A muchas personas, posiblemente la palabra sepsis les cause un poco de temor. Y esto es muy normal, pues se trata de una disfunción orgánica potencialmente mortal. Y es algo bastante frecuente, sentirse impactado frente a un peligro inminente o la muerte de alguien conocido.
Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), este síndrome frecuentemente, pasa inadvertido o es diagnosticado incorrectamente en etapas iniciales, impidiendo que muchas veces, sea tratado de forma eficaz. Por ello, esta institución impulsa una mayor concienciación acerca de su manejo apropiado, considerándolo prioritario en su prevención y tratamiento. Además, se ha observado, que a pesar de su importancia los datos relacionados con la misma, como carga global, son limitados.
Desde hace unos años, se han venido realizando algunas pruebas clínicas para el tratamiento de la sepsis. Realmente esto no es sencillo, principalmente porque esta complicación, no ocurre de forma individual. Es decir, compromete muchos sistemas corporales, dificultando en gran medida su estabilización. Incluso, pueden ocurrir una serie de desórdenes, que pueden enmascararse como enfermedades no transmisibles. Además, suelen presentarse, una serie de repuestas exageradas y de alta peligrosidad, ocasionadas por el sistema inmune.
Últimamente y sobre todo a raíz de la aparición de la pandemia, la idea de realizar pruebas con compuestos bioactivos, ha tomado mucho cuerpo. Por ello, algunas respuestas positivas conseguidas con el uso de la vitamina C, en el manejo de la sepsis, invitan a buscar alternativas sencillas para el manejo del COVID-19.
Este interesante tema, voy a abordarlo, a raíz de muchas solicitudes recibidas. Lo enfocaré, dando a conocer algunos elementos acerca de la sepsis, incluyendo algunos resultados obtenidos hasta ahora. A su vez, destacar un poco los antecedentes en el potencial uso de la vitamina C en el tratamiento de COVID-19 y los avances existentes hasta la fecha.
Comprendiendo algunos elementos acerca de la sepsis
Es importante destacar que, durante las últimas tres décadas, se ha producido una evolución significativa en la definición y el manejo de la sepsis. Gran parte de ello, se debe a que la ciencia, ha logrado progresar en la profundización de muchos elementos fisiológicos. De esta forma, se ha logrado comprender que la sepsis, no solo se debe atribuir al agente infeccioso. Por ello, se sabe, que deben involucrarse otros elementos que se generan por efecto de la infección. Esto incluye, las alteraciones a nivel del proceso de coagulación, disfunción orgánica y efectos inmunosupresivos.
Se puede mencionar, a manera ilustrativa, que el término sepsis, se deriva de la palabra griega “descomposición”. Vale destacar que fue mencionada por primera vez, en los poemas de Homero, hace unos 2.700 años.
Entrado el siglo 19, la ciencia planteó con mucha fuerza la “teoría de los gérmenes”, como causantes de las enfermedades., reconociendo que la sepsis, era ocasionada por organismos dañinos. Cabe destacar que la primera definición moderna de sepsis, fue planteada el año 1914, por Hugo Schottmüller. El la definió así: “la sepsis está presente si se desarrolla un foco a partir del cual las bacterias patógenas, constante o periódicamente, invaden el torrente sanguíneo de tal manera que esto causa síntomas subjetivos y objetivos.
A lo largo del tiempo, en especial, estas últimas décadas han permitido, crear consenso a nivel científico. Por eso, a partir del 2016, se ha empleado esta última definición: “La sepsis es una disfunción orgánica potencialmente mortal causada por una respuesta desregulada del huésped a la infección”.
¿En qué consiste esta nueva forma del manejo de la sepsis?
Este cambio novedoso, del manejo de esta disfunción, consiste en adoptar una serie de terapias canalizadas hacia objetivos específicos. Por supuesto, esto implica identificar los pacientes que se encuentren en riesgo y proceder a realizar los tratamientos adecuados. Esto incluye, empleo de antibióticos y la optimización hemodinámica (estudio del recorrido de la sangre en las estructuras internas). Además de ello, se han incluido ciertas técnicas de la medicina de precisión y terapias dirigidas a disminuir procesos proinflamatorios. Incluyendo, el manejo más eficiente de los procesos de coagulación sanguínea.
Visto desde este punto de vista multifactorial, el concepto actual de septicemia, va mucho más allá de procesos infecciosos a nivel del flujo sanguíneo. Esto incluye actualmente, la consideración de patógenos de diversa naturaleza: parásitos, hongos, bacterias y virus. Claro está, se pone el acento en la respuesta del paciente, como principal fuente de morbilidad y mortalidad. Y este proceso se inicia en base a una sospecha de infección, considerando que a veces el reconocimiento inicial no es sencillo. Por ello también, se parte de la base de la existencia de enfermedades preexistentes, que estén influyendo en la pérdida de la salud.
Empleo de la vitamina C en la sepsis
Cuando esta disfunción, induce una sepsis persistente, el paciente entra en una fase de shock séptico. Esto produce una disminución de tensión arterial de forma persistente, lo cual puede asociarse, con tasas de mortalidad elevadas. Sucede principalmente en pacientes en estado crítico.
