Cuando hablamos de tensión alta o hipertensión, en la mayoría de los casos los dos números son elevados, tanto la tensión arterial sistólica como la tensión arterial diastólica. Pero existe la hipertensión sistólica aislada y la hipertensión diastólica aislada.
Hablamos de hipertensión sistólica aislada cuando la presión arterial sistólica es mayor o igual a 140 mm Hg y la presión arterial diastólica es menor a 90 mm Hg a partir de los 60 años. La hipertensión sistólica aislada es más frecuente en ancianos. ¿Cómo se explica su aparición? La presión sistólica aumenta linealmente desde los 30 años en adelante, mientras que la diastólica aumenta hasta los 50 años y posteriormente tiende a descender. Por tanto, la diferencia entre los dos números de la tensión arterial aumenta a lo largo de la vida y acelera su incremento a partir de los 50 años.
La hipertensión sistólica aislada significa un mayor riesgo cardiovascular y cerebrovascular y, como consecuencia, su tratamiento reduce la mortalidad cardiovascular en un 22%, la mortalidad coronaria en un 26 % y la mortalidad cerebrovascular en un 33 %.
La hipertensión diastólica aislada indica la rigidez de las arterias. La presión diastólica es la presión que ejerce la sangre sobre las paredes de las arterias cuando el corazón esta relajado entre dos latidos. Como consecuencia, este valor principalmente depende de la flexibilidad y elasticidad de las arterias. Debido a la rigidez arterial, los pacientes con hipertensión diastólica aislada sufren daños de cerebro, corazón y riñón. Las razones por las que se produce este trastorno son la diabetes, la obesidad, una enfermedad renal, dieta rica en grasa e hidratos de carbono, tabaquismo y ciertos medicamentos.
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