La difícil tarea de un cambio
Empecemos por esta pregunta ¿Qué hago aquí?, o esta otra ¿Para qué estoy aquí?, o, ¿Porqué estoy aquí, qué sentido tiene este mundo?
Son muchas las personas que han sentido en algún momento de su vida que la vida que vivimos no tiene mucho sentido y que en realidad no pertenecemos a este mundo. Sin embargo, estamos aquí y formamos parte de él. Tal vez formemos parte de ese reducido grupo de inconformes, que se hacen preguntas que los demás no se hacen, que se cuestionan las cosas y buscan respuestas, para finalmente, darse cuenta, que este mundo no tiene mucho sentido y que es necesario operar un cambio, hacer algo para que sea diferente.
Se dice que cada uno de nosotros viene al mundo con algún cometido, aunque sea minúsculo, pequeño, de poca trascendencia, un simple grano de arena en medio de una gran montaña, o como una gota de agua en medio de un océano, o como un átomo en una molécula, o como una molécula que forma parte de un cuerpo sólido…todos formamos parte de algo y sin cada uno de nosotros, ese algo no existiría.
El mundo en el que vivimos forma parte de algo más grande y nosotros formamos parte del mundo que forma parte de algo más grande que el mundo, de un sistema solar que a su vez forma parte de un conjunto de soles, que a su vez forman parte de una galaxia, que a su vez forman parte de un conjunto de galaxias, que a su vez forman parte de un universo, que a su vez forman parte de un conjunto de otros universos, ¿que a su vez forman parte de un qué?…
A partir de aquí, a nuestra mente le resulta casi imposible imaginar o abarcar lo que hay más allá y todo lo que podamos decir o pensar al respecto es solo imaginación. Lo único que sí está claro es una cosa, que todo está organizado, estructurado desde lo menos denso hacia lo más denso, que todo está ligado, entretejido, formando estructuras y que ese patrón se repite desde lo más grande hasta en lo más pequeño. Por tanto, lo infinitamente pequeño es como lo infinitamente grande. Como es arriba es abajo y como es afuera es adentro.
Toda criatura, por muy pequeña que sea a nuestro corto espacio de visión es el reflejo de algo infinitamente grande y todas las cosas está hecho de lo mismo, aunque tengan formas diferentes o colores diferentes, todo está organizado y estructurado con el mismo patrón, desde el mismo vacío, hasta la masa molecular más densa que podamos conocer.
Por tanto, todas las cosas, materiales o no, son mente y materia organizada y todas las cosas han sido organizadas por una mente superior carente de forma para nosotros. Habita el vacío, pero no es el vacío, habita en la materia pero no es la materia, habita en nuestra mente pero no es nuestra mente…Es, simplemente, ha sido y siempre será. Esto es el Absoluto, el Tao, eso es lo que llamamos Dios.
Si pudiéramos sintetizar y definir lo que es el Tao, podríamos definirlo, como algo carente de forma, como nuestra mente, pero en donde no hay más que amor, perfección, belleza, equilibrio y orden.
Nosotros formamos parte de esa mente universal, todas las cosas forman parte de ese gran Todo y ese Todo está formado por cada uno de nosotros, de la misma manera que no puede existir un mar sin gotas, o una playa sin granos de arena. Nada es totalmente sólido ni forma un solo cuerpo que no pueda ser dividido y descompuesto en algo más pequeño, pero todo, hasta en lo infinitamente pequeño, conserva las características de lo infinitamente grande, Todo ha sido creado a su imagen y semejanza. Somos perfectos, santos, eternos, inmutables…con capacidad para crear y extender esa Grandiosa perfección de la que formamos parte. Así fue al principio y así, de alguna manera debería seguir siendo.
Pero, entonces, ¿Qué hago aquí? ¿Para qué estoy aquí?, o, ¿Porqué estoy aquí, qué sentido tiene este mundo? ¿De dónde ha surgido este puñetero mundo en el que ahora vivimos? ¿Quién tuvo la feliz idea de crear un mundo de sufrimiento? ¿Qué ha pasado?
Esta es la pregunta que no somos capaces de contestar sin hacernos otras preguntas, que a su vez tampoco somos capaces de responder, esta es la barrera de la cordura que es mejor no intentar traspasar, so pena de perder el juicio para siempre. Hay cosas que no se pueden intentar comprender o abarcar o resolver con la mente. Para encontrar esas respuestas debemos de prescindir de la mente, liberarnos de la mente, de la razón y penetrar en un mundo oculto de conocimiento al que solo acceden lo iniciados y los maestros.
