El camino hacia la presencia: Mi cuarto retiro Vipassana

Cuando como, como. Cuando duermo, duermo.
Cuento popular

¿Que qué es Vipassana?

Un manual teórico práctico, perfectamente explicado y planificado que te lleva de forma progresiva y ascendente a la comprensión del universo. Junto a esa comprensión, quien lo practica irá experimentando mayor paz, armonía y felicidad.

Si acabas de llegar a Ricos y Libres y no sabes de qué estoy hablando, te recomiendo que leas, con paciencia, los capítulos de mi primer retiro, mi segundo retiro, y mi tercer retiro.

Antes de salir del centro le pregunté a un meditador experimentado si podía grabarle, respondiéndome a las preguntas de qué era Vipassana para él y si podría compartir alguna experiencia meditativa.

No, Antonio, no puedes, me gusta el anonimato. Respecto a las experiencias, no se deben contar, pues cuando abres una de esas puertas de conocimiento siempre cierras una ventana. Al hacerlo, al tú verbalizarlo y otra persona recibirlo, estás añadiendo un condicionamiento a su mente.

Si me preguntas qué es Vipassana, hace años viví con mi madre y mi abuela. Mi abuela estaba muy mayor, los últimos meses de su vida, y durante unas semanas se levantaba en mitad de la noche gritando, como con alucinaciones.

— ¡Un pájaro, un pájaro! gritaba.

Y yo me despertaba, iba a verla, me sentaba junto a ella y trataba de tranquilizarla. Tranquila abuela, no hay ningún pájaro, tranquila. Ocurrió la misma escena durante muchas noches.

— ¡Un pájaro, un pájaro, por favor, un pájaro! ¡¡ahí!! ¡mira, un pájaro!

Tranquila, abuela, no te preocupes, hay ningún pájaro.

Una noche, cuando se levantó y empezó a gritar, llevé una escoba a la habitación.

Cuando ella empezó a gritar ¡un pájaro, un pájaro!, le dije abuela, aquí tienes una escoba, mata al pájaro.

La abuela, inconsciente, la agarró y empezó a dar escobazos en una esquina de la habitación.

— ¡Ahí! ¡Ahí!

Mientras zarandeaba la escoba, se quedó parada mirando aquella esquina, bajo los brazos, me miró y me dijo: No hay ningún pájaro…

Un curso de Vipassana es un señor que viene y te da una escoba para que te des cuenta de que no hay un pájaro. Vipassana es la escoba, el vehículo que te lleva a esa comprensión.

Para comprender mejor esto, me ayuda el saber que a medida que ha ido mejorando mi práctica de meditación, mis sueños durante la noche iban volviéndose más y más reales. Al principio sólo podía ver y a veces escuchar, es decir, sólo usaba el sentido de la vista y del oído, pero según iba adquiriendo más conciencia empecé a oler, tocar, comer, e interactuar durante mis sueños.

Mis sentidos se estaban desarrollando y llegó en momento en el que sabía, en el sueño, que estaba soñando y, al despertar, que había sido un sueño y que, ahora, había vuelto a otro plano de conciencia.

Vipassana te hace darte cuenta de que todo esto es un sueño, pero con esto no quiero decirte que todo es mentira, pues sólo es mentira cuando estás dormido, cuando estás loco, cuando crees que hay un pájaro, un pájaro que has creado en tu mente. Vipassana es esa escoba que te hace matar al pájaro, para darte cuenta de que no existe.

¿Qué quiero decir?

Mira, si cierro los ojos escucho a unos pájaros.



Si no supiera cómo son esos pájaros, qué forma tienen o dónde están y si están lejos o cerca, no sabría diferenciar si ese sonido proviene de fuera, o proviene de dentro de mi cabeza, de dentro de mí.

Soy yo quien, con mi imaginación, empiezo añadir una información que me aleja del pájaro, que me separa.

