Read this post in English
¡Sigue mi blog y recibe tips de dieta y ejercicio!
Clic para compartir en Twitter
Mi papá fue muchas cosas en esta vida: esposo, padre, hijo, hermano, amigo, profesor. Y fue excelente en cada uno de esos papeles.
Fue físico y profesor. Dedicó 45 años de su vida a enseñarle ciencia a los jóvenes y le cambió la vida a incontables alumnos.
Fue un amigo y compañero de trabajo que siempre buscó la forma de brindar una mano amistosa.
Fue también un esposo y padre devoto, que nunca estaba demasiado ocupado para dedicarle tiempo a su familia.
Mi papá no fue un hombre rico, pero sí enriqueció nuestras vidas por tenerlo a nuestro lado.
Me entristece pensar que mi papá falleció por complicaciones producto de la diabetes tipo dos. A pesar de ser prevenible, esta enfermedad cobra la vida de millones de personas en todo el mundo cada año.
Sin embargo, la diabetes no definió a mi padre. Sus contribuciones al mundo fueron muchas, y me enseñó lecciones de vida que siempre tendré muy presente.
Las mejores lecciones de vida que me dejó mi padre
La generosidad
Papá fue la persona más generosa que he conocido. Le dio todo lo que pudo a todas las personas a su alrededor.
Fue generoso con su tiempo, siempre dedicando sus mejores horas a sus seres queridos.
Fue generoso con su conocimiento, enseñando todo lo que sabía a generaciones de alumnos y a cualquiera que se lo pidiera.
Fue generoso con su riqueza, asegurándose de que nada nos faltara a mi mamá, a mis hermanas y a mí.
Mi papá siempre fue un proveedor para su familia, pero lo más importante que no dio fue el ejemplo de lo que debe ser un padre y esposo.
El amor
Es sorprendente pensar en lo mucho que papá siempre quiso a todos los que lo rodeaban. Fue un padre y abuelo muy amoroso.
Desde que éramos pequeñas y aún muchos años después, mis hermanas y yo sabíamos que papá siempre estaba dispuesto a darnos uno de sus “abrazos de oso” tan reconfortantes.
Le gustaba visitar con frecuencia a sus padres, mis abuelos, y a sus hermanos, mis tíos. Nunca dejó de velar por mi abuelita.
Pero la persona que más amó en este mundo fue mi madre. Recuerdo la forma en que la miraba, con un brillo en sus ojos. Estuvieron juntos más de 40 años y para él, ella siempre fue el amor de su vida.
Papá nos quiso a todos con todo el corazón y eso fue el mayor regalo que nos hizo en la vida.
El aprendizaje
Aunque mi papá era maestro, nunca dejó de aprender.
Le encantaba aprender leyendo, la lectura fue una pasiones. De hecho, una de sus herencias más palpables es la enorme cantidad de libros que dejó, suficientes para armar un pequeña biblioteca. En especial, le gustaba mantenerse al día en cuestiones de ciencia y tecnología.
Papá daba la impresión de encarnar el estereotipo del científico distraído, pero en realidad fue un hombre muy inteligente.
Obtuvo sus grado de maestría y doctorado en el extranjero, algo que sigue siendo toda una hazaña en el mundo académico nacional.
También tenía facilidad para los idiomas. Aprobó con facilidad el examen de inglés requisito para inscribirse en un posgrado en Estados Unidos. Nos contó que lo único que hizo para prepararse fue escuchar canciones de los Beatles y leer artículos de Playboy.
Mi papá escribió un libro y manuales de prácticas de laboratorio para el programa de ciencias. También fundó una materia para los alumnos de primer semestre y preparó el programa. Fue uno de los organizadores de una feria cultural que se sigue llevando a cabo después de más de 20 años. Enseñó a más de 40 generaciones de alumnos. Sus contribuciones a la universidad son invaluables.
Pero su amor por el conocimiento también echó raíces en su familia. Una de mis hermanas y yo también nos hicimos maestras, y mi hermana menor se graduó de la misma universidad donde él laboraba. Mi hijo mayor es estudiante universitario y mis hijos más pequeños sueñan con ser científicos, médicos o ingenieros.
Me parece que esta es la mayor contribución de mi padre a este mundo.
La felicidad
En los últimos meses de su vida, mi papá se sentía débil y enfermo. Bajó muchísimo de peso y envejeció 20 años en seis meses. Reía y sonreía muy poco.