Si quisiéramos tener una ligera idea que nos permita comprender este entresijo sin respuesta, solamente debemos de comprender que para que algo no tenga límites, no debe existir ni espacio ni tiempo, ni forma ni materia. En donde hay espacio hay límites, en donde hay tiempo hay límites, en donde hay materia y forma, aunque sean bellas, hay límites.
Toda forma de manifestación en el mundo de la materia conlleva limitación y por tanto, alguna forma de sufrimiento. Toda manifestación de la materia está sometida al tiempo y al espacio y por tanto, está limitada, confinada, recluida y todo lo que está recluido experimenta limitación y algún tipo de escasez o sufrimiento.
Por todo ello, Dios, el Tao, el Absoluto no creó el tiempo ni límite alguno para sí mismo, para extenderse así mismo, aún y cuando, todo tiene el sello de su perfección, desde lo infinitamente grande, El vacío y la conciencia, hasta lo infinitamente pequeño y denso, la materia molecular y la mente que hoy tenemos todas las criaturas que existimos en este mundo lleno de formas bellas y lleno de limitaciones.
Pero entonces, ¿Quién tuvo la idea de anclarse al mundo de la forma?
Otra pregunta que podemos hacernos es ¿Qué pasaría si no tuviésemos forma o si no tuviésemos una mente con deseos corporales? ¿Qué haríamos, como nos manifestaríamos, en donde, si no existe un espacio, si solo existe el vacío y no existe materia alguna a la que dar forma?
Para comprender estas cuestiones, lo primero que debemos de comprender es que el Tao, el Absoluto no tiene límites y por tanto no puede limitarse a sí mismo, porque entonces no sería Eterno e Ilimitado, pero aún y así, tampoco es ciego y puso normas, señales para que no se traspasasen ciertos límites en la creación, porque más allá se conocería la limitación y el sufrimiento, pero no puso una barrera infranqueable, porque eso sería poner límites.
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Por ese motivo, muchos de nosotros traspasamos los límites marcados por esas señales, tal vez, porque tuvimos la necesidad o el deseo de hacer algo diferente, de probar, de indagar, de investigar…
Una vez traspasamos las señales que separaban el vacío ausente de forma y materia y nos sumergimos en la materia caótica dispersa del universo inmanifiesto, sentimos el deseo de dar forma, de ordenar, de organizar, de limitar, de crear, de condensar…así fue como se fueron creando y organizando los cinco elementos y las formas, los soles y galaxias, los planetas, las criaturas…los planos y sub planos de vibración de materia y energía, hasta llegar a lo infinitamente pequeño, hasta llegar a lo que ahora somos: Seres limitados en un cuerpo, sometidos a leyes físicas temporales de espacio y tiempo, seres, limitados por unos pocos sentidos físicos de percepción que nos anclan a un mundo material lleno de necesidades que realmente no existen
Somos seres temporales, algo que realmente no existe, seres que han sustituido la Casa de su Padre, por una madriguera de ratones de alcantarilla.
Hemos sustituido el paraíso de sol y calor y la libertad de un universo sin límites, y lo hemos sustituido por una caverna, llena de humedad, moho y malos olores…en unas condiciones en donde todo lo que se cría tiende a ser dañino y corrosivo… y lo peor, es que cada vez las condiciones son más difíciles, de más confinamiento, de más limitaciones y de más sufrimiento, de más escasez, de más lucha, de más competitividad, de más necesidad, de más codicia y por tanto , de más insatisfacción y de más envidia.
El mundo, tal como es ahora, no se ha formado en dos días, ni es consecuencia o responsabilidad de unos pocos humanos poderosos, o de extraterrestres malos y dioses caídos.
Nosotros y cada uno de nosotros estamos aquí por decisión propia y salir de este mundo es también una cuestión de decisión propia, aunque los medios para lograrlo, ahora mismo, depende más de la ayuda de seres superiores que de nuestro simple deseo o voluntad, porque estamos sometidos a fuerzas o energías egoicas muy densas de miedo y deseos, que no pueden ser disueltos con el simple deseo o nuestra escasa y mermada e infantil voluntad humana.
