En el email de hoy (email muy largo y con mucha valiosa información, consúmase a cuentagotas), voy contar algo que a mí me parece muy importante y que quizás a ti te inspire para algo.
Hace años leí el grandísimo libro Esto no es normal de Joel Salatín, y desde entonces la necesidad de tener un hogar verdadero empezó a crecer en mí con gran fuerza.
Te lo recomiendo si quieres que tu nueva normalidad sea cada día más normal… y no al revés como pretenden algunos.
Y es que el desarrollo personal y espiritual es crecer en absolutamente todos los campos posibles, los campos importantes para el ser y el ser humano. Y en campos importantes… pocos lo son tanto como el hogar.
Bueno, pues hoy voy a transmitir lo que sé, lo poquísimo que sé pues aún soy un aprendiz nivel uno, sobre cómo crear y construir y alimentar este espacio que históricamente ha sido sagrado para nosotros y del que hoy queremos a menudo huir, ese espacio al que hoy llamamos hogar pues ayer es donde encendíamos el focaris, el fuego…
Hace unos días le llegó a casa mi regalo de Boda a Gonzalo, y cuando Cris y él me hicieron el unboxing en vídeo, me emocioné un poquito.
Sésamo. Lino. Arroz. Huevos. Judías. Lentejas. Garbanzos. Pan. Mermeladas. Pistachos. Almendras. Nueces. Aceites…
Lo mejor de lo mejor de España, lo más sabroso, lo más cuidadosa y meticulosamente cultivado y mimado, estaba sobre su encimera.
Cuando te gastas unos pocos cientos de euros en verdadero valor, el valor da para mucho. La calidad, la calidad de verdad, nunca es cara.
Al llegar a mi casa, muchas son las personas que me dicen que no saben por qué se sienten a gusto pero que así es. Aunque esté a medio construir o no haya puerta en el baño, la sensación es como placentera.
¿Por qué?
Vamos a verlo.
Deberías tú entonces ver mi despensa (de dispensus, distribuido, aprovisionado con orden… tener una despensa es normal, es sabio), 30 botes de cristal de 2 litros, llenos todos ellos de las mejores legumbres que ha parido España.
Judías de raros colores y de todos los tamaños.
Arroces rojos e integrales.
Lentejas de diversas procedencias. Garbanzos, soja…
Todas las legumbres se guardan con unas hojitas de laurel para preservarlas durante mucho más tiempo. Las ristras de hojas de laurel están presentes en todas las cocinas hogareñas. ¿Por qué será?
Además, grandes botes repletos de todos los frutos secos (semillas) que encuentro. Pistachos, nueces, almendras, avellanas, piñones…
También tengo botes llenos de (otras) semillas, lino dorado y lino marrón, sésamo, pipas de calabaza y girasol, amapola…
Una casa que por la mañana huele a sésamo tostándose con un poquito de sal al calor del fuego, deja de ser casa para convertirse en hogar, deja de ser un lugar donde estar, para empezar a ser un lugar donde estar a gusto.
Curiosamente en todos los retiros de meditación o yoga siempre hay semillas de sésamo y lino, ¿por qué será?
El sésamo tostado se usa en las ensaladas, en los yogures, sobre la fruta, en los platos de cazuela, sobre la avena en el desayuno…
Luego está la zona de las calabazas de todos los tamaños. Un hogar sabio siempre tiene alimentos naturales que tardan tiempo en perecer, como las calabazas que pueden permanecer 9-10 meses en condiciones normales, o las ristras de ajos, o las patatas bien almacenadas.
La bandeja de los kiwis/frutas de la temporada anterior, kiwis extraordinariamente ricos cogidos a mano de la mata, guardados en cajas de cartón a oscuras sin tocarse unos a otros. Un hogar tiene frutas bien conservadas.
Los refrescos. Las casas tienen cocacola, es decir, agua envenenada, los hogares en cambio tienen refrescos normales. Los refrescos, como se han hecho toda la vida, consisten en meter tu fruta favorita en agua durante dos ó tres días y después beberte el líquido impregnado con ese sabor que los dioses quisieron para ti.
Si coges unos hijos secos y los metes en una botella de cristal con agua, verás qué ocurre. Verás cómo tu casa, empieza a ser…
Llegamos a la zona de los sacos. Sacos de arroz, de más judías, de avena… Una familia organizada y ordenada no quiere ir a la compra todas las semanas salvo para adquirir los productos más frescos.
La sal. Un hogar tiene buenas reservas de sal, sal de verdad, sal buena, sal sal. Un gran saco de 25 kg de sal, que luego llena un pequeño bote de sal, que luego llena un salero. La sal es importante y no podemos dejar lo importante en manos de un súpermercado que no vigila nuestras cosas importantes.
