Todo listo para la vuelta al cole, aunque este septiembre no será como otros, al igual que sucede con 2020 al completo. El motivo es obvio: la pandemia está provocando que este regreso a las aulas genere una gran inquietud e incluso angustia en padres, abuelos y personal docente. Todas las precauciones son pocas a la hora de evitar la propagación del virus. Y entre ellas, la mascarilla se ha convertido en obligatoria a partir de los 6 años.
Pero, ¿cuál es la mascarilla adecuada para los niños según su edad? "No todas valen", confirma Lorenzo Armenteros, portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG). Según este médico, "las mascarillas para niños menores de 12 años deberán tener un filtro homologado por la norma UNE 0065". Esta norma debe poder leerse en el embalaje de las mascarillas cuando las compramos.
Las mascarillas más prácticas serían las quirúrgicas –que se recomiendan a partir de los 12 años–, pero como su tamaño no se adapta a las caras de los pequeños y pequeñas, "lo recomendable es que empleen mascarillas reutilizables con filtros homologados, que estén cortadas en el patrón de su cara; así se podrán lavar y cambiar de filtro". Si los niños sufren patologías previas que los hacen de riesgo, pasarán a usar máscarillas de rango mayor.
Y Armenteros lanza un aviso: "No valen los trucos para hacer las mascarillas quirúrgicas más pequeñas, porque dejan huecos en el pliegue de la mascarilla, a la altura de las mejillas, por donde el virus tiene una entrada".
Además advierte de que "los filtros solo duran cuatro horas, por lo que los niños deberían llevar una mascarilla de repuesto en la cartera o la chaqueta, dentro de una bolsa aislada, y cambiarla a mediodía". No se recomienda cambiar solo el filtro porque normalmente las mascarillas quedan húmedas y pierden eficacia.
Previamente a un nuevo uso deberá ser desechado el filtro usado y cambiado por uno nuevo tras haber lavado la mascarilla usada con detergente para la ropa; puede hacerse con agua fría o en la lavadora. "Para corroborar su eficacia podemos hacer la prueba del encendedor, consistente en intentar apagar un encendedor con la mascarilla puesta", relata Lorenzo Armenteros.
Esta prueba se basa en que lo que apaga una vela o un encendedor es la humedad de nuestro aliento, que hace ineficaz la combustión: si lo apagamos es que la mascarilla trasmite dicha humedad y por tanto podemos expulsar gotículas que transporten al virus a otra persona. Si no logramos apagarlo es que la mascarilla impide la transmisión del virus.
El portavoz de los médicos de familia corrobora un rumor creciente sobre los riesgos de que los menores se quiten la mascarilla a la hora de hacer sus necesidades. "Los baños son una zona de especial riesgo porque acumulan humedad y suelen estar mal ventilados, además de que los frecuentan varias personas a la vez, por lo que el niño o niña deberán mantener la mascarilla puesta".
Además Armenteros destaca la importancia de tirar de la cadena una vez bajada la tapa del sanitario, pues al caer el agua se forma una nube de aerosol que asciende desde la taza y que puede portar colonias de fecales.
Como se ha comprobado la presencia del virus en heces, el aerosol fecal podría portarlo. Además, dicho aerosol aumenta la presencia de gotículas en el ambiente que favorecerían la transmisión del virus en caso de que alguien en los baños estuviera infectado. Para terminar, Armenteros apostilla: "Lo ideal sería que no se las quitaran ni en el comedor, pero eso dificultaría mucho la ingesta de alimentos".