El Tao, el Absoluto, no desea sufrir y si nosotros sufrimos, Él también sufre, porque el Tao, el Absoluto no sabe lo que es el tú o lo que es el yo, Él es el Todo y no hay nada en el universo, manifiesto o inmanifiesto, que Él no sienta como suyo propio.
El Tao, el Absoluto, no creó sufrimiento alguno, no lo conoce pero sí lo siente y lo percibe como suyo.
Por dicho motivo, estamos de suerte, el Tao, el Absoluto, la Mente Universal, eso que llamamos equivocadamente Dios, no nos ha abandonado.
De la misma manera que actualmente existen legiones de demonios, que no son más que seres que se alejaron hace mucho tiempo de la casa del Padre, existen también legiones de seres que desean ayudar a todos los mundos del universo infinito en donde, como en el nuestro, hemos llegado a unos límites de manifestación insoportables y en donde estamos atrapados y no tenemos una manera de salir, sin sufrimiento.
En realidad, a dia de hoy, no solo estamos atrapados, sino también confinados, porque no es posible salir de este mundo sino reunimos ciertos requisitos, mientras no haya una purificación mínima de la mente, estaremos confinados en esta prisión y existen guardianes que se encargan de vigilar esos confines o límites, para que el mal no se extienda hasta el infinito, para garantizar la libertad de aquellos que todavía se mantienen en el otro lado de la frontera ¡Es razonable!
Pero esa ayuda, no es fácil, no porque para ellos sea imposible de dar, sino porque estamos tan fanatizados, tan ligados al cuerpo y a los deseos, que no se trata de que sea el mal que hay que erradicar sin más, es que, erradicar ese mal conlleva sufrimiento y el sufrimiento es precisamente lo que se debe evitar, porque esa es la ley, o mejor dicho, una de la leyes principales del Padre o Mente Universal.
Nuestras mentes están tan identificadas con eso que llamamos mal, que erradicarlo nos haría sufrir muchísimo, mucho más aún de lo que ahora sufrimos por causa del mismo mal.
El remedio impuesto, la extirpación u operación, sería mucho más doloroso que la propia enfermedad que padecemos.
Si de repente, el cuerpo, la materia y las formas fuesen suprimidas, ¿qué pasaría con todas las mentes que están identificadas con esa forma de manifestación, a donde irían si no hay materia, ni forma, ni sensaciones, ni deseos, ni miedos, ni necesidades, ni apegos…ni nada? ¿Qué pasaría si de repente no tuviésemos nada qué hacer, nada por lo que luchar, qué haríamos?
Imaginarlo tal vez no sea suficiente, pero la depresión, el miedo y la ira serían una de sus consecuencias.
El desapego de la mente y del miedo y los deseos, debe de ser una tarea gradual y totalmente consciente y voluntaria, de lo contrario se puede generar confusión, más miedo y más desesperación y eso es lo que no se desea que ocurra. Por eso, las fuerzas superiores tienen que actuar de manera clandestina, dando ayuda de manera casi invisible, entre otras cosas, para no provocar un conflicto dado que la gran mayoría de los seres que no están despiertos en este mundo, aquellos que todavía seguimos apegados al cuerpo, que somos casi todos, nos opondríamos a semejante intervención y la consideraríamos hostil y por tanto la combatiríamos y lucharíamos en contra de aquellos que desean, en realidad, ayudarnos.
De hecho esto es lo que realmente sucede hoy en día y siempre ha sucedido. Cada vez que al ser humano se le intenta ayudar, reacciona y ataca y destruye a quién se le ocurre poner en duda que este mundo tiene que cambiar.
Sucedió con quién ya conocemos sobradamente, hace dos mil años, pero continuamente mueren mártires crucificados, en todas partes, en manos de la ignorancia y del fanatismo, en todas partes y a cada momento. Mártires políticos, mártires científicos y descubridores, mártires filosóficos y espirituales, mártires médicos y sanadores, mártires laborales, mártires de la enseñanza, mártires sociales…en todas partes y a cada momento hay y mueren mártires dentro de la sociedad inhumana de la que formamos parte y lo que es peor, nosotros mismos los asesinamos porque los medios nos manipulan y muestran a estos mártires como enemigos de la sociedad a los que hay que eliminar, una sociedad en donde lo honesto, auténtico y verdadero es ilegal y en donde el impostor actúa y es defendido y apoyado por la ley, porque las leyes que se promueven en este mundo no están hechas para defender y proteger al inocente, sino para utilizarlo y esclavizarlo de una u otra manera.
