ser cortada de raíz. No es cierto, ya hemos visto que es un mecanismo de defensa, e incluso puede ser útil mantener un poco más alto de lo habitual el nivel de temperatura para acabar con las bacterias. Eso sí, no más de 3 días y no más de 39 grados.
La enfermedad debe seguir su curso y “desahogarse”. Esta actitud, en oposición a la anterior, también está mal. La fiebre debe ser tratada en relación con el valor obtenido. No es cierto que una enfermedad que se deja libre nos haga más fuertes en futuras recaídas.
Si un medicamento contra la fiebre no produce el efecto deseado se justifica aumentar la dosis o sustituirla por otro. Los medicamentos siempre deben tomarse según las indicaciones del médico o farmacéutico y que no debemos cambiar la medicación sin el consejo de los facultativos. También es un error reducir arbitrariamente la dosis de los medicamentos por miedo a que puedan ser tóxicos o por contra excedernos en la dosis recomendada o asociarlo con otros antipiréticos.
Un error frecuente es el acto de heroísmo de aquellos que, incluso con una fiebre alta, no renuncian a la vida habitual: el reposo, preferiblemente en la cama, es tan importante como el antipirético.
Quisiera recordar que el hecho de tener fiebre no implica siempre que haya un infección. Estos son algunos ejemplos de cuándo más podemos tener más temperatura corporal:
Después de una vacunación, es muy probable que se de un aumento de la temperatura, en general modesta. Normalmente no requiere de un cuidado específico.
El aumento de la temperatura del cuerpo puede ser favorecida por determinadas condiciones emocionales (estrés, ansiedad).
Tras la exposición excesiva al sol.
La menstruación o menopausia.
En enfermedades autoinmunes (artritis reumatoide, lupus eritematoso sistémico, esclerodermia…). Suele ir acompañado de dolor, aunque no siempre.
Una reacción alérgica intensa y aguda, una pequeña cirugía o intervención dental, un traumatismo accidental… son otros casos en que se puede manifestar fiebre.
Consejos prácticos
Además del valor de la temperatura se tiene que considerar cuidadosamente su impacto en la salud y la posible presencia simultánea de otros síntomas.
Hay que prestar una atención especial a los grupos de edad extremos (niños pequeños y ancianos) en la que la fiebre puede ser más severa para el organismo.
Durante un episodio febril el apetito puede desvanecerse, es normal. No se tiene que forzar a comer, pero sí es muy importante beber, ya que aumentan la pérdida de agua del cuerpo que se produce al sudar. En cuanto a la comida es mejor dar prioridad a alimentos simples y fáciles de digerir y, en caso de infección se deben consumir alimentos con vitaminas tales como fruta.
Podemos usar remedios para bajar la fiebre pero si pasan 2-3 días y aún persiste, hay que ir al médico. También se debe acudir al médico si la temperatura es de más de 39 grados o si se trata de una febrícula que se repite regularmente todos los días, incluso en ausencia de otros síntomas.
Los medicamentos que se usen deben ser tomados de manera responsable, siguiendo al pie de la letra las indicaciones dadas por los facultativos y por el prospecto. No auto-medicarse sin antes consultarlo con los especialistas, de hecho, existen riesgos de interacción que pueden dar lugar a efectos desagradables y a veces incluso graves (por ejemplo, aumentar la actividad de un anticoagulante, dañar la mucosa del estómago, provocar efectos tóxicos en el hígado o el riñón…).
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