Pero sin esa información, sin ese juicio de lejos, cerca, grande, pequeño, bonito, el pájaro está unido a mi experiencia.

Lo dicen todas las escrituras. Cuando Eva mordió la manzana, lo que hizo es empezar a imaginar, a crear, mordió el fruto de la dualidad, del esto está bien o está mal, del esto está cerca, lejos, alto, bajo, bonito, feo. Esa dualidad, ese dentro o fuera, ese yo y el resto, es el sueño, es la imaginación.

Eso es ser expulsado del paraíso.

El proceso

Esta vez ha sido un curso exclusivamente para estudiantes antiguos, y la única diferencia con uno normal donde se juntan nuevos y viejos meditadores, es que en lugar de haber muchas miradas perdidas y muchas caras de miedo y mucho ruido en la sala de personas que no dejan de moverse de incomodidad y dolor, esta vez era yo era aquel que más se movía, que más ruido hacía, y que más mirada perdida y cara de miedo tenía.

Esta vez, como todas las veces, he cumplido rigurosamente el mismo proceso aunque esta vez, creo afortunadamente, con menor intensidad.

Más o menos es así:

Primero tengo muchas ganas de hacer un curso y me apunto.

Cuando se acerca el día siento cierto miedo e indecisión.

El primer día que empieza lo hago con relativas ganas pero con incertidumbre, pero a medida que transcurren las horas y la dureza me pregunto qué hago ahí y me recuerdo lo perdedor de soy por estar haciendo eso y, echando un rápido vistazo a mi alrededor, pienso en lo aún más perdedores que son los otros estudiantes, especialmente los más antiguos. Y el profesor, qué decir del profesor, el más perdedor.

Pasan los días y empiezo, gota a gota, a recordar, a ver, a comprender.

El último día, la emoción me arrolla, lloro de alegría, de emoción. En esta ocasión percibo como nunca antes las sensaciones antes del lloro y sé que puedo observarlas y que posiblemente desaparezcan, pero no me opongo y las permito salir, arrollarme, invadirme.

Entonces me hago la promesa de volver lo más pronto posible y de establecerme diariamente en la práctica.

Me siento afortunado de poder estar ahí y admiro, cada vez más, a los y las estudiantes antiguos, y por el profesor, o nuestro líder Goenka o supremo líder Buda, siento algo así como devoción, como… ¿cómo es posible tanto trabajo, concentración, disciplina, determinación, amor, compasión, entrega?
Lo del líder es broma, era sólo para ver tu cara. Tú eres tu único líder.



Atta hi attano natho
atta hi attano gati.
Dhammapada, 380

You are your own master,
you make your own future.

Attadipa Viharath Attasarana Anannasarana
Dhammadipa Dhammasarana Anannasarana
Digha Nikaya, Maha Prinibbana Sutta.

Abide with oneself as an island, with oneself as a refuge.
Abide with the Dhamma as an island, with the Dhamma
as a refuge. Seek not for an external refuge.

Presencia

Generalmente, desde el día uno hasta el último, cuento los días y a veces las horas hasta que se termine el curso.

Quedan ocho días y medio.
Quedan seis días.
Quedan nueve Adhiṭṭhānas.
Pasado mañana quedarán dos días y podré decir que pasado mañana seré libre.

Generalmente estoy lleno de ansiedad, lleno de mañana y vacío de hoy, ausente de ahora. En mi tercer curso empecé a experimentar por vez primera unos segundos de presencia, de flujo.

En este curso ha aumentado considerablemente mi presencia, y mi intento de esforzarme ha bajado en intensidad y, en su lugar, se ha ido colocando sutilmente el Wu Wei, el no hacer por o no hacer para sino simplemente el hacer salido de una voluntad y no de un pensamiento conflictuado.