Esclavizarnos con una falsa cultura, una falsa ciencia, una falsa tecnología, una falsa enseñanza, una falsa filosofía, una falsa religión, una falsa medicina y una falsa salud que no cura ni le interesa curar las enfermedades y que mata a millones de seres humanos en todo el mundo, una falsa educación exenta de valores, unas falsas tradiciones y falsas costumbres, unas falsas necesidades, un falso sistema económico, una falsa nutrición, una falsa agricultura, una falsa ganadería, una falsa psicología que se alía con la falsa medicina para producir inválidos mentales, una falsa política y unos falsos empresarios y unos falsos gobiernos, una falsa justicia… el mundo está lleno de falsedad, eso ya lo sabemos, no es nuevo.
Lo difícil es reconocer que dentro de cada uno de nosotros también existe esa falsedad, esa hipocresía tan descarada y que tanto enfado y frustración nos provoca. Este es el gran problema del ser humano, no vemos que todos somos partícipes de esta hipócrita forma de ser y existir y si el mundo existe como existe, es porque en parte lo sostenemos y no actuamos, nos dejamos manipular y no creemos que haya algo que podamos hacer que no sea pasar nuestro tiempo libre delante de una televisión o de la pantalla de un ordenador o de un teléfono móvil.
Es muy fácil quejarse de cómo está el mundo, pero existe una gran diferencia entre quién se queja y actúa y entre quién se limita a quejarse simplemente, sin más. Hay básicamente estas dos maneras de estar inconformes. La segunda, definitivamente no sirve.
¡Actúa, muévete, haz algo por ti y por el mundo y si no sabes que debes de hacer, mira a tu alrededor y seguro que verá necesidades, injusticia y limitaciones por doquier!
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¿No es eso lo que hay que cambiar?
No, eso lo tienen que cambiar otros, yo solo me limito a quejarme y a leer frases bonitas y maravillosas, yo solo me limito a entretener mi propia hipocresía espiritual. Yo solo me limito a hablar de Jesús, que fue muy bueno y nos quiere mucho, pero no estoy dispuesto a sacrificar mis placeres, mi vanidad, mi infantil forma de ser, mi ingenuidad…
Idealizamos y fantaseamos con un Jesús bueno, que va a nuestra casa, nos ilumina y nos protege de todo mal y hará que el mundo cambie… Pero al Cristo se le encuentra entre la multitud, entre la muchedumbre, luchando, moviéndose, trabajando codo a codo en donde hay problemas y dificultades, luchando por la justicia, la verdad, la ecuanimidad, la paz…es ahí en donde el Cristo actúa, no en una silla.
Expulsión de los mercaderes del templo
Sin embargo, tampoco debemos de caer en el otro extremo, de querer cambiar al mundo sin tratar de cambiarse a uno mismo. Esto es un gran error en el que muchos inconformes caemos.
Para que la revolución del Cristo se produzca tiene que haber inconformidad dentro del ser humano, pero esa inconformidad debe estar basada en la propia comprensión de uno mismo, de lo contrario, esa inconformidad y esa revolución se convierte en un revolución dañina, agresiva, perniciosa, en una revolución destructiva y violenta.
Barbarie y genocidio
Por este motivo, al Cristo se le debe encontrar primero en la paz interior de nuestra propia mente y esa paz interior no surgirá en nosotros simplemente leyendo libros y frases maravillosas, necesitamos inevitablemente de un arma que nos permita comprender nuestra miseria humana personal, para no caer en el error de juzgar y condenar a los demás, un arma que nos permita, además, pacificar nuestros instintos agresivos y destructivos, mentales y emocionales y cambiar realmente desde adentro, no intelectualmente. Al Cristo, al igual que al Buda, no se le encuentran afuera, sino adentro.
Como Reza el dicho Zen: Si encuentras a Buda en el camino, ¡mátale! (Al Buda se le encuentra dentro de cada uno, no afuera. Afuera lo que encontramos son impostores, falsos profetas)
Observando la realidad
Ese arma, es y ha sido siempre la misma, la interiorización, la reflexión, la meditación.
De momento, esto es todo, una reflexión en voz alta llena de preguntas y algunas respuestas, una reflexión hecha en mi nombre y en tu nombre.
Que tu corazón te guié, que el Buda te guíe hacia la iluminación. Amén.
Seoan Judith Nath. A 15 de abril de 2016
11:43 am.
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