Considerando que muchas respuestas inflamatorias generan altos niveles de estrés oxidativo, se sugiere el empleo de sustancias antioxidantes. Hasta ahora, se han tomado en cuenta todas las propiedades bioactivas de la vitamina C. Ello, ha impulsado a administrar vitamina C, en pacientes en estado crítico, recluidos en unidades de cuidado intensivo. Cabe destacar, que una hipovitaminosis (o deficiencia) de vitamina C, es muy común en pacientes en estado crítico. Sobre todo, es muy frecuente en aquellos que presentan shock séptico y persiste a pesar de la terapia nutricional enteral/parenteral.
Por ello, se han realizado muchas pruebas clínicas, que han logrado corregir los niveles de vitamina C. En algunas de ellas, se han empleado de 50 a 200 mg de vitamina C intravenosa por kg de peso. Esto se ha realizado de forma diaria, en pacientes recluidos en unidades de cuidado intensivo, hasta por 96 horas.
Otras pruebas realizadas que incluyen el uso de la vitamina C
El empleo de la vitamina C, ha logrado disminuir la concentración de marcadores de inflamación y lesión endotelial. En otros ensayos clínicos, el empleo de 25 mg de vitamina C por kg de peso cada seis horas, arrojó resultados prometedores. Este tratamiento se realizó a lo largo de 72 horas, en 28 pacientes con shock séptico. Sirvió para disminuir de forma importante el requerimiento del fármaco vasopresor norepinefrina. Los vasopresores son fármacos que causan el aumento de la presión arterial. Esto, además de permitir la disminución de la dosis y la duración del tratamiento, contribuyó a incrementar la tasa de supervivencia de 28 días.
Igualmente se han realizado grandes avances, cuando la vitamina C participa con otros compuestos. Tal es el caso de ciertas pruebas clínicas, donde se ha suministrado 1,5 gramos de vitamina C cada seis horas. Esto, ha estado complementado con 50 mg de hidrocortisona, cada seis horas y 200 mg de tiamina cada doce horas. El efecto de este cóctel de medicamentos, logró reducir en más del 50%, el empleo de fármacos vasopresores. Así mismo, redujo la mortalidad en cifras cercanas al 90%.
Este protocolo de tratamiento de sepsis fue desarrollado por el Dr. Paul Marik, del Hospital General Sentara Norfolk en Virginia del Este. Ha sido empleado con éxito en pacientes pediátricos. “Nos sorprendió y emocionó ver una reducción sustancial de la mortalidad después de tratar el shock séptico en niños con una alta dosis de vitamina C, vitamina B1 e hidrocortisona”. Así se expresó, el Dr. Eric Wald, médico de Cuidados Críticos de Lurie Children’s y Profesor Asociado de Pediatría de la Escuela de Medicina Feinberg, Universidad Northwestern.
Cabe destacar, que este tratamiento no ha presentado efectos secundarios y es económico y fácil de administrar, por lo que prácticamente no existe ningún riesgo.
Destacando la importancia de la vitamina C
Como muchos recuerdan, la vitamina C, conocida químicamente como ácido ascórbico o ascorbato, es una vitamina hidrosoluble. Se ha logrado apreciar, que funciona como un componente esencial en numerosas reacciones enzimáticas. La gran mayoría de ellas, son muy importantes, pues forman parte del funcionamiento de muchas funciones biológicas esenciales. Se ha establecido, además, que es un poderoso antioxidante, con excelentes propiedades antimicrobianas y antiinflamatorias.
El galardonado bioquímico Linus Pauling, afirmó que la vitamina C beneficia el sistema cardiovascular y la función inmune. El estableció que esta reconocida vitamina, posee propiedades que ayudan a superar las infecciones, pudiendo ser de gran apoyo en el tratamiento contra algunos tipos de cáncer.
A raíz de la pandemia, muchas personas, están en una búsqueda de opciones naturales y accesibles para protegerse del nuevo coronavirus. Como recordarán, la vitamina, C, impide la producción de ciertas enzimas por parte de virus y bacterias. Esto favorece la expulsión de las mismas, a través de un efecto mucolítico. Aparte de ello, estimula la producción de proteínas (citoquinas e interferones) y mejora el desempeño de los glóbulos blancos.
Se puede afirmar que, desde el punto de vista inmunológico, la vitamina C presenta influencia directa sobre el funcionamiento de glóbulos blancos. Ya que el sistema inmune aprovecha la alta capacidad antioxidante de la vitamina C. Esta potente propiedad, le permite deshacerse de componentes de oxígeno reactivo. Logrando así, proteger las células y tejidos del cuerpo del daño oxidativo y la disfunción.
¿Este tratamiento con vitamina C podría funcionar en COVID-19?
La vitamina C, posee diversas funciones importantes dentro del cuerpo, muchas de ellas, son conocidas por apoyar la función inmune saludable. Se ha observado que, durante los procesos infecciosos, los niveles de vitamina C tienden a disminuir. Además de ello, las necesidades de vitamina C de los pacientes, puede incrementar, por la gravedad de la infección. De hecho, en algunos casos severos, se podría requerir la administración intravenosa de altas de la misma. Esto a los efectos de alcanzar niveles suficientemente elevados, que permitan compensar el incremento de los requerimientos corporales.
