Entre los factores de riesgo más importantes que se asocian con un incremento en el riesgo de lesiones en niños se incluyen la edad, el sexo, la raza y la etnia, el nivel socioeconómico y el entorno.
Los niños que empiezan a andar tienen un riesgo elevado de quemaduras, ahogamiento y caídas. A medida que estos niños se vuelven más activos y sienten deseos de explorar, los envenenamientos se convierten en otro riesgo. En niños pequeños en edad escolar el riesgo de sufrir lesiones callejeras como peatones o ciclistas (siendo las producidas por automóviles las más graves), como pasajeros en el automóvil o por quemaduras y ahogamientos aumenta.
En los años de la adolescencia aumenta de forma considerable el riesgo de traumatismo como pasajero de un vehículo a motor, se mantiene el riesgo de quemaduras y ahogamientos y aparece uno nuevo, el de los traumatismos intencionados. Las lesiones laborales relacionadas con el trabajo infantil, en especial a los 14-16 años, son un riesgo adicional.
EDAD:
Las lesiones en niños que se producen a una determinada edad representan una ventana de vulnerabilidad durante la cual un niño o un adolescente se enfrentan a una nueva tarea o un peligro para el que no está lo bastante preparado. Los niños que empiezan a andar no tienen el juicio necesario para saber que los medicamentos pueden ser venenosos o que algunas plantas de la casa no se comen; no entienden el peligro que representa una piscina o una ventana abierta.
La variación en la exposición al riesgo puede justificar el predominio masculino en algunos tipos de lesiones. Aunque los niños en todos los grupos de edad tienen tasas más elevadas de lesiones relacionadas con la bicicleta que las niñas, si se ajustan según la exposición, este exceso de tasa se reduce.
Nivel socio económico
La pobreza es uno de los factores de riesgo más importantes para las lesiones en niños. La mortalidad por incendios, accidentes de vehículos a motor y ahogamientos es 2-4 veces mayor en niños pobres. Las tasas de mortalidad tanto para niños afroamericanos como para niños de raza blanca tienen una relación inversa con el. Otros factores a tener en cuenta son las familias monoparentales, las madres adolescentes, varios cuidadores, estrés familiar y muchos hermanos; éstos están principalmente en función de la pobreza más que ser factores de riesgo independientes
Hábitat-rural urbano
Las tasas de lesiones suelen ser más altas en las zonas rurales que en las urbanas. Las tasas de homicidio son mayores en las áreas urbanas, al igual que el crimen violento en general. La mortalidad debida a las lesiones suele ser dos veces más frecuente en las zonas rurales que en las urbanas, lo que refleja tanto la mayor gravedad de algunas lesiones (como accidentes de vehículos a motor a velocidades mayores) como el peor acceso a los servicios médicos de urgencias y la atención final del traumatismo en las zonas rurales. Algunas lesiones en niños sólo se observan en las zonas rurales, como las agrícolas que se producen en niños y adolescentes
Entorno
La pobreza incrementa el riesgo de lesión en niños, al menos en parte por su efecto sobre el entorno. Los niños que son pobres tienen un riesgo mayor de lesiones porque están expuestos a más peligros en el ambiente que habitan. Pueden vivir en casas humildes, que muy probablemente no estén protegidas con detectores de humo.
También es más probable que las carreteras de sus alrededores estén muy transitadas y que el vecindario sufra niveles elevados de violencia, y ellos tienen más probabilidad de ser víctimas de agresiones que los niños y adolescentes que viven en barrios. Enfatizar la importancia del entorno también resulta interesante porque desvía la atención de factores relativamente inmutables, como la dinámica familiar, la pobreza y la raza, y dirige los esfuerzos hacia factores que pueden modificarse mediante intervenciones.
En los niños pequeños los padres pueden poner en marcha de modo inadvertido este desequilibrio entre las habilidades del niño y las demandas que exige una tarea. Un andador convierte a un lactante en un niño que empieza a andar e incrementa de forma considerable el contacto con los riesgos.
Muchos padres confían en que sus hijos vuelvan a casa andando desde el colegio, el lugar de juego o la tienda de caramelos, tareas para las que la mayoría de los niños no tienen la suficiente madurez. De igual forma, la falta de capacidades y experiencia para hacer frente a muchas tareas durante la adolescencia contribuyen a que aumente el riesgo de lesiones, en particular las relacionadas con vehículos a motor.
La edad también influye sobre la gravedad de la lesión además de sobre el riesgo de la discapacidad a largo plazo. Los niños pequeños en edad escolar tienen una pelvis poco desarrollada. En un choque de vehículos, el cinturón de seguridad no sujeta por la pelvis, sino por el abdomen, lo que supone un riesgo de lesión abdominal grave.