El agua es vida, y no es buena idea usar el agua para beber que proviene de un grifo que proviene de unos tanques donde en la puerta pone el logotipo de agenda 2030. El agua, a falta de agua de verdad, se va a buscar a los manantiales en las montañas. Se porta en garrafas de cristal a ser posible como las que usaban nuestros abuelos para guardar el vino, el aceite, el agua… hay unas bonitas garrafas que se laman Damajuanas.
De la Damajuana, que es donde la conservas, la pasas a un bote de cristal con grifo, que es de donde bebes, y hablando de beber, el agua antes de beberla es bendecida, es decir, la miras, la observas y la das las gracias.
Las conservas. Si hay algo que define un hogar como ninguna otra cosa, es el lugar de las conservas.
Un hogar, un hogar sabio quiero decir, un hogar que piensa en construir y perdurar, tiene un espacio exclusivo para las conservas.
Antaño, hace sólo unas pocas décadas de hecho justo antes de dejar de ser normales, en cada pueblo de España en la época de mayor producción, verano, se preparaban los hogares y las abuelas y los abuelos y los niños y los padres y las madres y los vecinos para guardar los mejores productos del mercado y de la huerta para los futuros meses de escasez en los cultivos.
Es decir, se preparaban para hacer conservas. Tomates enteros o triturados, pimientos, berenjenas, pisto… todo tipo de preparados donde la imaginación es el límite.
Antes no se iba al súpermercado a comprar un paquete de tomate porque querías hacerte unos espaguetis, antes ibas a tu despensa y abrías uno de tus botes de conserva.
Si no tienes abuelos a quien preguntar, pregunta a tus padres si los tienes a ver si lo saben, y si no pregunta a Youtube o a los libros.
Ya sea que vivamos en un piso en el centro de una gran ciudad o que vivamos en un pueblo, recomiendo encarecidamente que aprendamos a hacer conservas. No sólo disfrutaremos de los mejores productos del verano durante todo el año, sino que si los preparamos junto a nuestros familiares estaremos forjando unos lazos de unión difíciles de romper.
Los aceites. La miel. Tengo una sana afición; comprar miel de verdad y aceite bueno. Puesto que son alimentos que duran mucho (la miel, toda la vida), tengo un buen espacio para ellos. Unos quince botes de miel y unos cuarenta litros de diferentes aceites.
Fermentados. Estoy seguro de que todo hogar, hasta que la locura generalizada se instauró en este planeta, tenía una zona privilegiada para los fermentados.
Los fermentados, como explico en Un manual hacia la grandeza, sirven para dar más vida a nuestra vida interior, para fortalecer a los habitantes que habitan en nosotros, y en última instancia para allanar el camino que conduce a nuestro espíritu.
Chukrut, kombucha, yogur, kéfir, Kimchi, pepinillos en vinagre… hacen falta muchas horas y muchas enseñanzas y mucha práctica y muchos errores para aprender a ser maestro de los fermentados, para aprender a ser maestro de los alimentos que metes en tu cuerpo.
¿Entiendes ahora por qué no hay un segundo que perder, por qué hay tanto netflix y tanto instagram y tanta cortina que nos aleja de lo importante?
Panificadora. Si hacer pan en casa ya era fácil, hacerlo con una sencilla panificadora es extraordinariamente sencillo. El mejor pan del mundo, el más sabroso y el más sano, siempre es el que te haces tú en casa habiendo elegido qué ingredientes echar.
Requiere 30 segundos de planificación, un minuto de acción, y pulsar un botón.
Las infusiones. Parte importante de las importantes. Un hogar tiene un lugar especial, seco y oscuro, para guardar un montón de plantas secas con las que hacer infusiones que calmen nuestros dolores, apacigüen nuestras mentes, purifiquen nuestra sangre, corten nuestras hemorragias…
No, las infusiones no se compran en el mercadona ni en el día ni en el chino de abajo a un euro la caja de cien sobrecitos.
No, la manzanilla no se fabrica en la trastienda de un súper bajo unas tinteneantes luces de neón.
Las infusiones, las infusiones de verdad quiero decir, pueden y deben llevar toda una vida de búsqueda, comprensión, y amor recíproco. Las plantas se encuentran en los campos fértiles, en los hábitats llenos de vida.
Esas plantas se cortan en el momento oportuno, se secan a la sombra, se meten en el agua hirviendo, se pone una tapa, se espera unos minutos, y se disfruta lentamente sorbito a sorbito.
Según María Treben, y al parecer según muchos médicos alemanes y austriacos en los años ochenta, tomar diez días una infusión de ortiga purifica completamente la sangre.