En una ocasión me tumbé en el suelo sobre la tierra y empecé a ver el increíble universo bajo nuestros pies. Árboles en miniatura, graciosos bichitos con formas graciosas y pasos duditativos, piedras, pelotitas de arenas de diferentes colores, rocas y roquitas que, al caer desde un palmo escurridas de mis dedos, provocan ruidos casi inaudibles, ajenos, diminutas flores de trompas de rojos intensos… y una hormiga.

Voy a tocarla, y cuando mi dedo se acerca, ella se queda paralizada y entonces pienso en no molestarla, en no hacer daño a otros seres. ¿Me gustaría a mí que un dedo de tamaño titánico apareciera en el cielo y me empezara a empujar?

Sale corriendo, y mi no molestarla se engaña un rato y me convenzo, me engaño, de que sólo voy a jugar con ella, así que cojo un palito y me acerco.

— Anda, un palo, qué curioso, voy a subir por ahí a ver si me lleva a por comida. Dice la hormiga.

Y la hormiga trepa por el palo y se encuentra con mi dedo.

— Anda, esto, si mis sentidos no me engañan no debe un dedo de tamaño titánico sino comida, voy a morderlo.

Ñam. No puedo, muy grande, voy a probar más arriba. Ñam. Me cachis. Ñam, ñam, ñam. Pero bueno qué pasa aquí qué mierdas es esto ¿ey quién es ese tío mirándome? no me líes déjame en paz. Bájame, bájame de este maldito palo que me vuelvo mu loca y no respondo.

La bajo delicadamente al suelo y de un saltito sus piececitos caen y tocan las pelotitas de arena de diferentes colores.

— Me largo, ¡adiós pringao!

Y según se va la hormiga, me acerco de nuevo a ella con mi palito, sólo jugando, sin molestarla, me digo.

— Anda, otro palo, qué curiosa contrariedad, voy a subir por ahí a ver si ahora sí me lleva a por comida.

Y la hormiga trepa por el palo a paso veloz pues ya se sabe el camino aunque ella no lo sepa y, entonces, se encuentra una vez más con mi dedo.

— Anda… comida, comida gigante. Espera, algo me dice que esto ya lo he visto antes. No, deben ser alucinaciones producto del ácido fórmico que me he tomado esta mañana. Ñam. Coño, no va. Ñam, ñam, ñam, ¿pero qué pelotas…? ¡si es el mismo tío de antes! ¡o me bajas o me tiro!

La bajo delicadamente y ella, con prisa, da un salto y huye al tiempo que mira para atrás y me grita en homigo: ¡PESAO! me estás molestando, ¡acabas de romper tu sila ñaaaajajaja!

Y nada, así debieron pasar quizás veinte minutos, quizás treinta, no lo sé porque no había tiempo, sólo había respiración, temperatura, el sol allá arriba calentando el jersey que calentaba mi piel, las montañas nevadas a lo lejos, algunas nubes, el pío pío requete pío de un montón de pajaritos, sensaciones recorriéndome el cuerpo y, sobre todo, presencia.

Cuando como, como.
Cuando duermo, duermo.

Ya desde el primer día del curso en meditación Anapana, cada vez que un pensamiento de cuándo acaba esto, cuánto falta, qué voy a hacer al salir cruza mi mente, instantáneamente lo silencio con una respiración y con un ahora.

No siempre triunfo, ni mucho menos, pero sí siento que muchas veces, que es un gran avance.

Y ahora tras ahora, Anapana tras Anapana, Vipassana tras Vipassana, el luego, el mañana, va quedándose junto con el antes, el ayer, pequeñito, débil.

Sigo comprendiendo el Damma, la ley del universo, poco, es cierto, muy poco, pero veo los frutos que Budda dice se reciben aquí y ahora y sé que, quien continua, se convierte en imparable, pues no hay nada más imparable que la presencia, que la energía focalizada fluyendo en una corriente eterna.

Meditación, la técnica

En ocasiones en el cojín/zafu me pregunto, ¿qué estoy haciendo? no sé meditar, no sé qué tengo que hacer, no entiendo nada, no veo progreso ni sentido.

