El concepto de alimento funcional nació en Japón en los años 80, debido a la necesidad de las autoridades sanitarias de garantizar una mejor calidad de vida a través de la alimentación. Se considera que son aquellos que poseen componentes biológicamente activos, minerales, vitaminas, fibra alimentaria, ácidos grasos y que tienen un efecto beneficioso sobre la salud. No obstante, hasta el momento no han sido definidos por la legislación europea y existen distintos puntos de vista en lo que a su eficacia se refiere.
La principal característica de estos productos es que los nutrientes por los que destacan son añadidos artificialmente. Hay una gran variedad de estos artículos hoy en día: zumos, lácteos (leches, batidos, yogures), cereales, barritas energéticas e, incluso, huevos y carnes modificados.
Vamos a tratar el tema de las leches enriquecidas, ya que es uno de los productos en los que más se ha trabajado. Las más habituales son las que añaden minerales como calcio, fósforo y magnesio; pero también son frecuentes las enriquecidas en vitaminas de todos los tipos, ácidos grasos procedentes del pescado o fibra alimentaria.
El frenético ritmo de vida actual
Los seres humanos han satisfecho siempre sus necesidades nutricionales con los alimentos que la naturaleza les ofrecía en cada época del año. ?Por qué no ocurre lo mismo en la actualidad? Algo ha cambiado: el ritmo de vida de hoy es cada día más estresante y deja poco tiempo para preocuparse por la dieta y para elaborar platos.
La hora de la comida se convierte en un espacio utilizado para cubrir las necesidades básicas de alimentarse pero sin darle la importancia que merece al producto que se ingiere y a sus propiedades y efectos sobre nuestro organismo. La función del almuerzo es simplemente 'quitar el hambre'.
Al cabo de un tiempo este estilo de vida repercute de una manera u otra en la salud. Entre otros problemas, es frecuente el aumento de peso, la carencia de vitaminas y minerales, con sus consecuencias que son variadas dependiendo del nutriente deficitario. Y, aquí es donde entran en juego los funcionales, ya que, tomando la cantidad que habitualmente ingerimos de un producto concreto, obtendremos mayor cantidad de nutrientes, porque se añaden elementos no presentes naturalmente.
Recomendaciones para su consumo
A simple vista los funcionales parecen una buena forma de paliar el problema de escasez de tiempo, pero la efectividad de estos nuevos alimentos está siendo muy discutida.
Es muy frecuente encontrar leches desnatadas enriquecidas en vitaminas A, D, y E. Éstas, al ser liposolubles, se encuentran disueltas en la grasa de la leche y, si la nata se retira, las vitaminas también desaparecen. Este tipo de leches son recomendables para personas que sigan estrictas dietas de adelgazamiento o con problemas cardiovasculares, que, obligatoriamente, tengan que eliminar las grasas de su alimentación.
Pero también hay que tener cuidado en no excederse en la dosis de estas vitaminas, porque, al ser liposolubles, se almacenan en la grasa corporal y su eliminación es difícil y lenta. Existe así la posibilidad de hacer un consumo excesivo e, incluso, llegar a la intoxicación.
Ricas en minerales y ácidos grasos
Los aportes de calcio suelen ir acompañados de fósforo y magnesio para facilitar la absorción del calcio por parte del hueso. La efectividad de estas leches es dudosa ya que la relación entre la ingesta de calcio y su absorción es inversamente proporcional, es decir, al aumentar el consumo disminuye la absorción y viceversa.
Por lo tanto resulta inútil aumentar la dosis de calcio de golpe. Lo ideal para lograr una asimilación óptima es realizar más ingestas, pero repartidas a lo largo del día. Por ejemplo, incluir un vaso de leche en cada comida. Expertos en la materia advierten que la leche es un elemento que ya tiene suficiente calcio por sí sola. "Es como si añadiéramos agua al agua", son las palabras textuales de Olga Moreiras, Catedrática de Nutrición y Dietética de la Universidad Complutense.
Es común encontrar leches con ácidos grasos del tipo omega, a las que se les ha añadido aceite de pescado. Están especialmente indicadas para personas con enfermedades cardiovasculares o cáncer. Aunque su efectividad al ser ingeridos de esta forma no ha sido confirmada aún.
Algunas recomendaciones
En los países donde se consumen este tipo de leches la población puede acceder a todo tipo de alimentos repletos de nutrientes naturales, debido a que el nivel económico es más elevado. Por ello, no es difícil llevar una dieta con todos los aportes necesarios si se tienen unas nociones básicas de nutrición. La mejor solución es informarse. Acudir a un especialista o mediante libros y con ayuda de Internet, visitando siempre fuentes fiables y contrastando información.
Existen libros especialmente adaptados a la población que responden a las preguntas más comunes y ofrecen menús para varios tipos de enfermedades y fines. Incluso puede ser de gran ayuda hacerse análisis para comprobar el estado de nuestro organismo y saber sobre qué aspecto trabajar. Hay que tener en cuenta que cuanto más naturales, variados y menos elaborados sean los alimentos menor será el riesgo de sufrir carencias o sobredosis de nutrientes.
Las leches enriquecidas tienen su utilidad en casos concretos. Le serán de gran ayuda a personas alérgicas a uno o varios elementos y que tengan dificultades para encontrar algún nutriente por otras vías. De la misma forma servirán para personas que tienen restringidos determinados alimentos a causa de graves enfermedades.
Un caso más en el que la leche enriquecida puede hacer una gran labor es el de los países en desarrollo, en los que escaseen los buenos alimentos y su baja calidad impida obtener los nutrientes necesarios de manera natural. En algunos lugares, por ejemplo, los recién nacidos padecen anemia debido al pobre contenido en hierro de la leche materna. Evidentemente sería mucho mejor que se pudiera trabajar en mejorar la calidad de los alimentos disponibles, pero probablemente es una solución menos rentable para las empresas participantes.