Por Carlos Alberto Moya S. /Psicólogo Transformacional
Los momentos ordinarios son exclusivos de visiones limitadas. Para una mente preparada tan sólo existe la fascinación, pues todo nace en medio de un tejido de milagros.
El mundo se transforma cuando nos damos cuenta que existimos en medio de una danza mágica, continua y armónica de milagros. Todo momento es en realidad maravilloso. Cuando asumimos la posición de extasiarnos con todo momento, con cada segundo, nace aquello que los orientales llaman iluminación, que no es otra cosa que conectarse al fluir natural y fascinante de la vida, además de reconocer en cada cosa su propia historia.
¿Y cómo se logra?
En alguna oportunidad me encontraba sentado en una de las hamacas de mi apartamento y comencé a observar la mesa del televisor. Me pregunté sobre todos y cada uno de los procesos realizados para que ella estuviese allí, desglosando el proceso de la siguiente forma:
1) Debió de existir un árbol que evolucionase a través de los años para que la madera fuese posible.
2) Alguien la cortó.
3) Otros más procesaron la madera.
4) Se conjugo la experticia heredada de generación en generación, para lograr armarla.
5) Una historia similar sucedió con cada una de las herramientas necesarias para su elaboración.
6) Cada célula de los seres humanos que participaron en el proceso, se sincronizaron para lograr el resultado. A través de miles de años nuestro cuerpo y cerebro evolucionaron para poder funcionalizar cada movimiento.
7) Se tuvo el sueño y se creó el medio económico para comprarla.
8) Alguien la transportó, podríamos cobijar allí, la historia de las calles y el vehículo.
9) Existió el espacio (también con su propia historia) para ubicarla.
10) El ojo humano evolucionó para poder apreciarla.
Y en fin… Podría continuar enumerando pequeñas particularidades.
Ese día, ese mágico día, me encontré de nuevo con el asombro y me permití recrear la visión infantil, reconociendo que cada cosa y cada persona por el simple hecho de existir, ya está cobijada por un manto infinito de milagros. Por ello, cada cosa existente y cada historia de vida son de carácter invaluable.
El sufrimiento nace precisamente de allí, de la desconexión con el fondo. En muchas ocasiones nos quedamos apreciando la forma de los acontecimientos y en las situaciones complejas, es el prisma menos adecuado para observarlo.
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