Pero en esta ocasión, en este cuarto curso tras unas 400 horas de meditación, una luz del entendimiento ha venido en mi ayuda y me he dicho:

Lee las malditas instrucciones.

Vale, voy a leer ese papelito que siempre tiro al abrir la caja del curso, a ver qué dice.

Entonces recito mentalmente las instrucciones, las palabras dichas una y otra vez hasta el aburrimiento. Relájate (bueno, no dicen eso por ningún lado) y observa de forma ecuánime.

Vale, vale, parece simple. Relajarme y observar, creo que puedo hacerlo. Entonces la magia, las sensaciones empezaron a surgir más, y percibí con mayor claridad zonas antes oscuras de toda la espalda, percibí diferentes sensaciones sutiles, como cosquillitas que recorren todo el cuerpo.

A día de hoy no sé si el descubrimiento fue por leer las instrucciones con atención y de haberlas leído el primer día habría avanzado más rápido, o si resulta que así ha de ser y que todo es parte del proceso de la compresión donde un peldaño se va apoyando siempre sobre el anterior de forma ascendente, donde lo dejaste.

La voluntad, los sentidos

Un día, durante una *meditación profunda, me di cuenta de algo valioso.

*

Meditación profunda


** Para ser más exactos, en el dibujo mi cabeza debería estar complemente fuera del agua con la excepción de unos milímetros que están empezando a bañarse en las profundidades de la mente.

Vamos por partes. En el curso anterior descubrí que cuando intentas sentir una parte el cuerpo, el viejo patrón de la mente te hace pensar primero que quieres sentirlo, y entonces te concentras con esfuerzo y después lo sientes.

Es decir, es como si creyeras que todas las acciones/órdenes del constructo cuerpo-mente tuvieran que pasar primero por la que tú crees que es la centralita, es decir, el pensamiento, es decir, la mente (el sentido de la mente) o, aún más vulgarmente, por el cerebro.

Y resulta que no.

Cada uno de nuestros sentidos parece funcionar de manera independiente, o más concretamente de manera interdependiente, pero debido a nuestra ignorancia y falta de entrenamiento, los pasamos todos por el filtro de la mente.

Pues eso, un día descubrí que, en lugar de pensar por ejemplo en sentir el brazo, antes que el pensamiento, antes que la mente, existe lo que yo llamo la voluntad. Puede no haber pensamiento pero sí voluntad, y puedes sentir las partes del cuerpo sin haberlo pensado previamente, ¿cómo? activando, realzando, el sentido del cuerpo, y desactivando, disminuyendo, el sentido de la mente.

¿Me sentiende?

Sé que no.

Al despertar el sentido del tacto puedes recorrerlo y explorarlo sin que haya un deseo previo, ¡pues lo que en realidad estás haciendo es pasar de observador a observado! donde es como si tu cuerpo se estuviera contemplando a sí mismo, como un coche que circula en la oscuridad iluminando a su paso, sin pretenderlo, todo a su alrededor.

Qué bonito .

Cómo usar la mente para dummies

Hace tiempo aprendí, viendo cursos sobre lectura rápida, que eso de ir recitando las palabras en tu mente mientras estás leyendo algo es un mayúsculo error, pues tu capacidad de hablar (expresar información) es infinitamente inferior y más lenta que tu capacidad de procesar imágenes con la mente.

Es decir, que cuando estés leyendo esta palabra, no estés al mismo tiempo diciéndolo en tu mente, sino que simplemente lo veas, lo observes. Así, desactivas una función de tu mente y activas otra mucho más capacitada y eficiente para esa tarea en concreto.

Sí, también nos engañaron ahí en es la escuela, un día hablaremos de ello.

El caso es que un día durante este curso estaba tan ricamente compadeciéndome en la cama y me puse a analizar mi vida década por década, fustigándome a mí mismo por las pocas cosas que había hecho y pensando que, a mis treinta y seis años, apenas sabía nada y había hecho nada.

