Nos criamos juntas, crecimos juntas, engordamos juntas y nos mastectomizamos juntas.
Ella no lo lleva bien. Echa de menos salir corriendo y notar cómo la piel del pecho tira arriba y abajo, tumbarse en la orilla del mar y casi tocar tierra a derecha e izquierda con cada lola, sentir cómo se erizaba la piel con cada dedo juguetón que activaba el botón de la “galleta campurriana”. Echó de menos amamantar, servir de almohada, ser chupete. Odiaba mirarse en las paredes por las que pasábamos y no ver más que tripa, deformidad. Me decía al oído que no quería estar mutilada, que por qué a ella, por qué las demás sombras paseaban sonrientes, mostrando escote y no un falso consuelo de silicona.
Por eso me río de ella.
Amiga sombra, con lo inseparables que somos, lo distintas que somos.
Mírate ahora: no sólo proyectas escote, proyectas el MEJOR escote que jamás hubiéramos imaginado. Nada de pecho caído, de sujetadores mentirosos, no nos hacen falta. Podemos olvidarnos de refuerzos de por vida.
No fuimos chupete, pero seguimos siendo madre. No amamantamos, pero seguimos criando. Y volvemos a ser almohada, consuelo de mocos y miradas limpias que ven más allá de cicatrices.
Mostramos escote, a veces más del que te gusta, melena al viento tras nosotras, somos una más con un pasado único, sigues ahí, conmigo. Dos lolas enfermas con tu vida frenética sólo servirían de freno, te harían ir detrás. Te aseguro que no hubieras podido seguirme, ni antes, ni ahora, ni en mi futuro lleno de vidas.
Sombra mía, eres mi Yang. Tu haz lo que quieras, pero yo no me lamento desde hace tiempo.
Te voy a levantar aun más la vista, estiraré aún más la espalda, y quiero verte marchar delante de mí orgullosa de lo que proyectas.
No me falles. Yo prometo no separarme nunca.
Os leo!!