La edad también influye, junto con las características del vehículo, en que la mayoría de los niños viajen en el asiento trasero que, antes, estaba equipado solamente con cinturones de bandolera y no con bandas para la cintura y los hombros. Los dispositivos de sujeción adecuados para niños de 4-8 añosde edad requieren el uso de asientos infantiles específicos. Las lesiones en niños craneoencefálicas traumáticas en niños menores de 2 años tienen un pronóstico mucho peor que en niños mayores o en adolescentes.
Sexo
Comenzando a la edad de 1-2 años y hasta la séptima década de la vida, los niños sufren más lesiones que las niñas. Durante la infancia, esto no parece deberse a diferencias en el desarrollo de uno y otro sexo, y tampoco a diferencias de coordinación ni de fuerza muscular.
Los niños pueden sufrir mayor número de lesiones porque usan la bicicleta con más frecuencia o durante más horas. La diferencia entre ambos sexos en cuanto a las lesiones sufridas como peatones no parecen deberse a diferencias en los trayectos recorridos, sino más bien a diferencias en el comportamiento de unos y otras. Un comportamiento de riesgo elevado junto con la mayor frecuencia de consumo de alcohol puede explicar el número tan elevado de accidentes con vehículos a motor entre adolescentes varones.
Mecanismo de lesiones en niños:
Lesiones por vehículo de motor
Las lesiones en niños debidas a los vehículos a motor son la causa principal de lesiones graves y mortales en individuos de todas las edades. Entre los adolescentes, sólo estos accidentes suponen el 38% de todas las muertes, incluidas las muertes por causas naturales. Se pueden conseguir disminuciones importantes y mantenidas de las lesiones producidas por accidentes de tráfico mediante intervenciones identificables.
Conoce sobre las lesiones mas frecuentes en pediatría y su prevención
Las lesiones a los pasajeros de vehículos son la causa principal de muertes por vehículos a motor entre niños y adolescentes, con la excepción del grupo de 5-9 años, en el que las lesiones como peatones representan la mayor proporción. La tasa máxima de lesiones y de muertes en el grupo de edad pediátrico se produce, tanto en niños como en niñas, entre los 15 y 19 años de edad. El uso de dispositivos de sujeción adecuados en los vehículos es el método único más sencillo para prevenir lesiones graves o fatales.
Los conductores de 15-17 años tienen más del doble de colisiones que los conductores mayores de 18. Los cursos formales de formación para conductores parecen ser ineficaces como medida primaria para reducir el número de estas colisiones y, de hecho, pueden ser contraproducentes al permitir conducir a los adolescentes.
El riesgo de mortalidad y de lesiones graves es directamente proporcional a la velocidad del coche en el momento del impacto e inversamente proporcional al tamaño del vehículo. Los coches pequeños y rápidos incrementan el riesgo de un resultado fatal en caso de colisión.
Lesiones relacionadas con la bicicleta
La mayoría de las lesiones en niños por bicicletas graves y mortales incluye traumatismo craneoencefálico. Un paso lógico en la prevención de estas lesiones es el uso de cascos. Éstos son muy eficaces y reducen el riesgo de lesión craneal en un 85% y el de lesión cerebral en un 88%, además de disminuir las lesiones faciales medias y superiores en un 65%.
Los pediatras pueden abogar de forma eficaz por el uso del casco en la bicicleta y deberían incorporar este consejo en sus programas de prevención para padres y niños. Los cascos recomendables son los que llevan una funda de poliestireno que se fija de forma adecuada a la cabeza del niño. Los padres deberían evitar comprar cascos más grandes para dejar al niño «sitio para crecer».
La promoción del uso del casco puede y debe ir más allá de la consulta del pediatra. Las campañas de educación popular encabezadas por asociaciones de médicos, educadores, asociaciones ciclistas y organizaciones al servicio de la comunidad han dado buenos resultados en el fomento del uso del casco por parte de los niños de todos los ámbitos socioeconómicos y han conseguido unos índices de utilización de hasta un 60%.
Consecuencias psicosociales de las lesiones
Muchos niños y sus padres presentan secuelas psicosociales debidas a los traumatismos. Los estudios en adultos indican que un 10-40% de los pacientes con lesiones en niños hospitalizados tendrá trastorno de estrés postraumático (TEPT). En los niños con lesiones implicados en accidentes de vehículos a motor, el 90% de las familias tendrá síntomas por estrés agudo tras el accidente, aunque el diagnóstico del estrés agudo no prediga un posterior TEPT.
Los cuestionarios normalizados que recogen datos del niño, de los padres y la historia clínica en el momento de la lesión inicial, pueden servir como pruebas útiles de detección precoz de TEPT. Las medidas tempranas sobre la salud mental, con un seguimiento estrecho, son importantes para el tratamiento del TEPT y para reducir al máximo su efecto sobre el niño y su familia.
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