Ayer pude asistir a un interesante charla impartida por una monja budista sobre “Cómo desprenderse del ego”. La primera pregunta es y.. ¿para qué? Paradojicamente, la respuesta es, por tí mismo. No hay paz interior si quieres ser permanentemente el actor principal del reparto. Nos miramos demasiado el ombligo y cuando no sentimos la admiración y atención de los demás, nos sentimos frustrados. ¡Ops! Es momento de sacar a relucir la carrera profesional, el máster de turno, los logros conseguidos.
La humildad no es incompatible con la autoestima y esto no es algo que pase por un acto de idealismo o una charla de moralina barata. Nuestra mente, nos agradecerá tener un menor desgaste cuando alguien no nos saludade; quizás no se dio cuenta. Hoy ensalzaron la labor de un compañero de trabajo y a ti no temencionaron ¿Piensas qué fue suerte? Puede también que nos sorprendamos a nosotros mismos llamando pesado a alguien que cuenta una historia personal, pero no así cuando somos nosotros los que largamos el chaparrón. Los problemas de los demás siempre son más llevaderos y aconsejamos facilmente, pero amigo si lo viviemos en carne propia. No es postrarte tú para ensalzar al otro, es simplemente mirar de igual a igual.
Reconozcámoslo, somos importantes en la misma medida que los demás, somos seres sociales y nada sería igual si fuéramos nosotros. El gran reto, es parar la mente STOP a pensamientos destructivos, independientemente de si tienen fundamento o no. No podemos parar el egoismo de los demás, pero si el propio. Duro de trabajar pero creo que puede merecer la pena ¡Toca remangarse!
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