Los huesos de nuestro cuerpo se unen entre sí en las articulaciones para poder movernos. Éstos, en el punto que tienen que conectar con otros se encuentran protegidos por un tejido especial llamado cartílago que evitará que se produzca un desgaste en las superficies articulares. Cuando esto no sucede y el cartílago empieza a deteriorarse, aparece la artrosis. Dicho esto, podemos definir esta dolencia como un desgaste del cartílago articular.
La artrosis es una de las patologías más frecuentes en los países desarrollados, principalmente en las personas de edad más avanzada.
Un esfuerzo mayor del recomendado
Las causas concretas de la artrosis no se conocen, pero se ha observado que puede presentar desde un origen hereditario hasta traumático, considerando el sobreuso de las articulaciones y los esfuerzos repetidos de las mismas como los motivos más incidentes.
La artrosis se presenta como un dolor agudo en el individuo debido al roce que acaba apareciendo al chocar un hueso contra otro. Asimismo, se asocia tumefacción e impotencia a la hora de mover la articulación. Normalmente, los primeros síntomas suelen empezar esporádicamente y tras algunas actividades concretas o esfuerzos.
Conforme pasa el tiempo, la articulación se degenera progresivamente y los dolores se hacen cada vez más constantes e incluso en reposo. En ocasiones, parte del hueso y el cartílago que van degenerándose forman una serie de estructuras que rodean la articulación (osteofitos y espolones) que aumentarán los signos y síntomas ya existentes. En las mujeres es más prevalente la artrosis en rodillas y articulaciones de la mano, mientras que en los varones son más comunes las de cadera.
Tratando el dolor
El tratamiento en fases iniciales busca corregir la causa que la provoque: evitando los esfuerzos repetidos y en las malas posiciones, vigilar la alimentación y mantener una adecuada hidratación (pues disminuye el desgaste del cartílago). Una vez instaurada y dependiendo de su grado se buscará atacar los síntomas mencionados (dolor e inflamación) mediante un tratamiento farmacológico conservador a base de antiinflamatorios no esteroideos y analgésicos. En caso de que no obtener resultados se pueden aplicar distintas terapias más agresivas desde la infiltración hasta la cirugía sustitutiva (prótesis).
La fisioterapia sirve como apoyo en cualquier fase. En función de las técnicas empleadas buscaríamos disminuir la inflamación existente y el dolor (electroterapia, masajes...) o mantener la actividad de esa articulación (movilizaciones y ejercicio físico controlado). Es positivo que el paciente mantenga una movilidad moderada puesto que un reposo absoluto puede llevar a los músculos a atrofiarse y a que la articulación quede desprotegida, provocando que el roce aumente y se empeore el cuadro.
De igual forma, es muy improtante que el paciente se mantenga alerta sobre cualquier cambio de su sintomatología acudiendo al especialista para un correcto diagnóstico y tratamiento.
Raúl Bravo Jiménez
Fisioterapeuta
Colegiado nº 4320
C/ Montecarlo nº1 post.
Móstoles MADRID
Tel.: 916 45 02 26