Por ello, y dado que el cepillo de dientes está íntimamente en contacto con la saliva, conviene recordar los siguientes aspectos:
Lavado de manos. El virus puede pasar fácilmente a nuestras mucosas si tocamos el cepillo sin lavar las manos.
Cepillado de dientes. Al menos dos veces al día. Lo ideal sería después de cada comida. Además, debemos hacer uso del hilo dental o cepillos interproximales.
Lavado del cepillo de dientes. Aclarar el cepillo con abundante agua para retirar los excesos de pasta y restos alimenticios.
Desinfección del cepillo de dientes. Existen contagiados asintomáticos y el virus se transmite por la saliva. Por esta razón, se recomienda desinfectar el cepillo después de cada uso. Esta desinfección puede realizarse sumergiendo el cabezal en povidona iodada al 0,2% o agua oxigenada al 1% durante 1 minuto.
Secar el cepillo. Dar vueltas al mango de derecha a izquierda con el fin de eliminar el agua que contiene. La humedad del cepillo es un buen hábitat para el crecimiento de las bacterias y los hongos, por lo que este simple gesto reducirá las posibilidades de que se generen.
Colocar los cepillos separados unos de otros y alejados, al menos un metro, del sanitario.
Volver a lavarse las manos.
Si has pasado el virus, y con el fin de evitar que el cepillo de dientes sea un vector de contaminación, desecha el cepillo y utiliza uno nuevo. Si eres portador de prótesis removible recuerda, a su vez, hacer recambio del cepillo con el que la limpias a diario. El virus, al igual que en la boca, puede depositarse en ella.
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