- Linfomas: son los tumores hematológicos más frecuentes. Se caracterizan por el desarrollo del tumor en los ganglios del sistema linfoide sin afectar a la sangre periférica. Su detección puede retrasarse considerablemente puesto que el principal síntoma del cáncer linfático es la aparición de un simple bulto y como primera causa muchas veces no se piensa en un linfoma por ser otras más frecuentes. Es importante que el diagnóstico se realice en un centro especializado pues existen más de 30 tipos y la definición histológica y molecular del tumor es necesaria para elegir el mejor tratamiento.
- Sarcoma de tejidos blandos: su prevalencia afecta por igual tanto a personas jóvenes como adultas. Pueden aparecer en todo tipo de tejidos blandos del organismo, incluidos nervios, grasa, músculos y vasos sanguíneos, así como en el corazón o el tubo digestivo, entre otros órganos. Generalmente aparece en brazos y piernas, aunque también son focos habituales el tronco, el abdomen y la región de la cabeza y el cuello.
Los sarcomas próximos a la superficie de la piel son fáciles de detectar, mientras que en zonas más profundas del organismo pueden no ser evidentes hasta fases avanzadas, por lo que solo la mitad de los sarcomas se detectan en fases iniciales. Los síntomas perceptibles comprenden la aparición de un bulto nuevo o el aumento de uno ya existente, dolor abdominal, sangre en las heces o vómitos, anemia inexplicada o la aparición de un nuevo dolor.
- Cáncer de huesos: Sus síntomas pueden variar tanto por el tamaño como por la localización, pero los más habituales son dolor, hinchazón e hipersensibilidad o dificultad de movimiento. Otros síntomas menos frecuentes pueden ser cansancio, fiebre, pérdida de peso o anemia, aunque la presencia de uno o más de ellos no implica necesariamente el pronóstico de cáncer de hueso.
- Cáncer de origen primario desconocido: es aquel en el que se identifican células cancerosas en el cuerpo sin poder determinar el foco por el que se han originado. Aunque frecuentemente se encuentran en los pulmones o el páncreas, también son habituales en el colon, recto, mama, vías biliares, estómago y riñón. El diagnóstico del CPD comienza con un análisis de los antecedentes patológicos del paciente, una exploración física y análisis de sangre, así como radiografías, tomografías y otros estudios radiológicos si fueran necesarios. Con las nuevas técnicas diagnósticas en alguno de estos casos puede descubrirse el tumor primitivo.
¿Conoces a quien le hayan diagnosticado un cáncer?