Pero en realidad él no era así. Papá siempre fue un hombre alegre, y se le recuerda siempre riéndose o sonriendo por algo.
Recuerdo su risa, fuerte y sonora, en cada fiesta o reunión familiar. Recuerdo sus animadas conversaciones con amigos y parientes. Recuerdo que le gustaba detenerse a platicar si se encontraba a algún conocido o ex-alumno en la calle.
Le encantaba leer, salir a caminar con sus nietos, ver películas de ciencia ficción, escuchar música rock, ir de vacaciones a la playa, y comer con toda la familia reunida. En mis mejores recuerdos, mi papá siempre está feliz.
Papá vivía con una sonrisa en el rostro y así es como lo voy a recordar el resto de mi vida.
La fe
Mi papá era científico, pero también creía en Dios.
Aunque de que no asistía con regularidad a la iglesia, nunca abandonó su fe. Incluso en los momentos más oscuros que vivimos, permaneció firme en sus creencias.
Cuando mi hijo mayor nació prematuro, los médicos me informaron que no tenía muchas probabilidades de sobrevivir. Fueron momentos difíciles, y papá se refugió en su fe, pidiéndole a Dios que salvara a mi bebé. Y así fue. Mi hijo ahora tiene 20 años y asiste a la universidad. Papá siempre creyó que Dios lo había escuchado y estaba muy orgulloso de su nieto.
Después de que mi hermana perdió su lucha contra la leucemia, todos en la familia nos quedamos afligidos y llenos de dudas. Creo que todos perdimos la fe en ese momento, pero papá me dijo que él seguía siendo creyente. Estaba seguro que algún día se volvería a reunir con mi hermana en la presencia de Dios.
Confiar en el plan divino es difícil y a veces parece no tener sentido alguno, pero pensar en la fe de mi papá me ha dado la fuerza que necesito para levantarme y seguir adelante después de tantas pérdidas.
La salud
A mi papá le diagnosticaron diabetes tipo dos hace casi 20 años, y tuvo que vivir y lidiar con la enfermedad de la mejor manera que pudo.
Con el paso de los años, su salud se deterioró poco a poco. Por mucho tiempo, parecía ser el mismo señor alegre y productivo que siempre había sido, pero en ocasiones se mostraba preocupado por condición.
Muchas veces, papá no nos decía nada si se sentía mal, quizá porque pensaba que había que atender cosas más importantes.
No dijo nada cuando un día se despertó y no podía ver con un ojo. Tampoco dijo nada durante sus últimos meses, cuando ya se sentía demasiado débil y cansado para hacer cualquier cosa.
Tratamos de buscar la mejor atención médica posible para él. Papá contaba con un buen seguro médico, tenía atención especializada y los cuidados de mi madre, pero nada de eso fue suficiente para que mejorara.
Quizá si hubiéramos notado antes los síntomas de la falla renal, podríamos haberle hecho antes la diálisis. Quizá si hubiera cambiado sus hábitos y su estilo de vida antes, hubiera podido prevenir la diabetes. Quizá.
Papá me pidió que cuidara mi salud. Él sabía que por herencia, mi hermana y yo somos propensas a padecer diabetes también, y le aterraba pensar que a alguna de nosotras le pasara lo mismo porque conocía bien las consecuencias de la enfermedad.
Sé que mi padre descuidó su salud durante mucho tiempo, pero fue porque decidió prestarle atención a cosas que también eran importantes para él.
Sin embargo, verlo lidiar con la diabetes y la falla renal fue una motivación para que yo empezara a cuidar mi salud. Decidí que yo no quería enfermarme, y así fue como empecé a cambiar mi dieta y a hacer ejercicio.
En muchos sentidos, mi padre me hizo la persona que soy, incluyendo mi interés por buscar un estilo de vida saludable. Antes de morir, papá me dijo que le daba gusto ver que me estaba cuidando y seguiré haciéndolo.
Mi padre nunca me dijo cómo vivir, pero me permitió ver cómo vivió su vida y así pude aprender todo lo que él tenía que enseñarme.
Lo voy a extrañar mucho: su aire distraído, sus abrazos de oso, las historias que contaba una y otra vez, su risa estruendosa, su sonrisa amigable.
Gracias por todo, papá. Algún día nos volveremos a ver, del otro lado de las estrellas.
En memoria del M. en C. Aníbal Rodríguez Gómez, mi padre.