Ciertos datos recabados a partir de febrero de 2020, han permitido observar ciertos comportamientos del nuevo coronavirus. Entre ellos, se menciona, que del total de pacientes que presentaron pneumonía por efecto de COVID-19, el 26% de ellos, fue referido a cuidados intensivos.
La experiencia de pruebas observacionales alrededor del mundo, han permitido determinar, los principales riesgos asociados al COVID-19. Entre ellos destacan principalmente, la pneumonía y la insuficiencia respiratoria. Muchos informes, indican que, por lo general, se puede esperar que del 3 al 20% de los pacientes que requieren hospitalización, desarrollen el síndrome de distrés respiratorio agudo (SDRA). Y en más del 60%, de aquellos pacientes con condición crítica en el momento del diagnóstico.
Ciertos estudios realizados en los Estados Unidos, en 167 pacientes con SDRA relacionado con sepsis, nos pueden dar pistas favorables. Así, mediante la administración de alrededor de 15 g al día de vitamina C, por vía intravenosa, durante cuatro días seguidos, logró disminuir la mortalidad de forma importante.
La ciencia no se detiene y la investigación aportará nuevos elementos
Cabe destacar, que la neumonía viral es una condición peligrosa, que por lo general posee un mal pronóstico clínico. Se ha visto, que la enfermedad de COVID-19, se puede presentar con cuadros leves, moderados o graves. Dentro de ellos, se incluyen síndrome de distrés respiratorio agudo (SDRA), neumonía, sepsis y shock séptico.
Se ha observado que cuando ocurre la sepsis, se produce un aumento de citoquinas, (las citoquinas son unas pequeñas proteinas que ayudan a controlar el crecimiento y la actividad de otras células del sistema inmunológico), lo que conlleva a la destrucción de los capilares dentro del tejido pulmonar. Ciertos estudios clínicos pioneros, han demostrado que la vitamina C, es capaz de prevenir de forma eficaz este proceso. Gran parte de este mecanismo se explica por sus notables efectos antioxidantes.
A manera de noticia esperanzadora, se menciona aquí un ensayo clínico. El mismo pretende evaluar el empleo de vitamina C intravenosa, en pacientes que padecen neumonía producida por COVID-19. Dio inicio el 14 de febrero de 2020 y como fecha estimada para la finalización del mismo, se menciona el 30 de septiembre de 2020.
La idea es estudiar a fondo la eficacia clínica y seguridad de la vitamina C, para el tratamiento de la neumonía producida por el nuevo coronavirus. Este estudio contará con la participación de 140 pacientes que poseen neumonía grave producida por el nuevo coronavirus. Incluye también, la evaluación de los mecanismos apropiados para la ventilación mecánica y el tiempo de permanencia en Cuidados Intensivos.
Concluyendo
Se debe tener presente que, cuando el sistema inmunológico responde a las infecciones provocadas por los patógenos disminuyen los niveles de vitamina C. Por ello y considerando las propiedades conocidas acerca de la vitamina C, muchos médicos prescriben su empleo. Y ya es muy común su uso por parte de quienes padecen de resfriado común e influenza.
Existen infinidad de estudios que indican que la vitamina C, puede evitar o calmar los efectos de muchas infecciones. En especial aquellas causadas por bacterias, virus, protozoarios y ciertos tipos de hongos como Candida albicans.
Se ha establecido, además, que la ingesta deficiente de vitamina C, hace a las personas propensas a infecciones en el sistema respiratorio. Incluso, favorece la presencia de un sistema inmunológico debilitado. Ahora bien, habiendo ahondado un poco acerca de la disfunción orgánica de la sepsis, se pudo observar ciertos elementos interesantes.
Uno de ellos, está vinculado a la existencia de un protocolo desarrollado en la actualidad, para el tratamiento de la misma. En este protocolo, se incluye el empleo de la vitamina C, por su destacado rol antioxidante y potenciador de células inmune clave. Dentro de ellas destacan linfocitos T, linfocitos B y natural killer, glóbulos blancos especializados para atacar las infecciones, que poseen de 50 a 100 veces más vitamina C, que la que pueda encontrarse en la sangre.
Hoy se sabe que el COVID-19, puede generar procesos de sepsis. De alguna forma, el protocolo existente y los resultados que esperamos obtener a finales de septiembre, nos muestran una luz al final del túnel. En ella, viene reflejado el potencial empleo de la vitamina C, el antioxidante de la esperanza.
“La vitamina C es el mejor antibiótico natural, antiviral, antitoxina y antihistamínico del mundo.”
Andrew Saul
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Referencias:
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC6429642/
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https://www.thelancet.com/journals/lanres/article/PIIS2213-2600(18)30063-8/fulltext
https://www.leanmachine.net.au/healthblog/vitamin-c-works-for-sepsis-will-it-work-for-coronavirus/
https://lpi.oregonstate.edu/mic/vitamins/vitamin-C
https://www.mdpi.com/2072-6643/12/2/292/htm