El que quiera entender que entienda.
Son muchas las plantas milagrosas. Empieza a estudiarlas, a buscarlas, a cultivarlas… a usarlas.
Mi hogar tiene un armario lleno de botes con boldo, melisa, diente de león, ortiga, artemisa… Mi agenda está impaciente buscando cursos de plantas. Mi cuerpo se siente atraído por ese conocimiento.
¿Por qué? Porque eso es lo normal, eso es lo sabio.
Y poco más puedo decir por ahora.
Para el ser humano es muy edificante el encontrar una salida a su desesperación y padecimiento valiéndose de su propio esfuerzo y su propia voluntad, gracias a la ayuda maravillosa de nuestras hierbas medicinales. El enfermo que se empeñe en reconquistar su salud asumiendo él mismo esta responsabilidad, ha elevado de tal manera su dignidad humana, que se encuentra en el camino que le puede sacar de ese callejón sin salida cual es su enfermedad.
En una época, en que gran parte de la humanidad se va apartando considerablemente de un modo de vida natural y va dejando por una concepción falsa de la vida camino abierto a enfermedades amenazantes, deberíamos acordarnos de las hierbas medicinales que Nuestro Señor por su bondad no está regalando desde tiempos remotos. El padre Kneipp dice en sus escritos que para cada enfermedad ha crecido una hierbecilla. Siendo así, cada uno puede favorecer a su salud recolectando a su debido tiempo plantas y hierbas de la farmacia de Dios, bebiendo diariamente o durante un período determinado infusiones o….
El hecho de que la medicina oficial vaya prestando cada vez más atención a la medicina natural se ha demostrado claramente en el 25 Congreso Internacional de Postgraduados de la Deutsche BundesÁrztekammer y Osterreichische Árztekammer (Colegios médicos alemán y austríaco) que tuvo lugar en Badgastein (Salzburg) y en el que participaron 1500 médicos.
Del libro de María Treben, Salud de la botica del Señor. Ella sabía tener un hogar.
Las aromáticas. Un hogar siempre tendrá en el alfeizar de su ventana un montón de macetas con un montón de buena tierra con un montón de buenas plantas aromáticas para oler y usar en tu cocina.
Poco más puedo decir aquí, salvo ve a un vivero y hazte con todas las que puedas.
Las especias. No, las especias no nacen en botes de cristal a 80 céntimos el bote donde hay más bote que especias. Las especias se estudian, se comprenden… aparecen hasta en nuestros mejores sueños.
Tengo un estante lleno de botes de botes de cristal llenos de especias, un estante que desearía fuera mayor para contener más y más variedades. Clavo, cardamomo, canela, pimienta, gengibre en polvo, pimentón de la vera, tomilllo, comino… por citar sólo unos pocos.
Las especias hay que buscarlas con rigurosidad científica. Ya sea que las cultives tú mismo o que las compres, necesitan tu aprobado contínuo, siempre en la búsqueda de la mejor, de la más pura, de la menos adulterada, de la menos caída en las garras de la industria.
Pagar altos precios (si fuera necesario) por altas calidades de especia, es sinónimo de estar en el camino correcto, es sinónimo de hogar.
Los utensilios de cocina. Un día fui a casa de mis amigos Edu y Sara y vi este cacharro. Días más tarde, y 100 € después de una búsqueda en Wallapop, yo también tenía ese cacharro en casa.
Me dijeron que se lo daban como complemento al comprar las cazuelas y ollas de titanio de la marca.
Casi tres mil euros pagaron por sus ollas y sartenes. 3.000 €
3.000
Cuando les pregunté que cómo se podían haber gastado ese dinero, respondieron simplemente algo como: nos gastamos lo que haga falta en lo importante.
Y es que como en todo, hay dos clases de utensilios: los buenos, y el resto. Un hogar, un hogar sabio quiero decir, en la medida de lo posible invierte en sus herramientas. Invierte su dinero con sabiduría en aquello que le proporcionará verdadero valor.
En lugar de pagar la cuota de Netflix rigurosamente, quizás se plantee si no sería mejor tener unas sartenes que, al calentarse, no desprendieran tóxicos. Unas que calienten uniformemente. Unas que retengan el calor la mayor cantidad de tiempo posible.
Unos cuchillos que corten.
Unos recipientes que, al contacto con nuestros alimentos, no aporten nada más que seguridad.
Unos electrodomésticos hechos para hacer aquello que necesitan hacer, durante la mayor cantidad de tiempo que necesitan hacerlo.