Vamo que ehtaba gilipolla perdío y erah tu propio auditor ehterno juhgándote y evaluándote negativamente, como me dijo un compañero malagueño.

La cosa fue así. Me ponía a pensar en mis primeros diez años de vida. ¿Qué hice? ¿cómo fue? ¿qué viví? y pensaba en esto y pensaba en aquello, verbalizándolo mentalmente.

Y de repente la magia.

Me di cuenta que, al tiempo que lo verbalizaba iba acompañándose siempre una imagen de lo susedío. ¿Y si desconecto las palabras y avivo con mayor intensidad las imágenes?

Ya te adelanto que el experimento funcionó pero lo hizo de una manera muy rudimentaria, muy con ruedines, muy guarreramente, pero ¿sabes? abrí un camino, el camino de la comprensión de mi mente, de su eficiencia.

Experiencias meditativas

Todo bien gracias .

Ya me di cuenta en el anterior Vipassana de la razón de no contar las experiencias y, en este, también lo hizo aquel meditador que me habló de las puertas y las ventanas y las escobas y las manzanas y que para mí desde ahora será mi Krishnamurti a la española.

Recuerda que, cuanto más te cuento sobre estos temas, más muestro mi ignorancia y más tiempo permanezco en el sueño, PEEEEEEEEEEERO, aún así, puesto que mi escoba aún es pequeñita y veo pájaros por todos lados y los hecho a volar, te contaré algo:



Casi siento un calcetín.

Un día, al terminar una de mis meditaciones súper profundas donde gracias a mi súper concentración pude sentir a veces un culo a veces un cogote a veces una brisilla ligera sobre la punta de mi nariz, abrí los ojos y vi, a unos centímetros junto a mi pie en el suelo, el calcetín.

Durante unos instantes que parecieron sólo uno, supe que podía sentir los objetos externos a mi cuerpo.

¿Por qué? buena pregunta, ya te hablé un poco de ello en el capítulo de lo que aprendí en la India, pero resulta que los seres humanos no somos seres humanos sino concentradores de energía.

Todo (hasta donde yo sé, que es nada) en el universo es energía, y un ser humano lo que en realidad es, como decía tito Tolle, es una parte del universo capaz de sentirse a sí mismo,  un algo que es capaz de concentrar la energía.

Entonces, cuando un ser humano capacita su mente, lo que hace es poder experimentar más y más el universo, desde dentro hacia fuera, (que en realidad recordemos todo está siempre dentro pero necesitamos una escoba para descubrirlo).

Una mente muy débil no puede sentir apenas su cuerpo puesto que no tiene la energía suficiente para concentrarse y sentir su propia energía, pero a medida que una mente se entrena y por lo tanto aprende a concentrarse (a concentrar su energía), empieza primero a percibir más zonas de su cuerpo, luego más zonas de lo inmediatamente más cercano a su cuerpo (como casualmente mi calcetín polvoriento), y luego pues más, y más, y más hasta el infinito y más allá.

En fin, querido lector, querida lectora, qué te voy a contar que no sepas ya, si en realidad tú no existes y soy sólo yo hablándome a mí mismo.

Que seas feliz

El último día de mi primer curso, cuando estaba en el parking apunto de irme, pasó un chico en una furgoneta y, con una cara de felicidad que pocas veces había antes visto, se despidió de mí y de la persona con la que estaba diciéndonos; ¡que seáis felices!

Su felicidad, te juro, era contagiosa, fue como una chispa que cuando me tocó, me encendí entero por dentro y como resultado, mi fuera sacó una sonrisa.

Qué agradable loco individuo, pensé.

En fin…que seas feliz.

Bhavatu Sabba Mangalam.

Que no te lo cuenten, no me creas, experiméntalo tú pues sólo así será tu verdad, tú eres tu propio maestro, tú gobiernas tu futuro.

Gracias por leerme sin verbalizar.



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