Aire acondicionado. Breve comentario al respecto porque sí: según André Ban Lysebeth, referente del yoga en los años 70-80 por su libro Pranayama, el aire acondicionado es en realidad aire desacondicionado, desprovisto de vida.
Chimenea. Préstamo (s. XV) del francés cheminée y este del latín caminata. Tener una chimenea en casa, o al menos querer tenerla algún día, es caminar por el sendero de la normalidad.
Planificación. Últimamente disfruto sentándome frente a mi agenda y preguntándome: ¿Qué necesito siempre en mi casa? Es decir, ¿qué uso a menudo? ¿Qué acciones puedo hacer una sola vez para evitar hacerlas infinitas veces al año? Y cuando obtengo la respuesta, voy y lo compro en grandes cantidades.
La planificación y la rotación de lo perecedero es otra gran vara de medir el bien manejo de un hogar.
La nevera. Y hablando de planificación y rotación, a medida que voy sirviendo en cursos de Vipassana me voy dando cuenta que el nivel de madurez de una persona se puede ver en cómo organiza su nevera.
Aquí sólo puedo aportar lo siguiente: cada vez que estés frente a tu nevera, pregúntate… ¿Cómo puedo organizarla más inteligentemente? Una nevera bien organizada, extraordinariamente bien organizada quiero decir, requiere reflexión.
El huerto. Dejamos lo mejor para el final. Todo hogar tiene un huerto. Sí, aunque vivamos en un piso de 20 metros cuadrados en Lavapiés encontraremos un huequecito para poner una macetita donde plantar nuestro primer tomatito.
Así, con esa siembra, estaremos sembrando el inicio de nuestra nueva vida, de nuestro futuro hogar, de nuestra futura normalidad, de la verdadera humanidad.
Hacernos cargo en la medida de lo posible de nuestros propios alimentos, empezando incluso con un sencillo tomate, es hacernos cargos de nuestro hogar y de nuestra vida.
Una mata de tomates, unos pepinos, un poco de romero… dicen de ti que, tu casa, empieza a ser… un hogar.
Para terminar, algunos enlaces que pueden ser interesantes.
Los botes de cristal y las damajuanas para almacenar puedes comprarlos en Juvasa.com
La sal sal sal, la compro en Salinas San Vicente.
Las legumbres ecológicas, así como las harinas y semillas, las compro en Rincón del Segura.
Una web para comprar semillas no trasgénicas spicegarden
El mejor aceite que he probado, un aceite bueno
PaleoBull, nocilla de verdad, barritas energéticas de verdad, crema de cacahuete de verdad.
Frutos secos ecológicos directamente del agricultor: pistachos maná.
¿Qué pasaría si sintiéramos tanta excitación por meternos en la cocina como la que creemos que vamos a encontrar cuando viajamos innecesariamente? No me opongo a los viajes y no soy un ermitaño, pero ¿realmente necesitamos viajar tanto? Creo que la razón por la que necesitamos viajar tanto es que ya no tenemos nada emocionante que hacer en casa. Si tuviéramos un huerto, cocináramos o montáramos un obrador artesanal nuestra casa podría ser tan emocionante como cualquier viaje superfluo. Nos hemos desligado de nuestra propia casa, que ya no es la pieza central de nuestras vidas. Esa separación se manifiesta en el hecho de que salimos corriendo a otro lugar buscando satisfacciones. Eso requiere mucha energía. ¿Qué puede haber más emocionante que observar cómo los restos de la comida se transforman en huevos por la intermediación de un par de gallinas?
–
Trabajar en el huerto es emocional y físicamente positivo. Escardar el bancal de las judías o recolectar pepinos debería formar parte del programa de desarrollo saludable de un niño. Desde luego mucho mejor que las pantallas de ordenador y televisores.
¿Dónde deberían estar estos huertos? Cualquier césped, maceta o repisa de ventana ofrece un buen lugar. Incorporar un huerto en el paisaje doméstico familiar es a la vez normal y saludable. La noción de que involucrar activamente a los niños en la producción de alimentos equivale a… [ … ] Todo ello nutre tanto al sistema inmune como al alma.
–
La industria del procesado de alimentos, con la promesa de liberar a las mujeres de la esclavitud de la cocina, ha hecho un trabajo impecable cuestionando el valor de hacer las cosas por nosotros mismos.
En su fabuloso libro Radical Homemakers (Amas de casa radicales), Shammom Hayes… […]. Si alguien necesita un empujoncito para regresar a este mundo históricamente normal, sin duda ella se lo dará.
–
La idea de que podamos liberarnos en masa del trabajo de la cocina mientras conservamos la integridad de los alimentos es ingenua, es lo mismo que decir que la buena agricultura no necesita agricultores.
Joe Salatín, Esto no es normal.